viernes, 9 de mayo de 2025

Muchas gracias, León XIV


Sería muy fácil titular la entrada de hoy “De Chicago (Estados Unidos) a Chiclayo (Perú)” u “Otro religioso en la silla de Pedro” o incluso “De san Ignacio a san Agustín”, pero al final me he inclinado por un título más personal. Robert Francis Prevost fue superior general de la Orden de San Agustín de 2001 a 2013. Yo viví en Roma de 2003 a 2021. El sucesor de Prevost es un amigo mío, el burgalés Alejandro del Moral. En una de mis visitas a la curia general de los Agustinos para charlar con él, compartimos mesa y conversación con el flamante León XIV. Me sorprendieron varias cosas de él: su tímida sonrisa, su sencillez, sus juicios moderados y su español sin acento gringo (lo que suele ser muy raro en hablantes que tienen el inglés americano como lengua materna).

No recuerdo haber tenido más encuentros con él. Ni por asomo podría haber imaginado entonces (creo que fue en 2014) que aquel estadounidense menudo con orígenes franceses, italianos y españoles iba a ser Papa en un futuro no muy lejano. Sin embargo, ayer mismo dediqué parte de la mañana a buscar información sobre él porque tenía la intuición de que podía ser un candidato de consenso entre quienes buscaban un pastor semejante a Francisco, pero con un estilo diferente.


De 4,30 a 6 de la tarde estuve participando en una reunión. Cuando hicimos la pausa, fui corriendo a mi cuarto, abrí el ordenador y vi -¡feliz coincidencia!- que estaba saliendo humo blanco de la famosa chimenea. Rápidamente nos dimos cita 
varios compañeros en la sala de televisión de mi comunidad. Por la experiencia de cónclaves anteriores, sabíamos que normalmente pasa alrededor de una hora entre la fumata blanca y la presentación del nuevo Papa en el balcón de la basílica. Así sucedió también esta vez. 

Hacia las 19,12 hizo aparición el cardenal Dominique Mamberti que con voz clara anunció el nombre del nuevo Papa. Cuando empezó diciendo: Dominum, Dominum Robertum Franciscum (en acusativo) … supe enseguida que el elegido era el cardenal Prevost. Algunos de mis compañeros pensaron que podía haber sido el cardenal guineano Robert Sarah. Como los miles de congregados en la plaza de san Pedro, también yo me puse a aplaudir. Cuando la cámara enfocó el rostro del nuevo Papa, vi que estaba muy emocionado, haciendo un gran esfuerzo por contener las lágrimas. Todo lo demás (lo que dijo, su parlamento en italiano y español, etc.) es de sobra conocido.


Tendremos tiempo de conocer mejor al nuevo Papa. Más allá de su currículo tan rico desde el punto de vista intelectual, misionero, pastoral, curial, etc., lo que me sorprende y me emociona es cómo una comunidad universal como la Iglesia católica puede vivir en pocos días con emoción la despedida de un pastor querido (Francisco) y la elección de uno nuevo (León XIV) sin que se produzcan sobresaltos o divisiones. 

Más allá de los gustos y opiniones personales, hemos vivido una hermoso y plural proceso de discernimiento que no encuentra parangón en otras instituciones. Ya sé que el cónclave puede ser tildado de selectivo, patriarcal y otras lindezas, y que seguramente en el futuro adquirirá nuevas modalidades más inclusivas, pero no deja de ser admirable la combinación de fidelidad a la Tradición y de apertura a las necesidades de presente. 

Una vez más, la mayor parte de los vaticanólogos tuvieron que reconocer que sus previsiones no eran acertadas. Esto también es admirable porque demuestra la imprevisibilidad de un discernimiento cuando es auténtico y no se deja llevar por presiones o conjeturas.



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