domingo, 10 de julio de 2016

El amor tiene más verbos que el rodeo

El tiempo romano ha durado poco. Regresé de África hace apenas una semana. Escribo de nuevo desde el continente negro. Llegué ayer a Libreville, la capital de Gabón, cuando el sol se estaba ya poniendo por el horizonte del océano Atlántico. Los atardeceres tropicales son muy cortos. Es como si la noche cayera en picado. El día comenzó a las 4 de la mañana en Roma. Luego, escala de tres horas en París y rumbo a África. Cada vez que sobrevuelo el inmenso desierto del Sahara me acuerdo de dos personajes que han influido en mi espiritualidad: Charles de Foucauld y Carlo Carretto. Los dos son hombres del desierto. En las inmensidades del Sahara se enfrentaron al Absoluto y acabaron seducidos. Dios los llevó al desierto para hablarles al corazón. Y ellos supieron responder con generosidad. 

Las lecturas del 15 Domingo del Tiempo Ordinario –y especialmente el evangelio– son tan jugosas que necesitaríamos todo el domingo para hacerlas nuestras. En el vídeo que pongo al final, Fernando Armellini nos ayudará a entender el trasfondo de la parábola del “buen samaritano”. Yo me limito, como suelo hacer cada domingo, a poner el foco en un solo punto. 

Del relato de Jesús me sorprenden los verbos. En el caso del sacerdote y del levita, todo se reduce a dos: dar un rodeo y pasar de largo. Son nuestros verbos cotidianos. Cada vez que percibimos una necesidad y no estamos dispuestos a atenderla hacemos lo mismo: damos un rodeo y pasamos de largo. Gastamos la existencia conjugando estos dos verbos que denotan insensibilidad, indiferencia, comodidad, cobardía, prisa, egoísmo… No afrontamos las cosas, no queremos complicarnos la vida, nos refugiamos en nuestra agenda. Alguien hará algo. 

El samaritano, por el contrario, tiene una gramática más rica. Jesús no ahorra detalles para describir su actitud. Emplea un mínimo de ocho verbos: lo vio (1), sintió lástima (2), se acercó (3), le curó las heridas con aceite y vino (4), se las vendó (5), lo montó en su cabalgadura (6), lo llevó a una posada (7) y lo cuidó (8). Aún podríamos añadir uno más: pagó la cuenta al posadero. Jesús está describiendo un amor que se despliega en los mil detalles de la vida concreta. Algo parecido hace san Pablo cuando habla de los rasgos del amor en su primera carta a los Corintios. El papa Francisco ha hecho un comentario detallado de este himno en la exhortación Amoris Laetitia. Lo aplica a los esposos, pero vale para todos: Nuestro amor cotidiano. Os invito a leerlo con calma.



Necesitamos personas que sepan conjugar estos verbos. Ver las necesidades de los demás, sentir compasión desde las entrañas, acercarse (no tener miedo al contagio), curar con el aceite del cariño y el vino de la alegría, vendar con ternura, acompañar, cuidar… ¿Es necesario hacer algún curso en alguna universidad para aprender a conjugar estos verbos? Los mejores hombres y mujeres los traen de serie y los van afinando con la práctica cotidiana. Los un poco ilustrados siempre corremos la tentación de practicar más el par de verbos levítico-sacerdotal: dar un rodeo y pasar de largo. Pero nunca es tarde para detenerse. Este domingo la palabra de Jesús es una invitación clara y delicada. 

No me olvido del vídeo de nuestro amigo Fernando Armellini. Algunos acabaréis aprendiendo italiano con sus explicaciones dominicales. O, por lo menos, un poco de exégesis, que nunca viene mal para enriquecer nuestra formación bíblica. 



Quizá este vídeo sin palabras ilustre con un ejemplo de hoy qué significa "ser humanos". 




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