jueves, 15 de agosto de 2024

Celebremos la fe


Que el termómetro se desplome a 8 grados en el corazón de agosto es casi un milagro. Mientras escribo, sopla un viento fresco que nos hace olvidar los calores de los días pasados. Es como si la Virgen de agosto, asociada siempre a los rigores estivales, nos hubiera traído este año una bocanada de frescor para hacer más llevadero este tiempo. 

Mirando el calendario, este año el 15 de agosto queda situado en el centro geográfico del mes. El jueves 15, escrito en rojo, parece concentrar nuestra mirada. Cuando nos adentramos en él descubrimos que hoy es la solemnidad de la Asunción de la Virgen María. Para mí y la gente de mi pueblo es la fiesta de Nuestra Señora del Pino. La advocación casa con el paisaje que nos rodea. Los bosques de pino albar, salpicados con algunos hayedos y robledales, constituyen el Nazaret en el que vive esta Virgen visontina que hoy será aclamada en la iglesia y por las calles por cientos de personas. 

Los visontinos le pediremos prestadas a su pariente Isabel las palabras que nos salen del alma: “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!”. Ensalzando a la Madre, ensalzamos, sobre todo, al Hijo. Y luego, movidos por la fe y la emoción, seguiremos gritando: “Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. Veremos en María a la creyente que nosotros quisiéramos ser. También nosotros, hombres y mujeres que nos debatimos entre la fe y la indiferencia, entre la seguridad y la duda, quisiéramos creer lo que el Señor nos ha prometido.


La respuesta de María a estos piropos encendidos es un canto de alabanza, el Magnificat. En realidad, María no ha peregrinado de Nazaret a un lugar de la montaña de Judea para echar una mano a su pariente Isabel, sino para celebrar juntas lo que Dios ha hecho con cada una de ellas, para cantar la alegría de creer. El viaje de la joven María es una peregrinación de fe, una celebración de gozo exultante: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava”. 

¿Qué pasaría si nosotros, en vez de quejarnos tanto de que hay muchos que no creen, celebráramos lo que el Señor está haciendo en el corazón de cada ser humano? ¿Qué pasaría si, al menos un día, no pusiéramos el acento en lo mal que va este mundo, sino que hiciéramos nuestras las palabras de María: “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”? Entonces comprenderíamos que, más allá de los indicadores negativos que descubrimos a diario, Dios va escribiendo una hermosa historia de amor “acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres– en favor de Abrahán y su descendencia por siempre”.


Sí, ya sé que lo que hoy celebra la Iglesia es el misterio de la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos. Pero ¿qué otra cosa es la “asunción” sino el cumplimiento definitivo de la promesa del mismo Dios que había llamado a María la “llena de gracia”? Quien está inundado por la gracia no puede conocer la corrupción porque la vida en Dios no se deja dominar por la muerte. Lo que ha sucedido en María, la Madre de Jesús, constituye nuestra referencia de futuro. También nosotros seremos incorporados definitivamente a Dios. 

Es probable que, sumergidos en el bullicio de la fiesta, no tengamos tiempo ni ganas para detenernos en estos “pormenores”, pero aquí se juega el sentido más profundo de nuestra vida. Cuando pasen las fiestas y se apague la música, tendremos que preguntarnos qué motivos seguimos teniendo para vivir alegres y esperanzados. Entonces nuestra Madre nos abrirá los ojos del corazón para recordarnos el destino que nos aguarda. Y nosotros le pediremos a Ella que nos ayude a creer, a fiarnos de las palabras de Jesús, a no perder la esperanza “in hac lacrimarum valle”, como cantamos anoche con la misma emoción que todos los años.

1 comentario:

  1. Gracias Gonzalo por transmitirnos este sentir profundo que te lleva a María y que lo contagias. Creo que sobran los comentarios que pueda hacer… Intento incorporar en mi, la vivencia de María con tus mismas palabras: “El viaje de la joven María es una peregrinación de fe.”
    “Veremos en María a la creyente que nosotros quisiéramos ser.”
    “Cuando pasen las fiestas y se apague la música, tendremos que preguntarnos qué motivos seguimos teniendo para vivir alegres y esperanzados. Entonces nuestra Madre nos abrirá los ojos del corazón para recordarnos el destino que nos aguarda. Y nosotros le pediremos a Ella que nos ayude a creer, a fiarnos de las palabras de Jesús, a no perder la esperanza…”
    Feliz fiesta de la Virgen del Pino.

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