martes, 3 de julio de 2018

Santo Tomás y Gandhi

No sé por dónde empezar tras el silencio de ayer. Suceden tantas cosas cada día que no sé si fijarme en la derrota de la selección española de fútbol en Rusia, en el triunfo de Pérez Obrador en las elecciones de México o en el hecho sorprendente de que una persona miente menos cuando se expresa en un idioma extranjero. Para no andarme por las ramas, voy a fijarme en dos personajes que tienen que ver con la India: Gandhi y santo Tomás (el Apóstol, no el Aquinate). Ayer tuve la oportunidad de visitar al Sevagram Ashram, el lugar en el que Mahatma Gandhi (1869-1948) pasó los últimos once años de su vida. Se encuentra a unos ocho kilómetros de Wardha, en el corazón mismo del subcontinente indio. A este lugar llegué el pasado domingo procedente de la misión de Chindur. Aquí tenemos los claretianos un centro interno de formación filosófica al que acuden estudiantes de catorce estados diferentes de la India. Las lluvias han mitigado un poco el calor intenso. Escribo estas líneas después de haber presidido la Eucaristía en la fiesta del apóstol Santo Tomás, que en la India es venerado como el introductor del cristianismo en estas tierras. Infinidad de personas, iglesias e instituciones llevan el nombre de Tomás.

Pero volvamos al ashram gandhiano. Me acerqué a él al caer la tarde, poco antes de la oración vespertina. Me sorprendió la tranquilidad del lugar. Apenas había algún visitante. El poblado estaba constituido por pequeñas edificaciones de barro y bambú cubiertas por tejas rojas. Gandhi quería que todo fuera hecho con materiales del lugar, de manera sencilla y bella. Primero entré en la casita que ocupaba él con algunos amigos. El porche que da al norte servía de comedor. Luego me acerqué a la casita ocupada por su mujer Kasturba (con la que tuvo cuatro hijos) y por algunas de sus acompañantes. La tercera casita era la “oficina” de Gandhi. Todavía se conserva alguna máquina de escribir y el viejo teléfono que los británicos instalaron para poder comunicarse con Gandhi. 

También pude ver la caja de madera con la que cazaba serpientes que luego devolvía a la selva, el primitivo y ecológico inodoro y varios objetos de uso doméstico: bañera, platos, bastón, mesa, etc. Desde esta “oficina” mantenía una frecuente correspondencia con muchas personas de todo el mundo. En el centro del poblado se sitúa el lugar para la oración. Es un espacio al aire libre al que, por supuesto, hay que acceder descalzo. Al caer la tarde se tiene todos los días un tiempo de plegaria ecuménica abierto a amigos y visitantes. Yo no pude participar ayer porque tenía que hacer un viaje rápido (de apenas cuatro horas) a la cercana misión de Buti-Bori. Sobre los guijarros de piedra colocan algunas telas. Todo invita al recogimiento en un clima de sencillez y quietud.


La figura de Gandhi me ha atraído desde que era adolecente. Pasé por las tres fases que suelen acompañar nuestra relación con los personajes famosos: admiración inicial – cuestionamiento crítico – aprendizaje fecundo. En el tiempo del bachillerato nos lo presentaban como una figura de gran altura moral, un poco extravagante si se quiere, pero de una radicalidad que casaba bien con los ideales rupturistas de los años 70. La época de mis estudios filosófico-teológicos me sirvió para poner en solfa la tan publicitada santidad secular de Gandhi.

En su vida no todo era tan luminoso como se creía. Tenía sus límites y sus sombras. Quizá fue entonces cuando hice mía una frase que me ha ayudado a entender con misericordia y esperanza la condición humana: “Todo santo tiene un pasado y todo pecador tiene un futuro”. Con el paso del tiempo, he aceptado al Gandhi humano (con sus muchos límites) y he aprendido algunas lecciones. Quizá la más importante es que no se puede transmitir ningún valor de manera creíble si uno no la ha hecho suyo, si no trata de inspirar su vida en él aunque sea con muchas limitaciones. No hay diferencia entre vida pública y privada. No se puede pretender ser un hombre público ejemplar y luego llevar una vida privada que contradiga los valores públicos. Esta contradicción afecta a muchas personas del mundo de la política y de la empresa y me temo que también a algunos eclesiásticos. Gandhi hablaba de los siete pecados sociales. Los pongo a continuación en su versión original en inglés con la traducción española al lado. 


SEVEN SOCIAL SINS 


Politics without principles 

Pleasure without conscience 

Wealth without work 

Science without humanity 

Commerce without morality 

Worship without sacrifice 

Education without character 



SIETE PECADOS SOCIALES 


Política sin principios 

Placer sin conciencia 

Riqueza sin trabajo 

Ciencia sin humanidad 

Comercio sin moralidad 

Adoración sin sacrificio 

Educación sin carácter

La foto la tomé ayer mismo en los jardines del ashram. No creo que santo Tomás estuviera en desacuerdo con esta moral gandhiana. Se trata de realidades que tienen que ver con la vida de todos los días. Estamos hartos de ver cómo la preposición sin mata la verdad de la política, el placer, la riqueza, la ciencia, el comercio, la religión y la educación. Necesitamos desarrollar una cultura con, que valore los principios, la conciencia, el trabajo, la humanidad, la moralidad, el sacrificio y el carácter. ¿Es ésta la asignatura que quiere introducir el gobierno de España en el curriculo académico? ¡Adelante con ella! El mismo que confesó a Jesús como Señor y Dios puede echarnos una mano para vivir con esta coherencia. ¡Feliz fiesta de santo Tomás desde el país que lo venera con pasión!







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