sábado, 1 de julio de 2017

La higiene de la meditación

Esta mañana he ido muy temprano al aeropuerto de Fiumicino a esperar a un compañero que regresaba de Nigeria. El termómetro del coche señalaba 18 grados de temperatura exterior. Por fin, después de semanas ardientes, el mes de julio comienza con los cielos cubiertos y una temperatura agradable, casi fresca. Son tantos los fuegos encendidos -y no me refiero a los incendios forestales sino a los asuntos que calientan la actualidad- que necesitamos una brisa suave que atempere nuestra fiebre. Para mí, esta brisa es la meditación. He escrito varias veces en el blog sobre este asunto. Alguna vez he hablado del arte de escuchar el silencio, de la práctica de la meditación cuando uno dispone de 40 minutos, incluso de la necesidad de estar a lo que estamos. No quisiera ser repetitivo, pero me parece necesario volver una y otra vez sobre este asunto. Desconfío mucho de las personas que no cultivan su interioridad. Sus reacciones suelen ser superficiales e ineficaces. Disparan soluciones y propuestas cuando no se han tomado tiempo para hacerse cargo de las preguntas y rumiar alternativas sensatas.

Comprendo que muy pocas personas disponen de una capilla silenciosa en la propia casa o de un lugar tranquilo a donde acudir para este encuentro diario con uno mismo y con Dios. Sé por experiencia lo difícil que es encontrar un espacio de silencio cuando se comparte una vivienda pequeña con otras personas. Por otra parte, los horarios suelen estar tan sobrecargados de compromisos o de bagatelas que parece casi imposible encontrar un tiempo noble para el silencio y la oración. Todo esto es verdad. Pero también sé que los seres humanos somos capaces de encontrar soluciones cuando algo nos interesa de veras. Si en mi propia casa no dispongo de un espacio adecuado para la meditación, puedo a ir a la iglesia más cercana, suponiendo que no esté cerrada, que ése es otro cantar. Si la jornada está repleta de actividades, puedo levantarme un poco antes para comenzar el día templando las cuerdas de mi alma. Cuando uno siente la necesidad, encuentra también el modo de satisfacerla.

¿Qué hacer en estos tiempos robados a la vorágine del día? Dejar que las aguas se remansen para ver con claridad lo que hay en el fondo, apagar los fuegos que nos mantienen incandescentes, silenciar los ruidos que nos impiden escuchar la voz que susurra dentro, oxigenar el cuerpo y el alma para que la contaminación interna y externa no acabe con nosotros. Es, en el fondo, un ejercicio de higiene personal. Sin él, acabamos siendo víctimas de nuestros propios demonios interiores, veletas que se dejan orientar por cualquier viento que sopla, personas que son llevadas al retortero por los medios de comunicación o los creadores de opinión, sin criterios para saber qué pensar, qué decir y, sobre todo, qué hacer. La sociedad del entretenimiento pretende eliminar cualquier espacio de silencio para poder controlar mejor nuestros pensamientos y deseos. Ni siquiera nos deja aburrirnos. Siempre hay alguna oferta para rellenar los tiempos muertos, como si nuestro cerebro tuviera que estar siempre funcionando al cien por cien. Una persona desgastada es fácilmente manipulable. No interesa formar personas críticas sino fabricar potenciales consumidores.

Los periódicos de estos días están llenos de noticias sobre la maternidad subrogada, el Orgullo Gay, los acuerdos Iglesia-Estado en España,  el controvertido referéndum catalán, etc. Sobre estos y otros temas abundan las opiniones dispares. Es normal en las sociedades abiertas. Lo que no es tan normal es sustituir los razonamientos por prejuicios, los debates por mítines y las preguntas por exabruptos. Pero, como parece evidente, para razonar y debatir es preciso haberse hecho un juicio personal sobre el asunto en cuestión. Y esto no se logra solo amontonando información dispersa o bailando al son que más suena, sino dejando que las emociones se moderen para poder discernir con objetividad y sosiego. Personalmente, no me achanto ante una persona que tiene ideas muy distintas de las mías con respecto a estos temas polémicos, pero me siento inerme ante quien dispara tópicos y descalificaciones sin un mínimo de rigor. Entonces solo queda esperar a que escampe. 

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