viernes, 24 de diciembre de 2021

Esta noche va a nevar

Llueve suavemente sobre Madrid. Mientras escribo, escucho el Happy Christmas (War is over) de John Lennon. Es una forma de colocarme en “modo Navidad”. Acabo de celebrar la última Eucaristía del tiempo de Adviento en la comunidad de las Concepcionistas de la calle Princesa. Delante del altar había un pesebre vacío, a la espera de que el Niño nazca esta noche. De regreso a casa, veo una enorme lona publicitaria en la que aparece un diablo en el pesebre de Belén. Alguien ha recortado el rostro creando un enorme vacío. La provocación es uno de los ingredientes de la Navidad secular. No hay por qué alarmarse. Jesús ha sido, es y será siempre un “signo de contradicción”. 

A pesar del incremento constante de contagios, mucha gente se ha puesto en camino. Puede más el deseo de encontrarse que los riesgos sanitarios. Las previsiones meteorológicas hablan de lluvias generalizadas, pero no de nieve. La temperatura es suave. 

Y, sin embargo, esta noche va a nevar. Sí, va a nevar la gracia abundante de Dios sobre el suelo humano. La liturgia no solo conmemora un hecho del pasado, sino que lo actualiza en el presente. No es fácil explicar este sentido fuerte de la Navidad. Se nos va casi todo en efluvios sentimentales y en excesos decorativos. Lo esencial es que Dios sigue naciendo. La historia está preñada de gracia.

Recuerdo muchas nevadas de mis años de infancia. Antes de que comiencen a caer los primeros copos se produce un gran silencio, como si la creación entera se dispusiera a acoger con admiración el manto blanco caído del cielo. Un silencio parecido es el que necesitamos para acoger al Dios que desciende sobre nosotros como una sinfonía de blancos y delicados copos. No concibo la alegría de la Navidad sin el silencio que la precede. En algunos países de larga tradición cristiana, el 24 de diciembre es un día de ayuno y oración. En España es un día de viajes, compras, preparativos y prisas. En vez de llegar a la Navidad serenos y receptivos, solemos llegar exhaustos y a veces prematuramente hastiados. 

¿Cómo caer en la cuenta de que no hay Palabra sin silencio? Cuando mañana leamos en el Evangelio de Juan que “la Palabra se hizo carne” (Jn 1,14) quizá no comprendamos el alcance de estas palabras porque no hemos tenido un tiempo de silencio para acogerlas y rumiarlas. Entre los varios regalos que nos hacemos en estos días, ¿podríamos regalarnos un poco de silencio contemplativo? Yo procuro reservarme un tiempo antes de las primeras vísperas de la Navidad y de la tradicional cena de Nochebuena. Es probable que este año agarre mi paraguas y me pierda caminando por el cercano parque del Oeste o entre en alguna de las iglesias del centro y me quede un rato tranquilo.

Desde hace días me van llegando muchas felicitaciones: algunas por correo ordinario; la mayoría, por vía digital. Las fórmulas son variadas. Algunos de mis amigos se inclinan por mensajes genéricos que hablan de “felices fiestas” o “feliz Navidad”. Otros eligen motivos icónicos llamativos que ellos mismos han creado o que han encontrado en Internet. No faltan quienes añaden frases bíblicas o citas de autores como C.S. Lewis, Miguel de Unamuno, Gerald Hopkins, Pedro Casaldáliga, el papa Francisco o algún Padre de la Iglesia. A todos les agradezco su recuerdo, su creatividad y sus buenos deseos.

Reconozco que a mí me da pereza felicitar la Navidad. Casi nunca dispongo de la tranquilidad suficiente para personalizar estos pequeños mensajes de augurio. Me gustaría aprovechar la ocasión para regalar unas palabras especiales a cada uno de mis parientes y amigos, pero eso me llevaría un tiempo del que no dispongo. Por eso, aprovecho las entradas del blog para compartir algún mensaje personal. 

Siento que esta noche va a nevar. Sin saber cómo, descubriremos que, como nieve discreta, “se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres” (Tit 2,11). Pero, para que este descubrimiento nos cale, necesitamos silencio, capacidad contemplativa, despojamiento interior, apertura a los demás y humildad, mucha humildad.

No hagáis caso de las previsiones meteorológicas de la televisión, ni de los termómetros de vuestras casas. Es claro que esta noche va a caer sobre la tierra una copiosa nevada de bendiciones. ¿No lo percibís ya en el ambiente?


No hay comentarios:

Publicar un comentario

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.