La semana empieza con el recuerdo del retiro que tuvimos durante el fin de semana. Fueron apenas
dos días de meditación, silencio, diálogo y celebración. Lo que más me gusta de
una experiencia como esta es que está abierta a todos. Es un retiro para
personas de cualquier edad, mentalidad, ideología, condición social, etc. No pretende
moldear a nadie según un patrón determinado y mucho menos crear una especie de movimiento
alternativo. Es solo una breve pausa en el camino para que cada uno podamos
regresar a nuestro hogar, parroquia o comunidad con un nuevo impulso espiritual
y evangelizador. Este año el segundo retiro de los amigos del Rincón de Gundisalvus ha coincidido en
el tiempo con el multitudinario congreso de laicos celebrado en Madrid bajo el título
Pueblo de Dios en salida.
El nombre indica con claridad lo que se pretende: redescubrir la Iglesia como “pueblo
de Dios” en el que los laicos tienen una vocación específica y acentuar el
carácter evangelizador –“en salida”– en un contexto de fuerte secularización,
pero también de búsqueda espiritual. En
más de una ocasión a lo largo de nuestro retiro hicimos mención a este congreso
que ha sido como una llamada
urgente a la misión y oramos por los participantes y por su fruto.
He caído en la
cuenta, una vez más, de que hoy no es posible vivir la fe en solitario.
Necesitamos crear vínculos entre nosotros, propiciar lugares de encuentro, apoyarnos
mutuamente. La única manera de vivir como un “resto” profético y no como “residuos”sobrantes es cultivar la dimensión comunitaria de la fe, evitando crear grupos
monocolores o demasiado homogéneos. Los monocultivos parecen más fecundos a primera
vista, pero a largo plazo esterilizan el terreno. Lo mismo sucede con la
Iglesia. Nuestra realidad es muy plural. Tenemos que aprender a sacar partido
de la diversidad. Por eso, me gusta tanto que en nuestros retiros haya jóvenes,
personas de mediana edad y mayores; laicos, consagrados y sacerdotes; personas
con una buena formación y otras con formación básica; hombres y mujeres de
experiencia y personas que buscan… Un retiro de este tipo es como un laboratorio
para ensayar una espiritualidad de respeto, encuentro y diálogo que nos prepare
para vivir la fe en una sociedad muy pluralista en la que uno de los problemas
principales es la dificultad de entendimiento entre quienes piensan de manera
diferente. El papa Francisco lo repite mucho, hasta el punto de convertirse en
un tópico manido: los cristianos somos constructores de puentes, no de muros. Es
más que una frase ocurrente. Indica una forma de entender la fe y las
relaciones sociales.
Respecto del
silencio percibí posturas diferentes. Hay personas que estaban ansiando un
tiempo prolongado de silencio para orar, meditar, pasear, etc. A otras se les
hizo demasiado largo. Es normal tratándose de un grupo tan heterogéneo. No es
fácil encontrar un modelo que satisfaga a todos al cien por cien. De todos
modos, para mí es inconcebible un retiro que no reserve tiempos prolongados
para el encuentro con uno mismo y con Dios. La tentación es siempre rellenar
los dos días a base de meditaciones, charlas y ejercicios, aplicando al campo
espiritual el mismo modelo consumista que domina en la vida social. No se trata
de acumular muchos elementos, sino de asimilar los esenciales. Y no hay
asimilación serena y provechosa sin silencio. Quizás el próximo año podremos
trabajar más este aspecto. ¿Qué decir de las celebraciones y del canto? Nos han
permitido saborear la liturgia sin prisas, subrayando cada elemento y abriéndola
a la participación de todos. La guitarra de Juan ha puesto ritmo y belleza a
nuestra plegaria. A las pocas horas de terminar el retiro, cuando ya todos
estaban en camino hacia sus casas o habían llegado ya, recibí este WhatsApp de uno de ellos: “Muchas gracias por este maravilloso finde
vivido en vuestra casa. Que sepas que has creado un estándar de Encuentro, híbrido
entre lo digital y lo vivencial, entre la fe y lo palpable con los sentidos”. No había caído en la cuenta, pero creo que es verdad. A lo largo del año, este Rincón nos une en la gran plaza de Internet. Una vez al año nos juntamos físicamente para reforzar la comunión y orar juntos. Quizás es una fórmula que puede dar más frutos. Gracias. Cada uno regresamos a casa con un ejemplar del librito Claret contigo, que nos proporciona un pensamiento de san Antonio María Claret y un comentario actualizado para cada día del año. Es otra manera de mantener el fuego encendido y abierta la pregunta: ¿qué quieres de mí, Señor?