domingo, 11 de diciembre de 2022

Los signos de su presencia


Al Tercer Domingo de Adviento se lo conoce como domingo Gaudete (Alegraos) porque la liturgia nos invita a la alegría a pocos días de la Navidad. Durante esta semana del largo puente de la Constitución-Inmaculada me ha sorprendido ver a mucha gente en Madrid y Segovia haciendo cola en las administraciones de lotería. Todos esperan el sorteo del próximo día 22 con la esperanza de que les toque el gordo o, por lo menos, algún premio que permita “tapar agujeros”. Los seres humanos somos propensos a creer que nuestros problemas se van a solucionar con algo o alguien que venga de fuera. Incluso las personas más racionales compran su décimo de lotería con la esperanza de que este año algo va a suceder como por arte de magia. 

La esperanza es el motor de la vida. Si no esperásemos nada (un beso, un encuentro, un viaje, un trabajo, una recompensa económica) no podríamos vivir. En este contexto se comprende mejor la pregunta que Juan el Bautista le hace a Jesús desde la cárcel a través de unos emisarios: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. En el fondo, es la pregunta que nosotros mismos podríamos hacerle hoy con infinitas variantes personales: ¿Podemos fiarnos de ti o es mejor que confiemos en la ciencia? ¿Has existido de veras o eres un mito inventado por las iglesias? ¿Merece la pena creer en ti si tenemos la impresión de que las cosas siguen siempre igual? ¿Qué ganamos si procuramos seguir tu Evangelio?


Jesús no responde abiertamente “Yo soy” como responderá más tarde a Pilato cuando le pregunte si él es rey. Se limita a describir los “signos” que certifican que algo nuevo está sucediendo: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!”. La presencia de Jesús produce frutos de transformación personal. Donde está Jesús el mundo se endereza, se parece cada vez más al sueño de Dios tal como lo expresa el profeta Isaías en la primera lectura de hoy: “Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Volverán los rescatados del Señor, vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán”. 

En Jesús se cumplen a cabalidad las viejas profecías. Por eso, donde está Jesús está la alegría. Si algo ha querido subrayar el papa Francisco desde el comienzo de su pontificado es que el Evangelio no es una mole de preceptos que sobrecarga la conciencia. Es un manantial de gozo porque su mensaje central es que Dios quiere salvarnos de la alienación en la que vivimos. A nosotros se nos pide solamente una fe humilde.


No sé si este mensaje resulta muy convincente para los que hacen cola ante las administraciones de lotería con la espera de recibir un premio que les permita pagar la hipoteca, pagar los estudios de los hijos o comprarse un coche nuevo. Pero este es el mensaje central del Adviento. Como a primera vista no vemos sus frutos, Pablo nos exhorta a saber esperar con paciencia: “Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca”. Pero no se trata solo de tener paciencia y abrir los ojos para ver los “signos” que Jesús realiza hoy, sino de comprometernos a realizar esos mismos signos en la medida de nuestras posibilidades. 

Cuando decimos que no “vemos” a Jesús, tal vez es porque caminamos por una senda que no es la suya. Si nos ponemos a vendar las heridas de quienes están cerca de nosotros, con toda seguridad se nos caerán las escamas de los ojos. No es de extrañar, pues, que quienes conducen una vida egoísta, centrada en sus intereses, no “vean” nunca a Jesús. Quienes, por el contrario, se dedican a cuidar en cuerpo y alma a sus hijos pequeños o a sus padres ancianos, quienes dedican parte de su tiempo a acompañar a los enfermos o a visitar a los presos, “vean” la presencia misteriosa de Jesús en todas estas personas. Esos son los verdaderos “signos” que hoy mantienen viva nuestra esperanza, dan sentido a nuestra vida y nos llenan de alegría. ¡Feliz Domingo Gaudete!

1 comentario:

  1. Ya sólo el titular de hoy: “Los signos de su presencia”, lleva a una reflexión profunda… Me ha llevado a una pregunta: ¿cómo reconozco la presencia de Dios en mi vida? Supongo que como suele ocurrir, en muchas personas, si se toman la vida un poco en serio, hay momentos de claridad y otros de mucha oscuridad…
    Me siento identificada en todas las preguntas que podemos plantearnos y muchas más… Estamos en un tiempo que cuesta encontrar seguridad… Cuando nos planteamos temas de enfermedades, de precariedad, de guerras… es muy difícil encontrar que el Señor también está ahí. Hay ambientes en los que no cuesta encontrarle, pero también hay otros en los que está muy escondido.
    También por aquí, en Catalunya, se está muy pendiente de comprar lotería… A cuanta más inseguridad, más gasto en lotería, “por si toca”… Es un indicativo de la crisis económica que hay y la hay más de la que conocemos y nos imaginamos.
    Gracias por compartir tu reflexión y feliz domingo de Gaudete también para ti, Gonzalo.

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