miércoles, 8 de noviembre de 2023

La voz (y el ruido) de la calle


Vivo a pocos metros de la sede del PSOE en Madrid. Desde mi cuarto oigo perfectamente el ruido que se produce cada noche en la intersección entre las calles Ferraz y Marqués de Urquijo. Justo en la esquina se encuentra el santuario del Inmaculado Corazón de María. Ayer se hizo televisivo porque las cámaras de varias cadenas enfocaron repetidamente su fachada. Cada día que pasa se incrementa la participación popular en las marchas contra la previsible ley de amnistía y, por desgracia, también la violencia y las cargas policiales. 

Acabo de dar una vuelta por la zona. Aunque los servicios de limpieza han hecho su tarea, quedan todavía vidrios rotos por el suelo, botes de cerveza y algunas pegatinas adheridas a paredes y postes. Supongo que esta noche se repetirán las concentraciones. Algunos grupos ultras y antisistema aprovechan la ocasión para cobrar protagonismo y desfigurar las reivindicaciones con una estúpida violencia. A río revuelto… Está siendo muy cuestionada la actuación de la policía. Parece que recibe órdenes con las que no está de acuerdo. Hacía tiempo que no se usaban los gases lacrimógenos. 

Normalmente, cuando la gente se echa a la calle (en España, a diferencia de Francia o Italia, esto no es demasiado frecuente) es porque ha agotado las vías ordinarias para defender sus derechos o hacer oír su voz. La sede de la soberanía popular es el parlamento. Allí habría que concentrar el debate y buscar soluciones conjuntas. Cuando no se logra (o no se quiere lograr), entonces algunas personas recurren a la fuerza de la calle, recurso perfectamente legítimo mientras discurra de forma pacífica.


Episodios como los que estamos viviendo estos días en mi barrio (y en otros lugares de la ciudad y de España), más allá de la simpatía o antipatía que susciten, indican que algo no se ha hecho correctamente, que no se ha buscado el bien de la mayoría, sino intereses personales o particulares. Aunque sea legalmente posible, no es normal que una exigua minoría parlamentaria acabe imponiendo sus condiciones a la mayoría de los diputados y, por lo tanto, de los votantes a los que representan. Si esto se convierte en práctica habitual, es más útil sacar pocos votos (pero decisivos) que obtener abultadas mayorías. Creo que, más allá del caso concreto de la amnistía y otras condiciones exigidas por los partidos minoritarios, esto es lo que irrita a muchos ciudadanos porque les parece una quiebra del verdadero sentido de la democracia, aunque la aritmética parlamentaria permita  juegos malabares y mayorías heterogéneas. 

Anoche recibí varios mensajes de amigos advirtiéndome de que no participara en las manifestaciones callejeras y de que, si lo hacía, tuviera cuidado para no verme envuelto en actos de violencia. Para acceder a la puerta de mi casa, era necesario ser acompañado por uno de los policías que cortaba el acceso a la calle. No era suficiente con decir que yo vivía allí.


Aunque las temperaturas en Madrid están siendo frías, como corresponde a esta estación, en realidad estamos teniendo un otoño caliente. Estas manifestaciones son solo luces rojas que se encienden para hacer ver que vivimos una emergencia social. Creo que se equivocan los políticos que las interpretan solo como pequeñas e inofensivas maniobras de la caverna económica y mediática madrileña. Acostumbrados a que “todo da igual” y que, con una buena propaganda, la gente acaba comulgando con ruedas de molino, algunos se han sorprendido de este estallido callejero. En realidad, es solo una pequeña muestra del descontento y del hartazgo que percibo en una buena parte de la población (incluidos algunos votantes socialistas) y que va más allá de los últimos acontecimientos. Tiene que ver con el caudillismo de un líder que envuelve con retórica democrática sus intereses particulares.

No se puede estirar impunemente la cuerda creyendo que nunca se va a romper y que es posible hacer lo que a uno le dé la gana porque, a cambio de innúmeras concesiones, domina la aritmética parlamentaria y dispone de un invencible manual de resistencia. La gente es paciente, pero no tonta. Franqueadas ciertas líneas, se revuelve y protesta. Que en esa revuelta se mezclan las churras con las merinas (las reivindicaciones legítimas con los ataques antisistema) es evidente e indeseable. Por eso, se necesita no echar más leña al fuego, apelar a la sensatez de todos y buscar cauces de gobernabilidad que no pongan el sistema contra las cuerdas y despierten atávicos resentimientos. No sé si hay muchos políticos dispuestos a ello. Me parece que el principal responsable no está por la labor. 


3 comentarios:

  1. Yo no entiendo de política, pero creo que son momentos difíciles y complicados con la incógnita de cómo acabará todo.
    La situación me recuerda, por ambas partes, lo que leemos en la Biblia de que “Esaú vende su progenitura a su hermano por un plato de lentejas”.

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  2. Me da mucho miedo el uso permanente de los términos democracia, constitución o libertad aplicados a una actuación concreta y no a los principios que motivan. Manoseamos demasiado las palabras. Recuerdo que con 14 o 15 años, la primera manifestación en la que participé, el lema era "Amnistía, libertad, estatuto, autonomía". Mismas palabras, distintos momentos y distinto significado. Muchos de los que entonces pedían amnistía, hoy la condenan. ¿Qué ha cambiado?
    La amnistía, en si misma, no es mas o menos democrática y justa. Todo depende de nuestra percepción del delito. A veces percibimos situaciones de manera mas indulgente que otras. Por ejemplo los delitos contra la hacienda pública que se perdonaron con las sucesivas amnistías fiscales (hay pocas cosas mas antipatriotas que evadir impuestos) se ven con mayor tolerancia que los delitos asociados a la voluntad de secesión y la sedición.
    Creo que corresponde a todos dar un paso atrás, debatir desde los principios y exponer nuestra opinión desde el respeto, a sabiendas de que no todas las percepciones son iguales y la nuestra no es necesariamente la mas digna.
    Supongo que esto interesa poco los compradores de votos y privilegios pero es algo que los ciudadanos debemos reclamar. En la era de los mensajes cortos el "branding", el "clickbait" y la generación de contenido y movilización es necesaria la pausa y la reflexión.
    No puede ser que unos intenten que aceptemos un chantaje aunque lo que se pida sea debatible y otros muevan a la movilización, con los riesgos que conlleva, sin entrar a debatir en profundidad.
    Desde los principios cristianos siempre debemos estar cerca del perdón. Es un imperativo. El patriotismo no es un imperativo.

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  3. Creo que escribí algo al respecto Los ánimos se van calmando gracias a Dios. Y en cuánto a política a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César Lo que pasa y ya que hablas de política es que las derechas no pueden soportar no gobernar. Ya les llegará su turno. Saludos

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