miércoles, 13 de julio de 2016

No todo es igual

Vivimos en sociedades cada vez más plurales. Cuando yo era niño era muy raro ver a alguna persona de raza negra en el ambiente en que yo vivía. Hoy cualquier ciudad europea es, en mayor o menor grado, un caleidoscopio de razas, culturas y lenguas. Y lo mismo sucede en las comunidades religiosas. Aquí en Gabón, por ejemplo, hay misioneros claretianos de siete nacionalidades. Viven y trabajan juntos. Como es natural, esta diversidad es a menudo fuente de malentendidos y aun de conflictos. A veces, usando las mismas palabras nos estamos refiriendo a realidades distintas. No es un mero problema lingüístico sino cultural, de mentalidad. Por eso, hemos comenzado nuestra asamblea anual reflexionando juntos sobre cuatro principios de discernimiento que el papa Francisco presenta en la exhortación Evangelii gaudium (nn. 221-237). Son aplicables a diversas situaciones. Creo que, en conjunto, nos ayudan a desentrañar lo más importante en situaciones de diversidad y aun de conflicto. No se trata de lograr un imposible equilibrio entre dos polos opuestos o un compromiso (como se dice ahora en el campo de la política) sino de buscar siempre el bien mejor. Aunque todo puede ser valioso, no todo es igual. Aquí van, de forma telegráfica, los cuatro principios.
  • El tiempo es superior al espacio. La tentación de todos nosotros es acotar nuestro pequeño espacio –lo que controlamos– y vivir solo el presente, el famoso cortoplacismo. Este principio nos empuja, más bien, a trabajar a largo plazo, sin obsesionarnos con los resultados inmediatos. Las grandes obras requieren tiempo. Una planta no crece más rápido porque cada día tiremos de las hojas hacia arriba. Quienes no entienden este principio siempre buscan soluciones inmediatas, atajos, rebajas. Por el contrario, quienes ven la sabiduría que encierra, apuestan por la educación porque educar significa sembrar semillas en el presente para cosechar frutos en el futuro.
  • La unidad prevalece sobre el conflicto. Hoy somos muy sensibles a todo tipo de diversidad: cultural, política, lingüística, sexual, etc. No es fácil convivir con personas muy diferentes a nosotros. Es frecuente que surjan conflictos. El conflicto no se debe disimular, pero tampoco podemos quedar encerrados en él. La realidad nos empuja a la unidad, a buscar una nueva síntesis que, teniendo en cuenta la riqueza que cada uno aporta, se abra a la comunión. El objetivo último no es, pues, respetar la diferencia sino lograr que esa diferencia enriquezca el conjunto, contribuya a una unidad superior. La diferencia sin reconciliación es la excusa para perpetuar el conflicto.
  • La realidad es más importante que la idea. Nos gusta imaginar, soñar, planificar. Se suele decir que sin utopías no se avanza en la vida. Pero el riesgo de quedarnos en las nubes y de no pisar tierra es muy real. Una idea para que sea fecunda necesita encarnarse. A veces nos preguntamos por qué la gente no nos sigue. Una de las respuestas es: porque no pisamos tierra, no abordamos las cuestiones reales que preocupan a las personas, nos perdemos en un mar de palabras y conceptos. Este es uno de los grandes riesgos de las reuniones, congresos, encuentros, etc. Por eso suelen servir para muy poco.
  • El todo es superior a la parte. No se trata de defender una suerte de totalitarismo en el que el individuo quede anulado. Significa que los intereses particulares, por legítimos que sean, no pueden prevalecer sobre los intereses del conjunto. El modelo no es la esfera, en la que cada punto es equidistante del centro, sino el poliedro, que refleja la confluencia de todos los elementos parciales sin diluir su originalidad.

Estos principios pueden sonar a música celestial, pero cuando se los toma en serio ayudan mucho a lidiar con la diversidad, a distinguir entre lo importante y lo secundario, a dar más importancia a los procesos de largo alcance que a las acciones inmediatas, a aterrizar las propuestas para no ser víctimas de un nominalismo hueco, a no dejarse llevar por los intereses mezquinos, a buscar siempre la unidad: “Que todos sea uno, como tú y yo, Padre, somos uno”. 
Creemos en un Dios que es uno y diverso. Creados a su imagen, estamos llamados a vivir la unidad en la diverisdad o la diversidad en la unidad.

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