viernes, 8 de septiembre de 2023

Nacer de nuevo


Me gusta escribir sobre María. Lo he hecho muchas veces en este blog. Y no porque crea -como parece que decía san Bernardo y repetía a menudo san Luis María Grignion de Monfort- que “de Maria nunquam satis” (nunca hablamos lo suficiente acerca de María), sino porque Jesús sigue naciendo en nosotros (por la fe) “ex Maria virgine” (de María virgen). No podemos creer en Jesús sin dejar que María lo engendre en nosotros. Donde hay una experiencia genuina de Jesús, María aparece como vientre que genera al Verbo, como discípula que escucha la Palabra y la cumple, como madre que aglutina a la comunidad, como arquetipo de la gloria que nos aguarda. 

Hoy celebramos la natividad de la Virgen María, fiesta grande en muchos pueblos y ciudades que cantan a la madre de Jesús con distintas advocaciones: Nuestra Señora del Pino (Canarias), Virgen de la Peña (Ciudad Rodrigo), Virgen María de la Fuensanta (Córdoba), Nuestra Señora de la Cinta (Huelva), Nuestra Señora de Covadonga (Oviedo), Nuestra Señora de la Victoria (Málaga), Virgen del Cobre (Santiago de Cuba), Virgen del Coro (San Sebastián), Virgen de Nuria (Queralbs, Gerona), Santa María de la Vega (Salamanca), Nuestra Señora de los Remedios (Mondoñedo-Ferrol), Nuestra Señora de Soterraña (Ávila y Segovia), Virgen de Riánsares (Tarancón, Cuenca), Virgen de las Viñas (Aranda de Duero)… y muchas otras.


No celebramos el “cumpleaños” de María (como a veces se dice popularmente), sino su “natividad”. Solo de Jesús, de María y de Juan el Bautista celebramos en la liturgia el día del nacimiento. De Jesús y de Juan conocemos algunos detalles muy teologizados. El Nuevo Testamento no dice nada del nacimiento de María. Ella entra en escena cuando ya es una jovencita, en el relato de la anunciación, que es, en el fondo, el relato de su llamada. Sin embargo, la tradición de la Iglesia no ha querido pasar por alto el momento en el que María viene a este mundo en el seno de una piadosa familia judía. De este modo, pone de relieve que la madre de Jesús se inserta en el pueblo de Israel y participa de las promesas de Dios.


Hoy es un buen día para recordar nuestro propio nacimiento. El dolor del parto dio lugar a la alegría de un nuevo ser. Todo nacimiento es como un símbolo del misterio pascual. Se sale del “sepulcro” del vientre materno a la “nueva vida” en el mundo exterior. Este tránsito es doloroso, pero es al mismo tiempo portador de alegría, de esperanza, de futuro. Nacer es siempre eso: atravesar una puerta estrecha para entrar en un mundo nuevo. A menudo, preferimos permanecer en el seno materno, protegidos del mundo exterior, encerrados en nuestra placenta de comodidad. Pero la vida de fe implica sucesivos “nacimientos” a lo largo de nuestra vida, rupturas de la seguridad y procesos de salida. 

Algo parecido es lo que está viviendo hoy la Iglesia en medio de muchas tensiones. Quisiéramos nacer a un modo nuevo de ser comunidad de Jesús, pero preferimos permanecer en la rutina de siempre. Nos asustan los dolores del parto y la inseguridad de no saber cómo vivir en la nueva cultura. Sin embargo, sabemos muy bien que “el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios” (Jn 3,3). Le pedimos a la Virgen María, en la fiesta de su nacimiento, que nos ayude a superar los miedos y a fiarnos plenamente del Espíritu de Dios.

Canten hoy, pues nacéis vos,
los ángeles, gran Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Canten hoy, pues a ver vienen
nacida su Reina bella,
que el fruto que esperan de ella
es por quien la gracia tienen.

Digan, Señora, de vos,
que habéis de ser su Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Pues de aquí a catorce años,
que en buena hora cumpláis,
verán el bien que nos dais,
remedio de tantos daños.

Canten y digan, por vos,
que desde hoy tienen Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Y nosotros, que esperamos
que llegue pronto Belén,
preparemos también,
el corazón y las manos.

Vete sembrando, Señora,
de paz nuestro corazón,
y ensayemos, desde ahora,
para cuando nazca Dios. Amén.

 

 

1 comentario:

  1. Que bien me vienen estas palabras que escribes: “No podemos creer en Jesús sin dejar que María lo engendre en nosotros.”
    Gracias Gonzalo por comunicar tu experiencia mariana.

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