miércoles, 13 de septiembre de 2023

Hágase tu voluntad


La figura de san Juan Crisóstomo, cuya memoria celebramos hoy, no es muy popular. Y, sin embargo, vivió una vida apasionante. Es uno de los cuatro grandes padres de la Iglesia de Oriente, junto con Atanasio de Alejandría, Basilio el Grande y Gregorio Nacianceno. Murió el 14 de septiembre del año 407. En el Oficio de Lecturas de hoy leemos un fragmento de la homilía que pronunció antes de partir para el destierro. Escojo los párrafos que me parecen más iluminadores para nuestra situación:
“Muchas son las olas que nos ponen en peligro, y una gran tempestad nos amenaza: sin embargo, no tememos ser sumergidos porque permanecemos de pie sobre la roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca; aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca de Jesús. Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte? Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. ¿El destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena. ¿La confiscación de los bienes? Sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él. Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No temo la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos de vivir, si no es para vuestro bien espiritual. Por eso, os hablo de lo que sucede ahora exhortando vuestra caridad a la confianza”.

Para Juan Crisóstomo no hay situación humana que pueda hacer naufragar la barca de Jesús. Para cada posible crisis encuentra luz y fuerza en la Palabra de Dios. Hoy, atemorizados también por los problemas internos que vivimos en nuestra Iglesia y por los ataques externos, necesitamos redoblar una confianza como la de Juan Crisóstomo. Esta confianza no va a venirnos de los éxitos o de las estrategias humanas, sino de la escucha atenta de la Palabra de Dios. Quien se alimenta de ella encuentra sentido a todo lo que sucede, incluyendo las situaciones adversas. Lo importante es reconocer que Cristo nunca abandona a su comunidad:
“Cristo está conmigo, ¿qué puedo temer? Que vengan a asaltarme las olas del mar y la ira de los poderosos; todo eso no pesa más que una tela de araña. Si no me hubiese retenido el amor que os tengo, no hubiese esperado a mañana para marcharme. En toda ocasión yo digo: «Señor, hágase tu voluntad: no lo que quiere éste o aquél, o lo que tú quieres que haga». Éste es mi alcázar, ésta es mi roca inamovible, éste es mi báculo seguro. Si esto es lo que quiere Dios, que así se haga. Si quiere que me quede aquí, le doy gracias. En cualquier lugar donde me mande, le doy gracias también”.
Vivimos en una cultura que ha sacralizado la propia voluntad. Creemos que seremos más felices cuando hagamos nuestra real gana. Y, sin embargo, el secreto de la existencia consiste en estar abiertos a la voluntad de Dios. Lo que Él quiera siempre será el supremo bien para nosotros. Los santos de ayer se convierten en maestros de hoy. Expuestos a crisis y persecuciones, han madurado su fe. Por eso, su palabra tiene la fuerza de quien ha sido pasado por el crisol de la prueba. No suena a consejo barato, sino a palabra de vida. Necesitamos apreciar más el tesoro de los grandes testigos en la historia de la Iglesia.




2 comentarios:

  1. Gracias por el mensaje que nos transmites de que “necesitamos redoblar una confianza como la de Juan Crisóstomo.” Y recordarnos que “Esta confianza no va a venirnos de los éxitos o de las estrategias humanas, sino de la escucha atenta de la Palabra de Dios.” Y también recordarnos que “… lo importante es reconocer que Cristo nunca abandona a su comunidad…”
    Gracias Gonzalo por la fuerza con que te haces portavoz de los santos de ayer… me hace bien.

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  2. Gracias, Padre Gonzalo, por tanto bien formativo, en Tu Palabra, Tocada por la Gracia de Dios y la asistencia espiritual de los Santos!!

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