martes, 6 de agosto de 2024

Con la cara descubierta


Amanecer con 16 grados ayuda a vivir. Desde que salí de Madrid, la vida se me ha vuelto más amable. Contemplando el pico Frentes, por ejemplo, puedo asistir a un concierto de la Banda Sinfónica de Soria o, días después, participar en una comida familiar en Aranda de Duero. El verano lentifica el tiempo y abre espacios de encuentro allí donde el ritmo ordinario de trabajo solo ve dificultades. 

Y así, siguiendo el camino litúrgico, llegamos a la fiesta de la Transfiguración del Señor “con la cara descubierta”. Me gusta la expresión que usa san Pablo en su segunda carta a los corintios: “Mas todos nosotros, con la cara descubierta, reflejamos la gloria del Señor y nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente, por la acción del Espíritu del Señor.” (2 Cor 3, 18). Nuestra cara refleja la gloria del Señor porque participamos de su transfiguración. No tenemos necesidad de taparla o maquillarla. En la cara de todo ser humano hay siempre una huella del misterio divino. Andemos, pues, con la cara descubierta para ser “luz del mundo”.


El tiempo de vacaciones me permite dedicar más tiempo a la lectura. Me he terminado ya El naufragio de la segunda república. Una democracia sin demócratas de la hispanista sueca Inger Enkvist. Ayuda a desmitificar un periodo muy convulso de la historia de España (1931-1936) y a entender mejor el programa de quienes están dando pasos para preparar el advenimiento de la “tercera república”. 

Para compensar un poco el peso de tanta historia dramática, mi segundo libro se titula El árbol de la ciencia. Dios y/o Galileo del teólogo italiano Rino Fisichella. Me está ayudando a comprender el enorme desafío que supone la Inteligencia Artificial para la vida humana y, en consecuencia, para la fe cristiana. Engolfados en nuestros asuntillos cotidianos, nos resulta difícil imaginar el mundo que se avecina. Los Cuentos telúricos de Rodrigo Cortés completan la trilogía de estos primeros días de vacaciones.


Me resulta estimulante la Carta del Santo Padre Francisco sobre el papel de la literatura en la formación publicada el pasado 17 de julio. Está dirigida, sobre todo, a los candidatos al ministerio ordenado, pero es válida para todos. Asustado de la ignorancia literaria de muchos jóvenes debido a su “secuestro digital”, el Papa nos invita a descubrir el papel esencial de la literatura en la formación de los pastores. Transcribo un número completo que me ha parecido luminoso: “Es necesario recuperar modos acogedores de relacionarnos con la realidad, no estratégicos ni orientados directamente a un resultado, en los que sea posible dejar aflorar el desbordamiento infinito del ser. Distancia, lentitud y libertad son rasgos de una aproximación a la realidad que encuentra en la literatura una forma de expresión no exclusiva, sino privilegiada. En este sentido, la literatura se vuelve un gimnasio en el que se entrena la mirada para buscar y explorar la verdad de las personas y de las situaciones como misterio, como una carga de un exceso de sentido, que sólo puede ser parcialmente manifestada en categorías, en esquemas explicativos, en dinámicas lineares de causa-efecto y medio-fin” (n. 32).

El verano es algo más que playa, montaña, paseos, bares y conversaciones. La lectura puede ser ese “gimnasio” en el que aprendemos a buscar la verdad y a a acercarnos al misterio.

1 comentario:

  1. Automáticamente me viene la pregunta: “¿cuántas veces nos tapamos la cara, sin ser conscientes de ello?”
    Gracias por aportarnos material de lectura… El tema de la IA, veré si, este verano, puedo meterme en ello, me interesa.
    Gonzalo, que puedas descansar y recuperar fuerzas… Gracias por todo lo que nos transmites.

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