jueves, 12 de julio de 2018

La cuarta revolución antropológica

Reconozco que formo parte del grupo de personas que cuando llegan a un lugar preguntan enseguida si hay WIFI y cuál es la contraseña para acceder a ella. El hecho de estar moviéndome de un lugar a otro me obliga a mantener algunos contactos esenciales. No puedo pasar mucho tiempo incomunicado, aunque, a decir verdad, disfruto cuando estoy offline. Vivimos en un mundo interconectado. Todo cambia a una velocidad vertiginosa. Tengo ganas de leer la obra de uno de los mejores filósofos digitales actuales, el italo-británico Luciano Floridi de la Universidad de Oxford. En su obra The Fourth Revolution: How the Infosphere is Reshaping Human Reality (La cuarta revolución. Cómo la Infosfera está remodelando la realidad humana) sostiene que, después de las tres revoluciones antropológicas de los últimos siglos (la copernicana, la darwiniana y la psicoanalítica), estamos entrando ya en la cuarta revolución (la informática), que va a cambiar las coordenadas globales de nuestra manera de entender el mundo y vivir en sociedad. Todos los que nacieron después de 2001 –a los que Marc Prensky llamó nativos digitales– se mueven en este ambiente como peces en el agua. A lo máximo que podemos aspirar los demás es a ser “migrantes digitales”. Aunque nos manejemos bien en este continente, nunca perdemos nuestro viejo acento analógico.

Esta revolución no tiene marcha atrás. Más vale intentar comprenderla  y aprender a situarnos dentro de unas nuevas coordenadas. Lo que importa es que sepamos bien qué queremos, para que la abundancia de medios no nos impida ver los fines. No olvido la advertencia de Paul Ricoeur: “Vivimos en una época en la que la bulimia de los medios corresponde a la atrofia de los fines”. El Evangelio de Jesús no es un manual para construir ordenadores más potentes o nuevas redes informáticas. No nos proporciona medios para el desarrollo técnico de la humanidad, pero nos orienta con unos fines muy concretos. Estoy pensando ahora mismo en la oración de Jesús: “Que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn 17,21). Jesús está orando al Padre por la unidad de sus discípulos, pero este sueño de unidad se puede extender a toda la familia humana. Si la revolución informática nos proporciona los medios para este fin, vamos por buen camino. Si, por el contrario, el fin es que los más poderosos controlen a los más débiles mediante un sistema semejante al del Gran Hermano, o que los violentos practiquen el ciberterrorismo, entonces estamos perdidos. La fe en Jesús se convierte en una especie de GPS que nos va indicando por dónde van los caminos de humanización. Necesitamos este GPS para no ser víctimas de la tiranía de los medios. 

Escribo estas notas en Colombo, la capital de Sri Lanka, horas antes de emprender mi vuelo de regreso a Roma. Termino dos meses extraordinarios que me han acercado un poco más al alma de Oriente. Gracias a los medios que nos proporciona la actual revolución informática, he podido comunicarme con los amigos del Rincón casi a diario. Reconozco que a veces he tenido problemas técnicos por falta de luz o de acceso a internet. Pero quizás el problema mayor ha sido encontrar un tiempo suficiente para digerir los muchos estímulos recibidos y verterlos en unas cuantas frases inteligibles. Había días que llegaba a la cama derrotado por el cansancio de largos viajes, innumerables encuentros y una temperatura abrasadora, sin ganas, por tanto, de sentarme ante el ordenador y teclear mi entrada diaria. Por eso, en la mayoría de los casos he confiado esta tarea a las primeras horas del amanecer, cuando todo está en calma y uno puede concentrarse con más facilidad. Espero que el esfuerzo haya merecido la pena para que mis amigos europeos y americanos hayan conocido un poco más la realidad de la Iglesia en Sri Lanka y en India, así como algunos aspectos de estos dos fascinantes países. Es verdad que desde aquí las cosas se ven de otra manera. Solo he necesitado un pequeño ordenador portátil, una conexión WIFI, y el deseo de estar en comunicación con mis amigos de todo el mundo. ¡Son las ventajas de la nueva era!


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