domingo, 9 de enero de 2022

Pasó haciendo el bien

Hoy se termina el corto pero intenso tiempo litúrgico de Navidad con la fiesta del Bautismo del Señor. He escrito en varias ocasiones sobre esta fiesta en el blog. Hoy quisiera hacerlo a partir de una frase que se recoge en la segunda lectura de este domingo (Hch 10,34-28). Está extraída del discurso que pronunció Pedro tras la visión del lienzo lleno de animales impuros. Al hablar de Jesús, lo hace en estos términos: “Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. El perfil de Jesús de Nazaret es lacónico y demasiado humano. Parece casi un epitafio para sintetizar la razón de su existencia: “Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo”. 

¿Qué significa “hacer el bien” en el caso de Jesús? Esta pregunta se podría responder de diversas maneras. Me inclino por esta: “hacer el bien” significa ayudar a los seres humanos (de manera especial a los más marginados) a vivir con la dignidad de hijos de Dios, sin tener en cuenta su condición social o moral. Más adelante, Pedro lo explicita en su discurso: “Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos”. Ahora Jesús es presentado como el anunciador de la “buena nueva” (evangelio) de la paz a toda clase de personas. Su misión tiene un alcance universal.

¿Por qué el hombre Jesús pudo llevar a cabo esa misión? Pedro da una doble respuesta: porque “estaba ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo” y “porque Dios estaba con él”. Esto es justamente lo que la Iglesia celebra en la fiesta del Bautismo del Señor. En el evangelio de Lucas que se proclama hoy leemos: “Mientras [Jesús] oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco»” (Lc 3,21-22). 

Estamos acostumbrados a ver esta escena en algunos mosaicos y pinturas que adornan nuestras iglesias, pero no siempre comprendemos su significado. La paloma es una forma simbólica de aludir al Espíritu de Dios. Jesús es un hombre inundado de Espíritu. El agua que lo transforma no es el agua del río Jordán (como sucedía con los discípulos de Juan), sino el agua de Dios. Por eso, puede pasar por este mundo “haciendo el bien”, regando con el agua de Dios nuestra tierra reseca. No es un simple líder de los muchos que han aparecido a lo largo de la historia con mensajes de cambio. Es “el Hijo, el amado”, el rostro visible del Dios invisible. Mirándolo a él, vemos a Dios.

Preocupados por el goteo incesante de casos de Covid, por la vuelta al ritmo ordinario tras el paréntesis navideño y por la cuesta de enero, no sé hasta qué punto nos toca de cerca esta celebración del Bautismo de Jesús, de su investidura mesiánica. Para no perdernos en muchas teologías, podríamos decir que el mensaje más directo es este: podemos fiarnos de este Jesús. No es un charlatán más ni un vendedor de humo. Es el Hijo de Dios que pasa por el mundo “haciendo el bien” y librándonos de la opresión del diablo (es decir, del mal que nos aflige y nos separa de Dios). Poder fiarnos de Jesús en tiempos en que apenas nos fiamos unos de otros es un ancla segura en el mar de la vida. Puede fallar todo, incluso los apoyos que consideramos firmes, pero él nunca va a fallar. 

Unidos a él por el Bautismo que también nosotros hemos recibido, podemos prolongar su misión de “hacer el bien”. Es hermoso contemplar a los bautizados como una familia inmensa de personas que pasan por la vida “haciendo el bien” porque poseen el mismo Espíritu de Jesús. Por eso, cuando se dice de una persona que es “un hombre (o una mujer) de bien” no solo se está reconociendo su valía moral, sino que se está hablando de ella como de un discípulo de Jesús que reproduce su manera de vivir. La fiesta del Bautismo del Señor es también la fiesta de nuestra misión en la vida.


2 comentarios:

  1. Hermoso la fiesta del Bautismo del Señor es también la fiesta de nuestra misión en la vida. Gracias Gonzalo > Feliz fiesta de nuestra misión en la vida.

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  2. Hoy, nos aportas muchos motivos para fiarnos de Jesús… Necesitamos descubrirlos para que nos aporten seguridad en momentos de la vida en los que parece que todo tambalea.
    Es importante para mí y con la fuerza con que lo transmites, leer: “… él nunca va a fallar…”. “… podemos prolongar su misión de “hacer el bien”.”
    Felicidades Gonzalo, agradecida por todo lo que nos aportas y que el Señor te conceda muchos años de vida en los que puedas seguir acompañándonos desde este RINCON…

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