miércoles, 3 de enero de 2024

La Navidad es una gran historia


Ha dejado de llover después de una noche entera pasada por agua. Se ve el bosque limpio, con los colores verde y marrón más brillantes que ayer. El embalse de la Cuerda del Pozo se acerca al 80% de su capacidad, tras un otoño excepcionalmente lluvioso. Siento que en otras partes de España estén padeciendo una severa sequía. Donde hay agua, hay vida. El tópico cobra actualidad en momentos de crisis hídrica. 

A ratos libres me he devorado el último libro de Byung-Chul Han publicado en español. Se llama La crisis de la narración. Sus 108 páginas se leen en un santiamén. Como todos los autores que escriben muchos libros (Herder ya ha publicado 20 de este autor coreano afincado en Alemania), Byung-Chul Han tiende a repetirse. Es imposible ser original en cada obra. Uno suele tener unas pocas convicciones firmes, que va modulando de maneras diversas con el paso del tiempo. 

Lo que Byung-Chul Han viene a decir en su libro es que, en la sociedad de la información, el storytelling ha sustituido a la verdadera narración. Ya no contamos historias, no sabemos narrar porque tampoco sabemos escuchar. Sin paciencia y capacidad de escucha no hay verdadera narración. Nos limitamos a subir stories (historias) cortitas (un minuto es una eternidad) a las redes sociales en un ejercicio de narcisismo incurable. Por eso, no somos creadores de comunidad (como sí hacen las verdaderas narraciones), sino, a lo más, community managers (gestores de un grupo de personas que se limitan a dar al “me gusta” y a veces escriben algún comentario).


El librito de Byung-Chul Han me ha ayudado a comprender que, a diferencia de las muchas y efímeras stories que pululan por las redes sociales, la Navidad es una verdadera historia que resiste el paso del tiempo, crea una enorme e intercultural comunidad de seguidores (un verdadero pueblo) y otorga un sentido, una dirección, a quienes, año tras año, escuchamos y celebramos este acontecimiento. Desde niños hemos aprendido una historia encantadora en la que hay dos jóvenes esposos (María y José) que buscan posada y no la encuentran, un niñito recostado en un pesebre, ángeles que cantan en la noche, pastores periféricos que adoran al niño, magos de Oriente que vienen a traerle sus regalos guiados por una estrella y reyes malvados que ordenan matar a todos los niños menores de dos años en la región de Belén. 

Aunque hayamos revestido la historia de excesivo candor y la hayamos sometido también a un proceso implacable de comercialización, sabemos muy bien que la madera del pesebre es el anticipo de la madera de la cruz y que a la joven madre una espada le atravesará el corazón. La hermosa historia de la Navidad no es, pues, una fábula para entretener a los niños, sino la narración que nos explica simbólicamente el significado de la encarnación de Dios en el pequeño Jesús y nos anticipa su obra redentora. El consumismo y la rutina no han podido desintegrar su fuerza profética y revolucionaria.


La Navidad es una gran historia, una inmarcesible narración que nunca pasará de moda, porque no nos cuenta informaciones precisas acerca del nacimiento de Jesús, sino que nos ofrece el sentido más profundo. Los evangelistas no se comportan como reporteros actuales que nos describen con pelos y señales sucesos llamativos. Tampoco se parecen a los usuarios de redes sociales que suben a internet stories breves que se vuelven viejas en pocas horas. Nos narran un acontecimiento capital que ha cambiado la historia humana. Por eso, nunca nos cansamos de leer sus palabras. Lo hacemos en privado y en las celebraciones litúrgicas. Lo recordamos en infinidad de lenguas. Lo traducimos con el lenguaje del arte (pintura, escultura, música, teatro, cine). Lo convertimos en nacimientos hermosos y multiculturales.

Por eso, la Navidad es una narración profundamente enraizada en la conciencia cristiana. Ha resistido milenios, ha creado un pueblo, ha otorgado un sentido a la historia colectiva y a las historias individuales, ha unido la vida y la muerte, la alegría y el dolor, la divinidad y la humanidad, la riqueza y la pobreza, el poder y la fragilidad, la búsqueda y el encuentro, el viejo pueblo y la humanidad entera. Definitivamente, la Navidad es una gran historia. Ni los algoritmos más sofisticados, ni las herramientas de la Inteligencia Artificial, conseguirán borrarla de nuestra memoria colectiva.

1 comentario:

  1. Reflexionar con esta frase refiriéndose a la Navidad: “El consumismo y la rutina no han podido desintegrar su fuerza profética y revolucionaria”, me ha abierto un campo amplio de meditación y darme cuenta de valores en los que quizás no había profundizado del todo.
    Realmente la Navidad es una gran historia… Gracias Gonzalo, con tus reflexiones nos ayudas a “aterrizar”.

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