martes, 8 de febrero de 2022

Francisco en televisión


Dos amigos laicos italianos (un hombre y una mujer) me han informado por canales diversos de la entrevista que RAI3 (el canal progresista de la televisión pública italiana) le hizo al papa Francisco en directo el pasado domingo por la tarde. La retransmisión fue seguida por unos nueve millones de telespectadores. Ambos amigos me han hablado con entusiasmo de las palabras del Papa, así que no he tenido más remedio que reservar una hora para escucharlas con calma. No sé si hay muchos obispos y sacerdotes que se atrevan a aparecer en la televisión a cara descubierta. El Papa se atreve a hacerlo, aun a riesgo de decir algo inconveniente o de no hablar el italiano a la perfección.

También es verdad que no todos los periodistas tienen la serenidad, la experiencia y la elegancia de Fabio Fazio, el presentador del popular programa Che tempo che fa (¿Qué tiempo hace?). Por este programa han desfilado personajes del panorama internacional como Maradona, Meryl Streep, Nancy Pelosi, Javier Bardem, Pedro Almodóvar, Emmanuel Macron, Barack Obama, Greta Thunberg, Lady Gaga, Woody Allen, Lewis Hamilton, Tony Blair o Robbie Williams. El periodista estaba en el estudio de la RAI. Había público invitado. El Papa estaba sentado en una sala del Vaticano con un micrófono de solapa y el cuadro de la Virgen desatanudos detrás de él.

Me parece que Fabio Fazio estaba emocionado, lo cual es comprensible teniendo en cuenta que no todos los días se puede entrevistar a un Papa. Quienes lo conocen dicen que es más comprensible su emoción si tenemos en cuenta que esta entrevista representa para Fabio Fazio un punto de llegada de un camino personal que lo ha ido llevando a preocuparse cada vez más de las grandes cuestiones sociales. Parecía claramente más una entrevista de tipo personal que televisiva. Y si Fazio hizo de Fazio, Bergoglio hizo de Bergoglio. 

Con un aire algo paternalista (lo que, en realidad, resulta poco televisivo), el Papa Francisco repasó su ya conocido repertorio social (emigrantes, guerras, refugiados, trata de personas, etc.), sin escatimar algunos golpes a una Iglesia católica que no le gusta en algunos ámbitos: “Hoy el mayor mal de la Iglesia es la mundanidad espiritual que lleva al crecimiento del clericalismo, que es una perversión, que genera la rigidez”. Esto sucede cuando la ideología suplanta al Evangelio. En este pasaje de la entrevista, el Papa menciona a uno de sus teólogos preferidos, el jesuita francés Henri De Lubac (1896-1991), y vuelve a hablar -como hizo en la exhortación Gaudete et Exsultate- de los peligros del pelagianismo (voluntad sin gracia) y del gnosticismo (mística sin Dios, sin carne). Al hablar de estos temas, el papa Francisco se enciende. Se ve que está tocando puntos calientes. Fazio remacha diciendo: “Una vez más, tocar, tocar”. Un poco antes el Papa había hablado de la necesidad de “tocar” a las personas sufrientes para vencer el mal contemporáneo de la indiferencia.

No es fácil resumir en una entrada una entrevista que duró casi una hora, así que me limitaré a ofrecer unas pinceladas a partir de las notas que he ido tomando mientras veía el vídeo en mi ordenador. Me llamó la atención que el Papa hablara de un derecho humano que no figura en las listas internacionales: el derecho a ser perdonados. En un contexto en el que ponemos el acento en perseguir a los culpables de corrupción, abusos, guerras, etc., este nuevo derecho resulta algo provocativo. Creo que en el futuro nos acordaremos de esta iniciativa papal. 

De vez en cuando, recaía en algún término “itañolo” como cuando habló de “corazone”, aunque inmediatamente se corrigió y dijo “cuore”. Cuando el periodista le preguntó cómo imaginaba la Iglesia del futuro, enseguida respondió que como la esbozada por san Pablo VI en su inspirada encíclica Evangelii nuntiandi (1975). Confesó con humildad que su primera exhortación apostólica, Evangelii gaudium (2013), no es más que un plagio (esta fue la palabra usada por Francisco) de la obra de Pablo VI, una mezcla entre su encíclica y el documento de Aparecida.

Me gustó cuando Fabio Fazio le preguntó por el significado de la oración. Francisco dijo que orar es hacer lo que hace el niño; es decir, gritar cuando tiene necesidad de algo. Grita porque cree que tiene un padre o una madre que lo pueden ayudar. En una etapa de su evolución, el niño pregunta muchas veces, pero, en realidad, no espera ninguna explicación. Lo que quiere es que sus padres lo miren y lo escuchen. Orar es encontrar al “papá” Dios. Cuando nos acostumbramos a llamarlo así, eso significa que vamos por el camino justo y que no hemos hecho de la fe una superstición.

Casi al final de la entrevista, Fazio le pregunta al Papa si se siente solo, si tiene amigos. Francisco responde que tiene unos cuantos amigos, pocos pero verdaderos, que conocen su vida y con los que le gusta estar y conversar. Reconoce que tiene necesidad de ellos. Ese es uno de los motivos por los que no se fue a vivir a los apartamentos pontificios. Con fina ironía porteña, dice que los papas anteriores eran santos, pero que él no se apaña viviendo solo, que no tiene fuerza para eso. Y luego comparte una cascada de intimidades que hacen las delicias del público del estudio. 

Confiesa que de pequeño quería ser carnicero porque veía que el carnicero del mercado donde su madre y su abuela compraban la carne tenía una bolsa ceñida a la cintura en la que iba echando el dinero que ganaba. De joven estudió química. Cuando se preparaba para estudiar medicina descubrió su vocación sacerdotal. Fazio le dice que, en realidad, no se ha frustrado esa vocación porque ahora es “médico de las almas”. 

Antes de despedirse, Fazio le dice: “Usted es una luz para el mundo, siempre encendida”. El Papa hace referencia a la importancia de no perder nunca el sentido del humor y de su aprecio de la conocida oración de santo Tomás Moro, que él mismo ha incluido en algunos de sus documentos. Agradece la paciencia del público y pide que recen por él (cien oraciones, aludiendo a las famosas cento lire de la película Matrimonio a la italiana de Vittorio de Sica). O, si no creen, que le manden buenas “ondas” (buenas “vibras”, dirían algunos). El público aplaude al final.

Mi amigo italiano, que trabajó como periodista en la RAI durante bastantes años, me manda este mensaje entusiasta: “A parte ogni altra considerazione sui contenuti a mio parere RIVOLUZIONARI sono stato colpito da parole ed espressioni linguistiche mai prima pronunciate da un Papa”. O sea: “Al margen de cualquier otra consideración sobre el contenido, que en mi opinión es REVOLUCIONARIO, me llamaron la atención palabras y expresiones lingüísticas nunca antes pronunciadas por un Papa”. 

Para quienes podéis seguir el italiano os dejo con el vídeo de la RAI.


2 comentarios:

  1. Según el momento personal que se vive resuenan más unas palabras o unas ideas que otras, conectamos diferente…
    Me aporta luz cuando habla de la oración, ese “gritar”… ese encontrar al “papá” Dios, aunque actualmente, muchas veces, se hace difícil hablar de Dios como “un padre bueno”, porque hay demasiadas veces que los niños, jóvenes y no tan jóvenes, tienen experiencias negativas del padre.
    El Papa Francisco reconoce que tiene necesidad de los amigos... Nos ayuda a vivir su aspecto más humano, demasiadas veces no lo escuchamos y/o no le comprendemos, porque le vemos desde su autoridad. Nos cuesta acercarnos a su sencillez que le hace muy comprensible.
    Gracias Gonzalo por todos los enlaces que has ido colocando que nos ayudan a ampliar mucho el tema...

    ResponderEliminar
  2. "No sé si hay muchos obispos y sacerdotes que se atrevan a aparecer en la televisión a cara descubierta"
    Cuando hay alguno como el Obispo Munilla, se le "destierra".

    ResponderEliminar

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.