viernes, 28 de julio de 2017

A veces viene bien recordar

Acaban de publicar en la página web del Centro de Espiritualidad Claretiana de Vic un artículo que escribí el pasado mes de marzo en el que cuento mi experiencia de relación con san Antonio María Claret. Se titula Todo empezó con un libro. En realidad, se trata de un testimonio. Cuento cómo descubrí al santo catalán y cómo fue evolucionando mi relación con él. Estas cosas pasan sin que uno sepa muy bien por qué. A veces, un hecho que parece accidental, puede cambiar el rumbo de la vida. Necesitamos que pase mucho tiempo para comprender su trascendencia. Alguna vez me han preguntado si volvería a ser misionero en caso de volver a nacer. Es la típica pregunta de una entrevista televisiva o radiofónica. Yo suelo decir que sí, pero sin saber muy bien lo que quiero decir. Contemplando la vida en su conjunto, no tengo la impresión de haber elegido muchas cosas. En cierto sentido, las cosas me han venido dadas. Se me han abierto puertas que yo jamás hubiera imaginado. No soy de esas personas que tienen un sueño en la vida y lo persiguen hasta el final, caiga quien caiga. Soy más de aquellos que se dejan llevar por el flujo de la vida, convencido de que Dios nos va conduciendo con su mano amigable sin que nosotros tengamos que rompernos la cabeza para tomar opciones radicales. Todo es más sencillo de lo que parece.

Cuando era adolescente se nos repetía mucho la necesidad de hacer una elección, de optar entre diversas posibilidades, de tomar las riendas de la vida. Era un lenguaje muy existencialista que nos hacía sentir importantes. Se nos decía, con una base filosófica sólida, que los seres humanos somos libres, que las cosas no nos vienen dadas, que debemos elegir. Todavía resuena la paradójica frase de Jean Paul Sartre: “El hombre está condenado a ser libre”. Hoy, al borde de los 60 años, me parece verdadera, pero no más que esta otra: “Él nos eligió en Cristo antes de la creación del mundo” (Ef 1,4). La historia de cada uno de nosotros es un misterioso diálogo entre la gracia de Dios y nuestra libertad. Cuando era profesor de teología, dediqué mucho tiempo a reflexionar sobre este tema que ha recorrido la historia. ¡Hasta me atrevía a usar La Vía Láctea (1969) de Luis Buñuel como una película que presenta el tema de manera muy provocativa!

No soy muy amigo de recuerdos, álbumes de fotos, memorias, etc. El presente es lo bastante rico y desafiante como para no vivir de la nostalgia. Pero, al mismo tiempo, reconozco que nunca sabemos quiénes somos si no conocemos nuestro pasado. Al fin y al cabo, no hay frutos sin raíces. El articulito en el que cuento mi experiencia de relación con Claret es, en el fondo, un acercamiento a mis raíces. Yo no sería quien soy sin haberme encontrado con este santo misionero. O, mejor dicho, sin que Dios lo hubiera puesto en mi camino en un momento en el que yo tenía otros intereses. ¿Es lo mejor que podría haber hecho en la vida? La pregunta no tiene mucho sentido. Toda elección significa renunciar a otras muchas cosas. Lo que importa es que, elijamos lo que elijamos, seamos capaces de abrirnos al todo desde una parte. Al todo de la experiencia de Dios se puede entrar por muchas puertas. La mía se llama Claret, pero existen infinitas. El punto de llegada es siempre el mismo. Es maravilloso comprobar lo diferentes que somos los seres humanos. No hay dos caminos iguales. Como decía León Felipe, para cada uno guarda un camino virgen... Dios.

Mientras tecleo estas notas, escucho de fondo algunas viejas canciones de Antonio Flores. Ahora mismo suena “Siete vidas”. Es una preciosa canción erótica. Me permito tomar su estribillo y aplicarlo a mi caso: “Tranquila mi vida / He roto con el pasado / Mil caricias pa’ decirte / Que siete vidas tiene un gato / Seis vidas ya he quemado / Y esta última la quiero vivir a tu lado”. Yo no sé si he vivido seis vidas o siete. Pero no he roto con el pasado. El pasado está rehaciéndose una y otra vez. Lo que sí es cierto es que “esta última la quiero vivir a tu lado”. Junto a Dios, no hay nada que temer. Las cosas no van a salir siempre bien. Él nunca ha prometido eso a sus hijos e hijas. Pero, pase lo que pase, nuestra historia no se le escapa de las manos. ¿Se necesita alguna otra razón más poderosa para vivir con serenidad? A Antonio Flores lo ha sustituido Bob Dylan en el recopilatorio de canciones nostálgicas que tengo en el ordenador. Suena ahora Blowing in the Wind, uno de mis himnos. Por si hubiera alguna duda, el cantante americano la aclara: “The answer, my friend, is blowing in the wind”. Pues eso.



1 comentario:

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