viernes, 23 de mayo de 2025

Las cosas silenciosas y discretas


Pasan los días sin tiempo para visitar este Rincón. El mes de mayo ha enfilado ya su recta final. Con el comienzo oficial del pontificado de León XIV, se reanuda el ritmo ordinario del Vaticano y desciende el interés mediático por la figura del nuevo Papa. No podemos vivir siempre a golpe de acontecimientos extraordinarios. En su obra, No-cosas. Quiebras en el mundo de hoy, el nuevo Premio Princesa de Asturias para la Comunicación y Humanidades, el filósofo alemán de origen surcoreano Byung Chul Han, dice que en la sociedad digital no conservamos recuerdos, sino que almacenamos datos. 

Buscamos siempre nuevos estímulos en un permanente scrolling (desplazamiento), como si la vida fuera una red social repleta de continos videoclips, reels y cosas por el estilo. Esto nos vuelve insensibles a las cosas silenciosas y discretas que no nos estimulan, pero nos anclan en el ser. Este “anclaje en el ser” pasa por la reconciliación con la vida cotidiana. No necesitamos continuamente viajar, conocer nuevas personas y tener experiencias flipantes para vivir con sentido y alegría.


Los dos primeros días de esta semana los pasé en Palencia con las Hermanas Hospitalarias. Allí tienen un enorme complejo sociosanitario en el que hay unas mil personas entre enfermos y cuidadores. Las Hospitalarias llevan muchos años acompañando a quienes padecen trastornos psíquicos y otras enfermedades. Hoy descubren que hay nuevas fronteras en el amplio y poco conocido mundo de las enfermedades mentales. Entre los adolescentes y jóvenes aumentan las formas de ansiedad, vacío y depresión. 

Ahítos de tantos estímulos, se sienten confusos y perdidos, no saben bien cómo orientarse en el dédalo de caminos que la sociedad digital les ofrece. No disponen de un Google Maps existencial. Por otra parte, encadenados por cientos o miles de relaciones en las redes sociales, experimentan una soledad incurable que los convierte en campo abonado para todo tipo de adicciones y abusos. Se les hace cuesta arriba disfrutar de la dulce monotonía de una vida ordenada, quizás aburrida en ocasiones, pero al menos saludable y significativa.


El encuentro con Jesús nos ayuda a pasar “de las distracciones al centro”, resetea nuestro navegador personal, nos pone en camino hacia la verdad de nosotros mismos. El tiempo de Pascua es una prolongada catequesis que nos permite explorar las huellas del Resucitado en la trama de esas experiencias “silenciosas y discretas” a las que se refería Byung Chul Han. 

Necesitamos redescubrir la alegría de una oración tranquila en nuestro cuarto o en una iglesia, el gozo de una conversación sin prisas con alguien que sabe escucharnos y a quien escuchamos, la satisfacción de renunciar a nuestra agenda para prestar un servicio a quien lo requiere. Cuando encontramos luz y significado en estas cosas “silenciosas y discretas” no necesitamos buscar experiencias vertiginosas, no andamos agobiados con estar a la moda o hacer lo que los demás esperan que hagamos. En fin, que aprendemos a vivir y no solo a durar o sobrevivir.

1 comentario:

  1. Es importante este trabajo inmenso de las Hospitalarias… Las enfermedades mentales, cada día van a más, entre jóvenes y también en personas en la ancianidad… La vida se alarga, pero en muchos casos ¿a qué precio?
    Gracias Gonzalo por todas las pistas que nos das, que son muchas, para facilitarnos el encuentro con el Resucitado, “explorando sus huellas…”

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