viernes, 18 de marzo de 2022

¿Qué es eso de discernir?

A esta hora, 7,15 de la mañana, la estación de Granada tiene poco movimiento. Mi tren sale dentro de una hora. Dispongo de tiempo para teclear y colgar la entrada de hoy. El cielo está cubierto, pero ya no se percibe la calima que nos ha acompañado en los últimos días. Viniendo a la estación, he visto algunos de los cambios que ha experimentado la ciudad en los últimos años. En varias calles del centro los peatones han ido ganando terreno a los vehículos. Granada quiere ser una ciudad friendly para los muchos turistas que la visitan. Tiene suficientes atractivos y recursos para satisfacer a todos. Es imposible irse sin empezar a sentir nostalgia de este cruce de culturas en el que tradición y modernidad se combinan a la perfección. 

Yo he terminado mi colaboración con las Mercedarias de la Caridad que están celebrando su XXII Capítulo General. Hoy comienzan la etapa de las elecciones, una de las más delicadas en asambleas de este tipo. No es fácil hacer un discernimiento comunitario, pero creo que en los últimos años se ha avanzado mucho en las formas de realizarlo. Las mediaciones humanas son imprescindibles para saber qué personas han sido elegidas por Dios sin que nos sintamos obligados a establecer una conexión infalible entre la voluntad de Dios y nuestras decisiones humanas. No estamos hablando de “tecnología espiritual”, sino de un discernimiento siempre abierto y perfectible. Equivocarse es también una posibilidad, por muchas misas votivas del Espíritu Santo que hayamos celebrado.

Hoy se habla mucho de discernimiento en el ámbito eclesial, pero corremos el riesgo de devaluar el término. Solo se discierne lo que es susceptible de transformación o aquellos asuntos en los que se abren varias posibilidades de elección. Lo que ya está procedimentado no es susceptible de ser discernido. En nuestra vida ordinaria hay muchas realidades que nos vienen dadas. Solo nos queda acatarlas o rebelarnos contra ellas. Yo no tengo que discernir si mi tren va a salir a las 8,00, a las 8,30 o a las 9,00. Renfe me ofrece posibilidades cerradas. Puedo -eso sí- escoger una de ellas según mi conveniencia. 

En el campo espiritual sucede algo semejante. Muchas cosas nos vienen dadas. No hay margen para el discernimiento. Pero otras muchas admiten alternativas. En ese caso, la pregunta es pertinente: ¿Cuál responde mejor a mi deseo de vivir el Evangelio? En palabras más clásicas: ¿Qué quiere Dios para mí? ¿Cuál es su voluntad? Personalmente, no soy muy partidario de identificar nuestras opciones -por muy discernidas y espirituales que parezcan- con la voluntad de Dios. Solo el tiempo nos permite un juicio ponderado. Me parece suficiente decir que constituyen un paso en la dirección correcta, pero un paso siempre perfectible y abierto a futuras decisiones. La voluntad de Dios no suele ser un acto cerrado que no admite cambios.

Hace años leí en una obra del cardenal Carlo Maria Martini que el gran drama de la Iglesia contemporánea es la falta de discernimiento. Hacemos muchas cosas por rutina, tradición, moda, presión social, etc., pero no siempre nos tomamos el tiempo necesario para saber si nuestras opciones responden a la voluntad de Dios, si traducen bien el Evangelio en las cambiantes situaciones de la vida cotidiana. Por otra parte, una vez tomadas, nos cuesta revisarlas con humildad. Solemos utilizar frases taxativas como estas: “Ya lo decidimos, no hay vuelta atrás”, “No podemos estar toda la vida preguntándonos qué hacer”, “Más vale equivocarse que estar en una permanente indecisión”. 

En estas frases se mezclan dos elementos distintos. Una cosa es la indecisión y otra la flexibilidad. Indeciso es quien nunca acaba de decidirse frente a las alternativas que se le presentan. Flexible es quien toma decisiones, pero está siempre abierto a modificarlas cuando la realidad ofrece nuevos datos o matices. No hay verdadero discernimiento sin humildad. Las posturas rígidas suelen denotar una falta de verdadero discernimiento. En otras palabras, discernir se parece más a un proceso siempre abierto que a una decisión puntual cerrada. La distinta comprensión de su alcance es lo que a menudo crea problemas en los grupos y comunidades. Por eso, conviene clarificar con tiempo lo que cada uno entendemos. Hablando se entiende (a veces) la gente.

3 comentarios:

  1. Muy pertinente en este tiempo eclesial de discernimiento sobre la sinodalidad...

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  2. ..."discernir se parece más a un proceso siempre abierto que a una decisión puntual cerrada...". De acuerdo Gonzalo, de hecho, discernimiento, no es más que *optar por humanizar*; siendo responsables, actuando a consecuencia.

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  3. Gracias por toda la información del discernimiento a la que nos has dirigido que aclara muchos conceptos.
    No siempre es fácil el discernimiento y menos cuando nos encontramos ante situaciones inesperadas… Es necesario tener fuerza para pedir al Señor que nos aporte su Luz.

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