
Cuando hacemos una lista con las virtudes que más apreciamos solemos incluir la caridad, la humildad, la prudencia, la fortaleza… A esta lista Jesús añade en el evangelio de este XXV Domingo del Tiempo Ordinario una que no suele figurar en el ranking virtuoso: la astucia o la sagacidad. Mientras cuenta la parábola del administrador injusto, añade que “el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia”. En realidad, el texto griego no utiliza el sustantivo “astucia”, sino el adverbio “phronímos”, que significa “sagazmente”, “prudentemente”.
Es obvio que Jesús no defiende la conducta corrupta del administrador, sino su capacidad de aprovechar la oportunidad, de discernir lo más conducente a su objetivo de sobrevivir con dignidad tras ser despedido por su amo. Acostumbrado a administrar, no estaba preparado para otros menesteres más onerosos. Lo confiesa sin pudor: “Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza”. Por eso, busca una salida honrosa. Jesús reconoce que “los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz”.

¿Cómo podríamos aplicar hoy esta difícil parábola a nuestra situación? Para ello, tendríamos que partir de la última frase de Jesús en el evangelio: “No podéis servir a Dios y al dinero”. En otras palabras: el ser humano no puede tener simultáneamente dos dioses porque “o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo”. Si bien la codicia del dinero siempre ha sido una tentación humana, hoy ha adquirido proporciones inimaginables. El sueño de muchos adolescentes es “ser millonario”. Si no lo pueden lograr siendo futbolistas de élite o actrices de renombre, siempre pueden intentarlo en el mundo digital de los influencers o de quienes se venden en páginas “para adultos”.
Así como otras pasiones van menguando con los años, la codicia es insaciable. Recuerdo que Camilo José Cela, el premio Nobel de Literatura (1989), contaba que, desde adolescente, había aprendido que para ser virtuosos tenemos que dejar los vicios. Sin negar este consejo, él recordaba que un sagaz cura gallego, amigo suyo, le dijo que, con la edad, son los vicios los que nos dejan a nosotros (pensemos, por ejemplo, en la lujuria o la gula), excepto dos que se mantienen activos hasta el final: la envidia y la codicia. Jesús conocía bien estos entresijos del alma humana; por eso, nos pide que seamos sagaces, que no caigamos en la tentación de dejarnos dominar por la codicia del dinero porque entonces nuestro corazón nunca, absolutamente nunca, va a estar satisfecho.

Ser astutos o sagaces significa, pues, ser capaces de distinguir entre el camino de Dios y el camino del dinero y aprovechar aquellas actitudes y acciones que nos permiten recorrer expeditos el primero y evitar el segundo. Si damos culto al dios dinero y para ello “pisoteamos al pobre y eliminamos a los humildes del país” (primera lectura del profeta Amós), Dios nos anuncia su modo de actuar: “No olvidaré jamás ninguna de sus acciones”. Ninguna afrenta a los pobres quedará impune por más que en este mundo parezca lo contrario.
En cualquier caso, el Dios en el que creemos no se gloría en nuestro fracaso porque “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (segunda lectura de la primera carta de Pablo a Timoteo). Ser astutos y sagaces significa darnos cuenta de esto antes de que sea demasiado tarde, no dejarnos seducir por la avaricia ciega, comprender lo que conduce a la vida y lo que empuja a la muerte. Igual que los “hijos de las tinieblas” saben hacer negocio con todo para engrosar sus arcas (pensemos en algunos de los multimillonarios mundiales), los “hijos de la luz” debemos espabilarnos para aprovechar todo lo que pueda ayudarnos a vivir como hijos de Dios. Esta astucia evangélica debe ser incorporada cuanto antes a la lista de nuestras virtudes cristianas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.