viernes, 7 de julio de 2023

Nos vamos de Aranda

Fachada del antiguo colegio Corazón de María de Aranda de Duero
Durante la noche pasada recibí un WhatsApp de un amigo mío obispo. Me enviaba el siguiente enlace y añadía una pregunta y una exclamación: “¿Es esto verdad? ¡Qué pena!”. Pues sí, es verdad. A partir de septiembre, los claretianos dejaremos la comunidad de Aranda de Duero. Tanto mi amigo el obispo como yo fuimos alumnos del antiguo colegio Corazón de María de esa villa ribereña a finales de los años 60. Compartíamos pupitre e inquietudes. Después emprendimos rumbos diferentes. Él se encaminó al seminario diocesano de Burgos. Yo opté por los claretianos. Me atraía mucho la vocación misionera. 

El colegio estaba ubicado en el palacio del obispo de Osma. Fue demolido en los años 70. Se construyó el nuevo Colegio Claret en una finca cercana, al otro lado del río Arandilla. Y también se edificó un nuevo complejo (que comprende la residencia de la comunidad y la iglesia Corazón de María) situado a pocos metros de la antigua ubicación en la plaza Primo de Rivera. 

Ahora, después de más de 125 años de presencia en la capital de la Ribera del Duero, los claretianos nos vamos, aunque el colegio seguirá funcionando con un equipo de laicos. Confieso que esta noticia, aunque conocida de antemano, me produce tristeza.  De no haber sido por aquel colegio y aquella comunidad, no sé si yo hubiera conocido a los claretianos. La decisión de irnos se inscribe dentro de un plan de revisión de nuestras posiciones apostólicas. El envejecimiento progresivo y la escasez de nuevas vocaciones no permiten garantizar nuestra presencia en todos los lugares donde hasta ahora estábamos.

Iglesia Corazón de María en Aranda de Duero
Cada año hay unos mil religiosos menos en España. Actualmente somos algo más de 33.000. No dispongo de cifras sobre el número de casas que se cierran, pero el goteo es constante. Se cierran monasterios de clausura, conventos de diverso tipo y, sobre todo, casas de congregaciones apostólicas. Igual que hubo décadas de gran crecimiento (sobre todo, en los años 50 y 60 del siglo pasado), ahora estamos viviendo una etapa de claro decrecimiento. La multisecular historia de la vida religiosa nos muestra que no es la primera vez que se produce un fenómeno de este tipo. En el siglo XIX, por ejemplo, fueron prohibidas las órdenes y congregaciones religiosas en España. Después hubo una fuerte reacción y se multiplicaron las fundaciones de todo tipo. 

No sabemos lo que pasará dentro de veinte o treinta años en Europa, pero las previsiones apuntan a una vida religiosa muy minoritaria. Los religiosos seguiremos dejando la gestión de las grandes estructuras pastorales y asistenciales (colegios, hospitales, centros sociales, editoriales, etc.). Algunas pasarán a asociaciones laicales o a estructuras diocesanas. Otras, una vez cumplido su ciclo histórico, desaparecerán.


Muchas personas se sienten desconcertadas y se preguntan qué le está pasando a la vida religiosa. Los más críticos sostienen que el descenso numérico actual es la consecuencia lógica de una pérdida de autenticidad. En otras palabras: los religiosos habríamos cavado nuestra propia tumba porque, después del Vaticano II, no hemos sido fieles a nuestro carisma original y nos hemos mundanizado. 

El diagnóstico es terminante, pero las cosas no son tan sencillas. Hay muchos factores que concurren, además de nuestra posible falta de testimonio y credibilidad. Son bien conocidas: descenso demográfico en la sociedad española, secularización creciente desde los años 60, abundancia de propuestas de vida, mayor aprecio de la vocación laical y falta de una propuesta nueva y atractiva que no pase solo por hacer cosas, sino por ser seguidores de Jesús reproduciendo su estilo de vida. A veces, los mismos cristianos que se quejan de que los religiosos disminuyen son los primeros que suelen poner trabas a que algunos de sus hijos o hijas abracen este peculiar estilo de vida. 

Los religiosos no caen del cielo. Surgen en el seno de familias y comunidades cristianas. Y también, por reacción, en contextos donde uno nunca imaginaría que podrían surgir. En cualquier caso, esta es la etapa histórica que nos ha tocado vivir. No está dicho que no podamos hacerlo con serenidad y alegría. San Antonio María Claret, el fundador de mi congregación, escribiendo al segundo superior general en 1858, nueve años después de la fundación, le decía: “Es verdad que nuestra Congregación es pequeñita, pero no importa; vale más que seamos pocos, bien unidos y fervorosos, que muchos y divididos. Con el tiempo ya se aumentará”. Creo que este criterio sigue siendo válido hoy.

3 comentarios:

  1. El Señor llamará a sus hijos por la tarde a trabajar en la viña, allí estaremos los lacios,

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  2. Donde estemos ,como seguidores de Jesús, ya no importa el número, lo que es Esencial es que estemos bien unidos y pertrechados en la oración al Padre.

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  3. Un tema difícil de saber por dónde vamos. Hay muchas situaciones que llevan a la pregunta: “Señor, ¿qué nos estás diciendo hoy?” El problema radica en que no entendemos “su lenguaje”… y esto nos incluye a todos.
    ¿Mayor aprecio de la vida laical?, no creo que vaya por ahí… Más creo que se viven las alternativas como competencia, no como complementariedad…
    Gonzalo, creo que mucho va por donde dices: “falta de una propuesta nueva y atractiva que no pase solo por hacer cosas, sino por ser seguidores de Jesús reproduciendo su estilo de vida.”
    Esta reflexión nos lleva a analizar nuestros comportamientos y nuestro testimonio a todos los que nos llamamos “creyentes” ¿En qué somos impedimento? Gracias Gonzalo.

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