Cubiertos mis compromisos en Polonia e Italia, regreso a Madrid. El taxista que me ha traído al aeropuerto a las 6 de la mañana era el típico romano de periferia: simpático y charlatán. Hemos venido hablando sobre las grandes diferencias entre los italianos del Norte y los del Sur. Me contaba sus experiencias de trabajo en Lombardía y Véneto. Durante años trabajó como repartidor a domicilio de los premios que se conseguían en algunos concursos organizados por la RAI. En los domicilios de Milán lo recibían en la puerta y nunca le hacían pasar dentro. En los de Calabria o Apulia lo invitaban a café, le daban dulces y poco menos que hacían una fiesta familiar para acogerlo.
Son dos formas de entender la vida. La primera (muy influida por Austria) privilegia la disciplina, el orden y el trabajo. La segunda (de influencia griega, árabe y española) pone el acento en la hospitalidad, la conversación y la fiesta. No son excluyentes. Cada una desarrolla aspectos de la vida que son necesarios. Lo ideal sería combinarlos de manera equilibrada. Se puede ser disciplinado… y hospitalario. Se puede guardar el orden… y dedicar tiempo a la conversación. Se puede trabajar… y disfrutar de la fiesta. En fin, que he empezado muy pronto la jornada con una clase de antropología cultural.
Hoy se celebra la fiesta de san Benito Menni, el fundador de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús. Creo que no es muy conocido. Merece la pena descubrir su preocupación por las personas que padecían enfermedades mentales. Ayer, después de la cena, tuve otra interesante conversación con algunas hermanas que trabajan en centros de España e Italia. Todas coincidían en que están aumentando de manera muy llamativa estas enfermedades entre los jóvenes. No sé si se debe al estilo de vida que llevamos o al hecho de que hoy se diagnostican con mas precisión desórdenes que en el pasado pasaban desapercibidos.
En cualquier caso, se trata de una de esas periferias existenciales a las que el papa Francisco se refiere con frecuencia. Cada vez faltan más profesionales. Los estudiantes de medicina y enfermería no quieren adentrarse en este mundo complejo. Resulta muy desafiante y parece que el trabajo no está bien remunerado. Cuando muchos profesionales no quieren hacerse presentes o lo hacen sin vocación, por pura necesidad, las hermanas están ahí, caminando y conviviendo con personas que a menudo son rechazadas por sus mismas familias.
Siempre me ha producido mucho respeto el mundo de las enfermedades mentales. Recuerdo mis visitas a algunos centros psiquiátricos de Ciempozuelos o Palencia hace años. La primera impresión fue de un instintivo rechazo. Se requiere mucha paciencia y mucha humildad para escuchar (cuando es posible) a quienes todavía son conscientes de que algo en su cerebro funciona de manera desordenada. El sufrimiento que los acompaña es indecible. Por eso, la presencia de la Iglesia en esas periferias es tan necesaria (o más) que en las periferias de la pobreza material.
No es suficiente la buena voluntad. Se requiere una preparación específica y una motivación probada. Los Hermanos de San Juan de Dios y las Hermanas Hospitalarias han desarrollado una cultura del respeto, del cuidado y de la integración. El lema que las hermanas han elegido para su XXII Capítulo General resume estas actitudes: “Revestíos de entrañas de misericordia” (Col 3,17). Sin estas entrañas, es peligroso acercarse a personas que necesitan ser aceptadas incondicionalmente y acompañadas con delicadeza.
Es una realidad, difícil de aceptar, la de que “están aumentando de manera muy llamativa las enfermedades mentales entre los jóvenes”.
ResponderEliminarA medida de que voy conociendo casos, me lleva a preguntarme con que estamos colaborando en ello.
Trabajo duro y difícil de comprender el de cuidar de estos enfermos. Hay que llevar una vida serena y con entrega total.
Gracias Gonzalo por darnos a conocer la vida de este santo y de las personas que hacen patente su vocación.