lunes, 8 de noviembre de 2021

La voz del silencio


Es probable que algunos lectores del Rincón de Gundisalvus os hayáis preguntado por qué no he escrito en los últimos días. La respuesta es muy sencilla: porque he estado retirado. Tres días perdido en una cabaña permiten ajustar las coordenadas. Es más fácil encontrarse con uno mismo, con los demás, con la naturaleza, con el tiempo… y con Dios. En realidad, no sé si es “más fácil”. Lo que puedo atestiguar es que todo cobra una intensidad única. El silencio sabe a silencio; las palabras recobran su fuerza; los gestos adquieren significado sacramental. Rezar laudes junto a un castaño con el sol de frente permite comprender que todo nuevo día es un signo de la permanente resurrección que es la vida del ser humano y del mundo. Extasiarse contemplando un arroyuelo que salta entre rocas de granito evoca la fuerza de la vida incluso en situaciones desesperadas.

Degustar un plato de setas recolectadas en el pinar y regadas con un vino de solera nos introduce en la fiesta de la vida sin necesidad de grandes dispendios. Celebrar la Eucaristía junto al fuego de una chimenea al caer la tarde recuerda a los discípulos de Emaús cenando con Jesús. Evoca también la “fracción del pan” que los cristianos practicaban en las casas (cf. Hch 2,42-46). Caminar por senderos que serpean entre robles, pinos y castaños y conversar horas interminables junto al fuego ayuda a entender que la vida misma es un camino y que no podemos recorrerlo en solitario, que nos necesitamos unos a otros.

Vuelto a la normalidad de Madrid, tras días hermosos de apagón informático e informativo, me entero con tristeza de que una niña de seis años murió atropellada en un colegio de la capital hace unos pocos días. Sus padres son amigos de unos amigos míos. El dolor llama a la puerta. Solo la fe permite afrontarlo con serenidad. Alguno de los sintecho que dormía en su casita de cartones al final de mi calle ya no está. Es posible que haya muerto, pero  lo más probable es que los servicios sociales le hayan proporcionado un hogar o que haya buscado otro rincón más resguardado en estos días de frío. Reviso los correos y mensajes de WhatsApp acumulados. Me llegan nuevos compromisos para los próximos meses, pero también historias conmovedoras, como la de María del Mar García Garrido que me envía una amiga, asidua lectora del Rincón, y amiga a su vez de esta valiente mujer que padece una extraña enfermedad no diagnosticada. 

¿Dónde está Dios? ¿Está en la belleza de una cabaña perdida en la sierra y en la majestuosidad de unos picos cubiertos con las primeras nieves? ¿O está, sobre todo, en el dolor de unos padres jóvenes que lloran la muerte de su hijita atropellada y en la vida de una mujer que padece una incurable enfermedad? ¿Está en la sencillez sobrecogedora de una Eucaristía junto al fuego o está, sobre todo, en la trayectoria de un amigo mío que busca a tientas un nuevo rumbo en su vida después de haber visto con claridad lo que tiene que dejar?

Cada vez me convenzo más de que Dios nos habla en los acontecimientos de la vida. Mientras nosotros buscamos signos más o menos claros o espectaculares, él se nos insinúa en los pliegues de lo que nos pasa. A veces su voz tiene el timbre de una insatisfacción de fondo que nos va despegando del estilo de vida que llevamos. Otras, se hace el encontradizo en la experiencia de una enfermedad o de un accidente inesperado. Casi siempre se sirve de algunas personas cercanas para manifestarnos su amor a través de pequeños detalles de cercanía y comprensión. 

Ser creyente consiste en aprender a descifrar esta gramática divina de la vida cotidiana. Mi retiro en la montaña me ha ayudado a repasar este libro, pero soy consciente de que mi vida, como la de todos, se desarrolla en el valle de la cotidianidad. Mi sueño es compartir el camino de lo cotidiano, codo con codo, con todos aquellos que no logran ver la huella de Dios en todo lo que viven, que son prisioneros de sus prisas, inquietudes, miedos o adicciones. Mi retiro en la montaña me ha ayudado a caer en la cuenta, una vez más, de que el tapiz de nuestra vida tiene siempre dos caras. Por el revés solo vemos hilos de colores entrecruzados. Cuando nos fijamos en el envés percibimos el diseño hermoso que Dios ha ido confeccionando. Creer es, en definitiva, contemplar esa figura para que los hilos deshilachados del revés no nos suman en un mar de dudas y angustias. Creer es confiar en que Dios sabe sacar una obra de arte incluso de nuestros propios errores y desperdicios.



3 comentarios:

  1. Muchas gracias Gonzalo por tanto compartido… Hay mucho para reflexionar… Entiendo que es importante saber escuchar a través del silencio, todo aquello que no alcanzamos a escuchar en medio del ajetreo de cada día, necesitamos una pequeña “parada” en algún momento del día… Observo que haces hincapié en el no recorrer nuestro camino en solitario. Un camino en el que podemos estar dispuestos a dar y también a recibir.
    Me quedo, con varias de las frases que has escrito:
    “… Él se nos insinúa en los pliegues de lo que nos pasa…”
    Ser creyente consiste en aprender a descifrar esta gramática divina de la vida cotidiana.
    Creer es confiar en que Dios sabe sacar una obra de arte incluso de nuestros propios errores y desperdicios.
    Mi sueño es compartir el camino de lo cotidiano, codo con codo, con todos aquellos que no logran ver la huella de Dios en todo lo que viven, que son prisioneros de sus prisas, inquietudes, miedos o adicciones.
    La vida misma es un camino y que no podemos recorrerlo en solitario, que nos necesitamos unos a otros.

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  2. Hola a todos!

    Soy María del Mar García Garrido, a aquella que estuvo en “Ultimas preguntas” y solo quería rematar con que muchas veces vemos solo tragedias, hay que leer más allá. Tan solo son bendiciones disfrazadas.

    Mucho ánimo a cada uno de los lectores de este blog.

    ¡Feliz día de la Almudena!

    Un fuerte abrazo,

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    1. ¡Qué privilegio contar con tu testimonio y tus palabras en este humilde blog! MUCHAS GRACIAS por ser un canto a la vida, un signo de la presencia de Dios en nuestro mundo.

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