domingo, 11 de mayo de 2025

De pastores y ovejas


Hace una semana sorprendíamos a Jesús preguntándole a Pedro si lo quería. Hoy, IV Domingo de Pascua, tenemos en la Iglesia un nuevo sucesor de Pedro que sigue respondiendo como él: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Esta respuesta resuena con especial fuerza en el domingo del Buen Pastor. León XIV es el nuevo pastor de la Iglesia universal que -como Jesús- está dispuesto a dar la vida por las ovejas. 

Parece increíble que en tan pocos días hayan sucedido tantas cosas y que la vida de la comunidad eclesial siga adelante con una esperanza renovada. Los medios de comunicación están escudriñando los gestos y palabras del nuevo Papa. El punto de comparación es Francisco. Parece inevitable, pero León XIV tiene todo el derecho del mundo a ser pastor mirando a Jesús y recreando con libertad, con estilo propio, su modo de servir y guiar a la Iglesia. No está obligado a ser fotocopia de nadie, ni siquiera de su admirado y querido predecesor.


Hoy terminamos nuestro retiro. Tras la granizada de ayer, ha amanecido un día soleado, un hermoso domingo de mayo. Después de una jornada intensa, anoche terminamos viendo y escuchando el testimonio de un hombre de la calle que ha encontrado en Dios fuerza para descubrir el propósito de su vida. Oramos también con las canciones de Juan y Ali, dos de los componentes de Brotes de Olivo. Nos fuimos a la cama cantando desde el corazón: “Hoy, Señor, te daré las gracias por mi vivir / por la tierra y los amigos, / porque siempre fui feliz”. 

El regreso a casa es siempre un desafío. Como los discípulos de Emaús, estamos invitados a escuchar lo que la comunidad tiene que decirnos antes de que nosotros compartamos nuestra experiencia por el camino. No hay encuentro con Jesús que no nos devuelva a la comunidad de la que a veces nos alejamos. Jesús no busca seguidores en solitario, sino en familia. Una de las grandes tentaciones de nuestra espiritualidad contemporánea es fabricarnos un evangelio a nuestra medida, tomando y dejando elementos según nuestro gusto personal. La fe no es tanto una opción cuanto una entrega a un amor más grande que nos atrapa. Es una experiencia personal, pero nunca privada.


Desde la muerte del papa Francisco el pasado 21 de abril hasta la misa de inauguración del pontificado de León XIV el próximo domingo 18, los medios de comunicación de todo el mundo han estado y seguirán hablando de la Iglesia. ¿En qué medida esta sobreexposición mediática habrá ayudado a algunas personas a acercarse a Jesús? ¿Habrá suscitado curiosidad o inquietud por saber qué hay detrás de una comunidad bimilenaria? ¿O todo se habrá reducido a un gran circo mediático que, pasado un tiempo, desmonta la carpa en espera de otro evento que justifique un despliegue descomunal? ¿Buscamos razones o necesitamos espectáculo? 

No me cabe duda de que la liturgia católica puede resultar un atractivo espectáculo que la televisión amplifica, pero no se trata de una representación teatral, de una medida performance, sino de la actualización de un acontecimiento: la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús. Él es el principio, el medio y el final. Él es mismo ayer, hoy y siempre. Desde el comienzo de su pontificado, me parece haber percibido en León XIV esta centralidad de Jesucristo.


sábado, 10 de mayo de 2025

Solo Tú tienes palabras de vida eterna


Comenzamos ayer por la tarde nuestro retiro de Pascua. Somos un “grupo apostólico” (es decir, doce más uno). Varios de los que estaban inscritos no pudieron acudir por distintas razones. Desde el primer momento nos sentimos como viejos amigos que se vuelven a encontrar. Alguno de los lectores habituales de este Rincón me preguntó si íbamos a transmitir algo en línea. Dado que se trata de una experiencia (y no tanto de un taller) personal y comunitaria, no es fácil vivirla en la red. 

Se requiere la intimidad y discreción de un cenáculo, pero ya habrá formas de compartir la experiencia en las próximas semanas. Esta mañana hemos comenzado la jornada con la oración, el desayuno y una meditación introductoria. Queremos combinar tiempos de reflexión conjunta con otros de silencio, oración personal, diálogo en grupos y celebraciones comunitarias. Como es natural, no nos abstraemos del momento que está viviendo la Iglesia con la reciente elección de León XIV. Su persona y sus primeros mensajes están muy presentes en el retiro.


El día ha amanecido nublado y un poco más frío que ayer, pero se está bien dentro de la casa y es posible pasear por el jardín. Lo que estamos haciendo es un privilegio. Pienso en las muchas personas que no pueden permitirse el lujo de desconectar para conectarse, que no pueden compartir su aventura personal con otras personas, que no disponen de medios económicos para costearse un fin de semana fuera de casa. Por eso, me brota un sentimiento espontáneo de gratitud y de empatía. 

El itinerario que podamos hacer “de quemados a encendidos” es, en el fondo, una preparación para estar más cerca de la gente que necesita compañía, para caminar con otros, para escuchar con mas atención, para estar más disponibles. De lo contrario, un retiro se puede convertir en un pasatiempo y, peor aún, en un ejercicio de ombliguismo individual y colectivo.


En su primera homilía como Papa, León XIV nos recordaba que “no faltan tampoco los contextos en los que Jesús, aunque apreciado como hombre, es reducido solamente a una especie de líder carismático o a un superhombre, y esto no sólo entre los no creyentes, sino incluso entre muchos bautizados, que de ese modo terminan viviendo, en este ámbito, un ateísmo de hecho”. ¿Seremos también nosotros “ateos de hecho”? ¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Cómo está transformando nuestra vida? 

Estas preguntas nos acompañan desde el primer momento del retiro. El mismo Papa nos lanzó enseguida a la misión: “Este es el mundo que nos ha sido confiado, y en el que, como enseñó muchas veces el Papa Francisco, estamos llamados a dar testimonio de la fe gozosa en Jesús Salvador. Por esto, también para nosotros, es esencial repetir: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16)”. Eso es lo que quisiéramos hacer nosotros, no solo con los labios, sino con nuestra vida entera, de forma que -como nos señala el evangelio de hoy- a la pregunta de Jesús –“¿También vosotros queréis marcharos?- respondamos como Simón Pedro: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? ¡Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios!”.

A todos los lectores de este Rincón os pedimos que nos acompañéis con vuestra oración para que este retiro de Pascua sea luminoso y fructífero.

viernes, 9 de mayo de 2025

Muchas gracias, León XIV


Sería muy fácil titular la entrada de hoy “De Chicago (Estados Unidos) a Chiclayo (Perú)” u “Otro religioso en la silla de Pedro” o incluso “De san Ignacio a san Agustín”, pero al final me he inclinado por un título más personal. Robert Francis Prevost fue superior general de la Orden de San Agustín de 2001 a 2013. Yo viví en Roma de 2003 a 2021. El sucesor de Prevost es un amigo mío, el burgalés Alejandro del Moral. En una de mis visitas a la curia general de los Agustinos para charlar con él, compartimos mesa y conversación con el flamante León XIV. Me sorprendieron varias cosas de él: su tímida sonrisa, su sencillez, sus juicios moderados y su español sin acento gringo (lo que suele ser muy raro en hablantes que tienen el inglés americano como lengua materna).

No recuerdo haber tenido más encuentros con él. Ni por asomo podría haber imaginado entonces (creo que fue en 2014) que aquel estadounidense menudo con orígenes franceses, italianos y españoles iba a ser Papa en un futuro no muy lejano. Sin embargo, ayer mismo dediqué parte de la mañana a buscar información sobre él porque tenía la intuición de que podía ser un candidato de consenso entre quienes buscaban un pastor semejante a Francisco, pero con un estilo diferente.


De 4,30 a 6 de la tarde estuve participando en una reunión. Cuando hicimos la pausa, fui corriendo a mi cuarto, abrí el ordenador y vi -¡feliz coincidencia!- que estaba saliendo humo blanco de la famosa chimenea. Rápidamente nos dimos cita 
varios compañeros en la sala de televisión de mi comunidad. Por la experiencia de cónclaves anteriores, sabíamos que normalmente pasa alrededor de una hora entre la fumata blanca y la presentación del nuevo Papa en el balcón de la basílica. Así sucedió también esta vez. 

Hacia las 19,12 hizo aparición el cardenal Dominique Mamberti que con voz clara anunció el nombre del nuevo Papa. Cuando empezó diciendo: Dominum, Dominum Robertum Franciscum (en acusativo) … supe enseguida que el elegido era el cardenal Prevost. Algunos de mis compañeros pensaron que podía haber sido el cardenal guineano Robert Sarah. Como los miles de congregados en la plaza de san Pedro, también yo me puse a aplaudir. Cuando la cámara enfocó el rostro del nuevo Papa, vi que estaba muy emocionado, haciendo un gran esfuerzo por contener las lágrimas. Todo lo demás (lo que dijo, su parlamento en italiano y español, etc.) es de sobra conocido.


Tendremos tiempo de conocer mejor al nuevo Papa. Más allá de su currículo tan rico desde el punto de vista intelectual, misionero, pastoral, curial, etc., lo que me sorprende y me emociona es cómo una comunidad universal como la Iglesia católica puede vivir en pocos días con emoción la despedida de un pastor querido (Francisco) y la elección de uno nuevo (León XIV) sin que se produzcan sobresaltos o divisiones. 

Más allá de los gustos y opiniones personales, hemos vivido una hermoso y plural proceso de discernimiento que no encuentra parangón en otras instituciones. Ya sé que el cónclave puede ser tildado de selectivo, patriarcal y otras lindezas, y que seguramente en el futuro adquirirá nuevas modalidades más inclusivas, pero no deja de ser admirable la combinación de fidelidad a la Tradición y de apertura a las necesidades de presente. 

Una vez más, la mayor parte de los vaticanólogos tuvieron que reconocer que sus previsiones no eran acertadas. Esto también es admirable porque demuestra la imprevisibilidad de un discernimiento cuando es auténtico y no se deja llevar por presiones o conjeturas.



jueves, 8 de mayo de 2025

Pendientes de una chimenea


Tendría que haber escrito algo sobre el 75 aniversario de la canonización de san Antonio María Claret que celebramos ayer, pero la actualidad manda. Millones de personas estamos pendientes de la elección del nuevo Papa. Ayer, a las 17,43, el italiano Diego Ravelli, maestro de las celebraciones litúrgicas pontificas, pronunció el famoso Extra omnes. A partir de ese momento, todos estuvimos pendientes de una chimenea, de un pequeño adminículo de metal que los italianos llaman comignolo. ¿No es fascinante que en la era de los sofisticados medios digitales se anuncie la elección de un nuevo Papa a través de señales de humo como si estuviéramos en medio de una tribu de indígenas americanos del siglo XIX? Y si encima el cogminolo es visitado por algunos gabbiani (gaviotas) ocasionales, el espectáculo es de otros tiempos.

En la plaza de san Pedro hay grandes pantallas sobre las que se podría proyectar un vídeo de Matteo Bruni, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede o de cualquier otra autoridad vaticana. Se podría dar a conocer la noticia a través de la web oficial del Vaticano y de sus redes sociales. Sin embargo, los canales de comunicación son de otro tiempo y de otro tipo: uno óptico (la famosa fumata blanca desde el tejado de la Sixtina) y otro acústico (el repique de las campanas de san Pedro). Es como para quitarse el sombrero.


A muchos periodistas poco familiarizados con los asuntos de la Iglesia les extraña -y a veces les desconcierta- la combinación de tradición y modernidad, el análisis agudo de lo que sucede hoy (llevado a cabo durante las congregaciones generales de los días previos) y una ritualidad de siglos que rodea la celebración del cónclave, las cabezas bien amuebladas de muchos cardenales y sus ropajes anacrónicos… Todo es opinable, pero creo que si la Iglesia perdiera esa capacidad de desconcertar y se alineara sin más con lo que cada generación espera de ella, perdería su significado profético. Es verdad que la Iglesia debe acercarse al mundo (porque es para el mundo), pero también es verdad que el mundo debe convertirse al Evangelio (porque no todo lo que existe en el mundo es de verdad humano). Este “doble movimiento” está en la esencia de la evangelización. 

Jesús se hace uno de tantos (encarnación) y al mismo tiempo nos abre a un nuevo horizonte y nos pide un cambio de mentalidad (conversión). Por eso, más que hablar de conservadores y progresistas -categorías tan manejadas por políticos y comunicadores- habría que hablar de “encarnados” y “convertidos”. Todo cristiano es, por esencia, tradicional (porque se debe a una Tradición enraizada en Jesús y el Evangelio) y creativo (porque se deja llevar por el Espíritu hacia la verdad plena). Todo cristiano tiene fijos sus ojos en Jesús que es “alfa” (principio) y “omega” (final). Para vivir con intensidad, todo cristiano mira al pasado (con gratitud) y se abre al futuro (con esperanza).


Cuando escribo la entrada de hoy, todavía no sabemos quién será el nuevo Papa. La primera fumata fue negra. Se retrasó hasta pasadas las 9 de la noche de ayer. Seguimos “pendientes de una chimenea”, pero, en realidad, seguimos pendiente de lo que el Espíritu Santo inspire a nuestros hermanos cardenales. La elección del Papa se podría hacer de otra manera (y seguramente se hará en el futuro a través de cauces más sinodales), pero somos hijos de esta época. El principio de la encarnación pasa por la aceptación de las posibilidades y límites del espacio y del tiempo. Fuera de este marco, hacemos de la fe una ideología o una gnosis; es decir, lo más alejado del evangelio encarnado. 

Disfruto oyendo los comentarios de los periodistas y sus invitados. Por superficiales que a veces me parezcan, es bueno oír todas las voces, no solo las de los llamados “expertos”. Lo que a uno le parece obvio a otro puede desconcertarle. Al final, unos y otros, expertos y aficionados, creyentes y buscadores, estamos en estas horas “pendientes de una chimenea”, aunque sepamos que quien inspira todo es el Espíritu Santo. Ver para contarlo.


miércoles, 7 de mayo de 2025

El soliloquio de las lágrimas


Uno a uno, los 133 cardenales, siguiendo el protocolo previsto, han depositado su papeleta en la urna mientras pronunciaban las palabras de rigor: “Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido”. Cuando ese “elegido” ha superado los dos tercios de los votos, son convocados a la Capilla Sixtina el secretario del colegio de los cardenales y el maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias. 

Entonces el primero de los cardenales por orden y antigüedad le pregunta al elegido: “¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?”. Él ha respondido sí. Su voz era firme y humilde a un tiempo. Tras su aceptación, el decano le pregunta: “¿Cómo quieres ser llamado?”. Se hace silencio. El nombre elegido sorprende a la mayoría. Pronto empiezan a conjeturar lo que esconde. El maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias llama a dos ceremonieros y los tres levantan acta de la aceptación del nuevo Pontífice y del nombre que ha escogido.


Antes de que los cardenales se acerquen uno a uno para mostrar un gesto de respeto y obediencia al nuevo Pontífice y de que juntos entonen el Te Deum de acción de gracias, el nuevo Papa se retira a la “salita de las lágrimas” contigua a la Capilla Sixtina. En ella hay tres sotanas blancas y tres solideos de tallas distintas, varios pares de zapatos rojos, algunos roquetes, una muceta roja y una estola también roja, profusamente bordada. 

No hay mucho tiempo disponible, ni siquiera para derramar algunas lágrimas que justifiquen el nombre de este pequeño recinto. Al nuevo Papa se le cruzan las emociones y los pensamientos como ráfagas de fuego. No puede hablar con nadie. Se desahoga con Cristo mientras el sastre le ayuda a vestirse y le ajusta bien la sotana blanca.


Señor, ¿por qué te has fijado en mí? ¿Por qué me complicas la vida de esta manera cuando yo tenía ya mis planes hechos? Me cuesta creer que también a mí me diriges las palabras que dirigiste a tu primer apóstol: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder del infierno no prevalecerá contra ella” (Mt. 16, 18). No es lo mismo edificar una Iglesia con cuatro gatos que con miles de millones. ¿Cómo empiezo? ¿Me calzo los zapatos rojos que me ofrecen o me quedo con los míos, como hizo Francisco? Bueno, de momento los zapatos no salen en televisión. 

¿Qué hago con la muceta? Es lo primero en lo que se van a fijar nada más que salga al balcón de san Pedro. Si me la pongo, muchos pensarán que soy un papa que regreso al pasado y que me gustan las antiguallas. Si prescindo de ella, a otros les parecerá que he sucumbido al “efecto Francisco”. Ayúdame a hacer lo que quieres Tú. No dejes que me derroten las opiniones ajenas y menos las de los medios de comunicación social. Ya sé que van a analizar con lupa hasta el último gesto que haga (o no haga) y todas las palabras que pronuncie (o no pronuncie). Ayúdame a hacer lo que quieres Tú.

¿Qué quieres que diga en el balcón? ¿Debo empezar diciendo Buona sera (para parecer informal y campechano) o es mejor que diga Lodato sia Gesù Cristo (para que Tú seas lo primero)? Voy a tener que tomar decisiones desde este momento. No me has preparado para ello. Solo te pido que protejas a tu Iglesia de este Papa frágil, vanidoso, inseguro y asustadizo. No quiero que todos hablen de mí, sino de Ti. No permitas que atraiga la atención sobre este hijo tuyo, “demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes”. Hazme tu testigo. Si has pensado en mí es para que yo viva para Ti, hable de Ti, acerque a los hombres a Ti. Si fuiste misericordioso con Pedro, estoy seguro de que lo serás conmigo. Perdonarás mis cobardías y traiciones. No te pido que me hagas perfecto. Te pido solo que me ayudes a amarte hasta el final. Sí, Señor, Tú sabes que te quiero.


Unas lágrimas de niño emocionado corren por las mejillas del nuevo Papa mientras se ajusta la estola roja. El “soliloquio de las lágrimas” le ha liberado de un peso excesivo para sus débiles hombros. Se dirige al balcón de la logia con paso decidido. Los ceremonieros se sorprenden de esa ligereza. Cae la noche sobre Roma.

martes, 6 de mayo de 2025

Más allá de la noria


Llueve, sale el sol, vuelve a llover, baja la temperatura, sube ligeramente… En estos primeros días del mes de mayo el tiempo parece una noria que no para de dar vueltas. Algo parecido está sucediendo con las noticias que llegan de Roma. Según los periódicos que uno lea, los papables son unos u otros. Hay nombres comunes, pero se suele poner más el acento en lo que los periodistas desean que suceda que en lo que de hecho puede suceder, cosa que, por otra parte, nadie sabe. No hay encuestas que puedan deshacer esta incertidumbre. 

Y esto es precisamente lo que atrae a muchas personas que ni siquiera pertenecen a la Iglesia: el caos que precede al orden, la imposibilidad de reducir todo a cálculos humanos. En tiempos en los que aspiramos a programar y controlar todo, nos sentimos seducidos por lo incontrolable. Los creyentes hablamos de la misteriosa acción del Espíritu Santo en la conciencia de los electores. Los no creyentes hablan del azar y la necesidad.


Mañana comienza el cónclave. La Capilla Sixtina se puede cerrar “con llave” (que eso es lo que significa cónclave), pero el Espíritu Santo es un insumiso. No hay llave que pueda encerrarlo. No me gustaría estar en la piel de los 133 electores. Y mucho menos en la de quien resulte elegido tras varios -¿cuántos?- escrutinios. Hay algo de sobrehumano en este procedimiento. La escenografía renacentista refuerza y embellece la solemnidad de un acto que ya de por sí resulta tremendo y fascinante. 

He leído que hay casi 7.000 periodistas acreditados para cubrir la información de los acontecimientos de los próximos días. Imagino que las redacciones de los medios de comunicación estarán preparando las biografías de los más papables de los papables para lanzar la del elegido en cuanto asome el humo blanco por la pequeña chimenea. 

A diferencia de lo que sucedió en marzo de 2013, esta vez no podré estar en la plaza de san Pedro para ser testigo de uno de esos momentos que se quedan guardados en la memoria. Procuraré seguirlo por televisión o por internet. Preveo que tendremos que incluirlo en el programa del retiro que comenzaremos el viernes 9 por la tarde con un grupo de amigos de este Rincón.


Tomando un poco de distancia del ruido mediático, me pregunto de qué manera afecta la elección de un Papa a nuestra vida cotidiana. No creo que ninguno de nosotros vaya a cambiar sus hábitos de vida una vez que conozcamos quién es el 267 sucesor de san Pedro. Seguiremos pensando, sintiendo y actuando como venimos haciéndolo hasta ahora. Y, sin embargo, aunque apenas nos demos cuenta, el estilo de vida y el magisterio de cada Papa nos influyen más de lo que a primera vista pudiera parecer. 

A veces nos llegan de forma directa; la mayoría, a través de la liturgia, de las prácticas diocesanas y parroquiales, de los libros que leemos, del lenguaje que se privilegia y, en general, de la atmósfera eclesial que se crea en cada pontificado. Los papas no ejercen solo su liderazgo a base de documentos y nombramientos -como se decía tradicionalmente-, sino también mediante una nueva gestualidad que, en tiempos digitales, llega hasta los más recónditos lugares del mundo. Quizás por eso tenemos tanta curiosidad por saber quién será esa persona que nos va a pastorear en los próximos años. Mientras tanto, oremos “más allá de la noria”.


lunes, 5 de mayo de 2025

Intra omnes


En las últimas semanas casi todos hemos obtenido un B1 en Vaticanología. Los medios nos han inundado con explicaciones de todo tipo sobre lo que estaba sucediendo en el Vaticano. Ahora ya sabemos qué significa sede vacante, qué son los novendiales (nueve días de luto y oración por la muerte del Papa) y cómo se organiza un cónclave. Sabemos también que el próximo miércoles 7 de mayo por la tarde, una vez que todos los cardenales hayan entrado en la Capilla Sixtina, el maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, antes de cerrar las puertas, pronunciará el famoso “extra omnes” (todos fuera). Tendremos oportunidad de refrescar nuestros conocimientos del latín. 

A partir de ese cierre físico y simbólico, no sabremos lo que sucederá dentro de uno de los espacios más sugestivos y sobrecogedores del mundo. Bajo la atenta mirada de los personajes que aparecen en el Juicio Final de Miguel Ángel y, en definitiva, de Dios mismo, los cardenales electores, tras un discernimiento ponderado, elegirán al nuevo sucesor de Pedro. Solo las famosas “fumatas” nos irán diciendo si el candidato ha alcanzado los dos tercios requeridos o no. Ese “semáforo vaticano” no juega con luces verdes, amarillas y rojas, sino con humo negro (en el caso de no alcanzar la mayoría) o blanco (en el caso de lograrla). ¿Cuándo será ese momento? Quizás a lo largo del viernes 9, pero no hay nadie que pueda saberlo con certeza.


Un grupo de católicos italianos (26 en concreto) han difundido un escrito que juega con el famoso extra omnes. Ellos han sustituido la palabra “extra” (fuera) por el término “intra” (dentro). Su carta colectiva a 26 voces se titula Intra omnes (todos dentro). Aunque canónicamente a la Capilla Sixtina solo puedan entrar los cardenales electores y algunos ayudantes bajo juramento de secreto, simbólicamente todos los cristianos podemos/debemos entrar, aunque solo sea por la aplicación del clásico principio: Quod omnes tangit, ab omnibus tractari et adprobari debet (Lo que afecta a todos debe ser tratado y aprobado por todos).

Estoy convencido de que en el futuro la Iglesia irá arbitrando modos más participativos de elegir al Papa. Por el momento, esta responsabilidad recae sobre los cardenales menores de 80 años. Este colegio formado en la actualidad por 135 varones (aunque solo 133 entrarán en el cónclave), provenientes de muchos países, nos representa simbólicamente a todos, aun cuando no se pueda hablar de “representantes” en sentido canónico. El “intra omnes” significa que todos los católicos asumimos la tarea de suplicar al Espíritu Santo el don del discernimiento para nuestros hermanos cardenales, de compartir nuestros puntos de vista sobre lo que nos parece más necesario en este momento de la Iglesia y de aceptar con responsable obediencia el resultado final del discernimiento. No se trata de suspirar por que sea elegido un Papa de mi cuerda, según mis gustos, sino de asegurar que se siga un proceso electivo honrado, espiritual y limpio.


En los últimos siglos la Iglesia ha procurado defenderse de las injerencias de los poderes políticos, económicos y mediáticos para asegurar su libertad (de ahí el “extra omnes”). En las próximas décadas es deseable que imagine nuevos modos de elección para favorecer de alguna manera la participación de todos los miembros de la Iglesia (de ahí el “intra omnes”).

Mientras llega ese momento en el que varones y mujeres, clérigos y laicos, puedan compartir esa responsabilidad, podemos entrar espiritualmente en la Capilla Sixtina para acompañar con nuestra oración y nuestros criterios a nuestros hermanos cardenales. Estaremos también atentos a otra expresión latina que resonará desde el balcón de la basílica vaticana, quizás el viernes 9: “Habemus papam”. Con un poco de suerte, terminaremos este mes de mayo con un C1 en Vaticanología.