domingo, 19 de marzo de 2023

Llévanos a la piscina


Tecleo la entrada de hoy en el aeropuerto de Bruselas después de algo más de seis horas de vuelo nocturno desde Yaundé. Estoy un poco adormilado, pero la fuerza del día es más fuerte que el sopor de la noche. No sé si me decidiré a ir al centro de la ciudad antes de tomar el vuelo para Madrid. Me gustaría volver a ver la hermosa Grand-Place y el Barrio Europeo. Dispongo de margen, pero tengo que calcular bien los tiempos antes de aventurarme. El día ha amanecido frío y lluvioso. Creo que la temperatura ronda los 6 o 7 grados. No apetece mucho salir del aeropuerto.

Hemos llegado al IV Domingo de Cuaresmael famoso domingo Laetare, el domingo que nos invita a la alegría en nuestro camino hacia Jerusalén. La Pascua está ya cerca. Si el pasado domingo (encuentro de Jesús con la samaritana) fue el domingo del agua, éste (curación del ciego de nacimiento) es el domingo de la luz. Jesús-agua de vida eterna sacia la sed de la mujer y Jesús-luz del mundo abre los ojos del ciego. En realidad, el relato de Juan describe al mismo tiempo la curación de una enfermedad física (la ceguera) por parte de Jesús y el itinerario de fe (profeta-Señor) del ciego de nacimiento, teniendo como trasfondo la incredulidad de algunos fariseos. Es el guion perfecto para entender lo que nos pasa hoy a nosotros. 

Creo que las dificultades que muchos experimentamos para creer en Jesús se deben más a una especie de ceguera espiritual que a la pereza o la mala voluntad. Es difícil creer lo que no vemos. Siempre lo ha sido, pero mucho más en una sociedad culturalmente empirista que confunde lo real con lo visible y experimentable, que ha empequeñecido de tal manera el conocimiento que deja fuera las dimensiones más profundas de la realidad. En el relato de Juan no se dice que el ciego le pidiera a Jesús que lo curara, sino que “al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).» Él fue, se lavó, y volvió con vista”. La iniciativa de la curación proviene del mismo Jesús.


A veces me pregunto si Jesús está viendo nuestra ceguera actual cuando pasa a nuestro lado. Creo que sí. Solo que nosotros no acabamos de hacer caso a sus palabras. ¿Qué significaría hoy “ir a la piscina de Siloé” para lavarnos? No creo distorsionar mucho la Palabra si digo que esta piscina es la comunidad de la Iglesia, la que ha recibido de su Señor los sacramentos que pueden purificarnos y ayudarnos a ver de nuevo la luz. En el origen de muchos de los problemas que hoy tenemos para creer está el abismo que hemos establecido entre la cabeza y el cuerpo, entre Jesús y su comunidad. 

Nos hemos dedicado tanto a machacar a la Iglesia por la fragilidad de sus miembros que ya no percibimos que ella es una creación del Espíritu, la mediación querida por el mismo Jesús para encontrarnos con él. Ya no hablamos de “Jesús sí – Iglesia no” (como hace unas décadas), sino que redondamente prescindimos de ella para vivir una supuesta fe en Jesús “a la carta”, según nuestra interpretación personal. Lo que al principio parece satisfactorio y liberador acaba revelándose nefasto porque conduce al vacío de la fe. ¡No existe la cabeza sin el cuerpo! ¡No existe Jesús sin su comunidad!


Por negativa que sea la imagen pública de la Iglesia en esta Europa secularizada, por limitada (y aun pecadora) que sea en su estructura humana, no hay otro camino para superar nuestra ceguera que lavarnos en ella. No conozco ni un solo cristiano auténtico que lo sea separado de la comunidad, aunque esto suponga a menudo una fuente de sufrimiento. Una buena parte de responsabilidad la tenemos los sacerdotes que, desde hace muchos años, hemos reducido tanto el Evangelio a la moral del “ser buenos”, sin necesidad de ninguna pertenencia institucional, que hemos vaciado de sentido nuestra pertenencia a la Iglesia. Esto es difícil de entender en África (donde existe un fuerte sentido de pertenencia comunitaria, ubuntu), pero es el pan nuestro de cada día en Europa y América.

Al final, nos encontramos a muchos hermanos y hermanas que vagan por la vida “como ovejas sin pastor” y que acaban recalando en el agnosticismo o en un cristianismo subjetivo que poco tiene que ver con la gran Tradición cristiana. Creo que todos necesitamos pedirle a Jesús que pase junto a nosotros, perciba nuestra ceguera, y nos ayude a regresar a su comunidad donde podemos encontrar lo que necesitamos para ver de nuevo. Feliz domingo.



2 comentarios:

  1. Pues si, llevas la razón en que “las dificultades que muchos experimentamos para creer en Jesús se deben más a una especie de ceguera espiritual que a la pereza o la mala voluntad”.
    Buenas distinción para memorizar y tener presente: el domingo del agua y el domingo de la luz.
    Gracias Gonzalo, porque profundizando en que no es el ciego que pide la curación sino que “la iniciativa de la curación proviene del mismo Jesús”, nos das pie a meditar sobre ello y descubrir la fuerza curativa de Jesús que solo nos pide estar en camino para poder “tropezar” con Él.

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  2. Que hoy día podamos abrir bien los ojos, para ver la cercanía de Jesús y seguirle

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