miércoles, 10 de enero de 2024

Todo el mundo te busca


Me gusta mucho el evangelio de hoy porque en pocos versículos Marcos reconstruye una “jornada tipo” en la vida de Jesús. Se trata, en realidad, de una jornada sabática un poco prolongada que se despliega en cinco escenarios: la sinagoga, la casa de Pedro, la calle, el campo y el camino. En cada uno de ellos Jesús desarrolla una actividad distinta y nos muestra las dimensiones esenciales de la vida de todo seguidor suyo. En la sinagoga, ora con el pueblo y enseña. En la casa de Pedro, cura/rehabilita a su suegra, come, descansa y lleva una vida de familia. En la calle, frente a la puerta de la casa de Pedro, acoge y cura a los enfermos que se acercan. En el campo (en un “lugar despoblado”, para ser precisos), Jesús ora en solitario. Y por el camino, se dirige a las aldeas cercanas para seguir anunciando la buena noticia del Evangelio. 

Esta secuencia resulta en sí misma muy iluminadora. Quienes nos reconocemos como discípulos suyos estamos invitados a hacer lo mismo con las variantes propias de cada situación y estilo de vida. También nuestra vida cristiana se expresa en la participación en las celebraciones comunitarias (sobre todo, en la eucaristía del domingo); en una vida familiar basada en el servicio; en el trabajo (con una atención especial a los más necesitados); en el silencio y la oración personal; y en la evangelización a través de los medios que están a nuestro alcance.


En la descripción idealizada de esta “jornada tipo”, hay una frase que hoy me ha hecho pensar. Cuando los discípulos van en busca de Jesús, que se encuentra orando en un lugar despoblado, le dicen: “Todo el mundo te busca”. ¿Podría decirse hoy lo mismo? Es evidente que no todo el mundo busca explícitamente a Jesús. Muchos nunca han oído hablar de él y a otros no les interesa lo más mínimo. Sin embargo, ese “todo el mundo” no es una frase con valor estadístico, sino simbólico.

Todos los seres humanos buscamos el sentido de nuestra vida. Todos, por vías distintas, aspiramos a ser felices. Todos buscamos un camino (aunque nos estemos enredados en laberintos), todos buscamos la verdad (aunque estemos rodeados de mentiras y la posverdad se haya convertido en cultura) y todos buscamos la vida (aunque la muerte nos envuelva de mil formas). Jesús se presenta a sí mismo como el camino, la verdad y la vida, como alguien que nos hace bienaventurados/felices. No es necesario reconocerlo para sentirnos alcanzados por su onda; es decir, por su gracia.


Creo que la misión de los cristianos consiste en irradiar esta experiencia, de forma que quienes buscan a tientas perciban algún destello de luz que les permita seguir un camino. Confieso que no dejo de sorprenderme. Cuando damos por cerrado algo, Dios se encarga de abrirlo sin pedirnos permiso. Hemos repetido tantas veces que vivimos en una sociedad secularizada, poscristiana y descreída, que no prestamos atención a los muchos signos de trascendencia que existen a nuestro alrededor. Quizá tengamos que quitarnos las gafas de la mentalidad secularista y crítica para ver que la realidad, no nuestra interpretación, es más rica y variada de lo que pensábamos. 

Mientras muchos jóvenes, por ejemplo, se congregan en fiestas multitudinarias en las que corre el alcohol y la droga, otros lo hacen para cantar y alabar a Dios. El pasado sábado, el grupo Hakuna congregó a varios miles en el Wizink Center de Madrid. Puede que no nos guste su estilo musical, que pensemos que es un movimiento clasista porque muchos de sus miembros pertenecen a la clase media-alta o que creamos que tendrá una existencia efímera. Nada de eso  debe distraernos del hecho fundamental: hay muchos jóvenes (y adultos) que se sienten atraídos por Jesús y que han hecho un hermoso camino de fe. Hakuna les ha ayudado a pasar del agnosticismo o de una fe rutinaria a un compromiso cristiano profundo y alegre. Ellos simbolizan esa “búsqueda universal” (todos te buscan) cuando muchos han tirado la toalla.



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