lunes, 11 de octubre de 2021

Expuesto al frío matutino

Cuando he salido a pasear por el monte a eso de las 9 de la mañana el termómetro marcaba cinco grados. He tenido que abrigarme como si estuviéramos en invierno. Al pasar por el estacionamiento de caravanas, he comprobado que la mayoría de los campistas no se habían levantado. El pueblo está inundando de visitantes que aprovechan el puente de la Virgen del Pilar (o de la Fiesta Nacional) para hacer una escapada a la montaña. Algunos que circulaban por una de las pistas forestales me han preguntado por el camino a la Laguna Negra. 

Percibo un deseo grande de salir, de entrar en contacto con la naturaleza y con otros seres humanos. Los jóvenes de las ciudades prefieren organizar macrobotellones los fines de semanas. Las familias optan por los ambientes rurales o por las costas. Yo me he venido a mi pueblo natal para digerir la transición entre la etapa romana y la nueva etapa madrileña. Una marcha matutina por el pinar me aclara más las ideas que una meditación urbanita. O, por lo menos, me serena, me devuelve al centro, me ayuda a escuchar otra música: la música del silencio y de los sonidos del bosque.

En el momento de escribir estas líneas, casi la una de la tarde, el termómetro no sube de los 15 grados. Estamos disfrutando de un otoño fresco, quizá para enfriar un poco las noticias calientes que nos ofrece la actualidad. España perdió ayer contra Francia en la final de la Nations League. Yo pongo, más bien, la mirada en el camino sinodal que hemos comenzado y que puede cambiar el futuro de la Iglesia católica. Otras asambleas, comenzando por la famosa de Jerusalén (cf. Hch 15), lo cambiaron. Si no hubiera sido por la valiente decisión de abrir el Evangelio a los gentiles, el cristianismo no hubiera pasado de ser una secta dentro del judaísmo. ¿Qué valientes decisiones tenemos que tomar hoy?

Confío en que, a lo largo de los dos próximos años, seamos capaces de crear un clima de escucha, participación y corresponsabilidad. El Espíritu Santo está actuando en millones de laicos, sacerdotes y personas consagradas. Si somos capaces de discernir sus signos, podemos esperar un futuro mejor. Hay mucha energía escondida, esperando una oportunidad. 

Desde mi balcón veo los grandes chopos amarillentos. Las ramas se cimbrean movidas por el viento fresco. El cielo está azul, pero hay algunas nubes deshilachadas. Disfruto de esta tranquilidad sobrevenida. Mientras muchos turistas, cesta en mano, rastrean el monte en busca de boletus, níscalos y otras setas, yo descanso en casa. Cuando ellos regresen a sus lugares de origen, aprovecharé mi oportunidad. No me gusta pasear por un bosque lleno de turistas, aunque comprendo que todos tenemos derecho a disfrutar de la naturaleza. Es cuestión de encontrar el momento apropiado. 

¿Echo de menos Roma? No. Es como si de repente me hubiera olvidado de que he vivido dieciocho años en la ciudad eterna. El presente tiene tanta intensidad que deja atrás el pasado, pero sin cancelarlo. Siempre somos lo que hemos sido y lo que podemos ser. Esta cadena de pasado, presente y futuro es la que da sentido y unidad a nuestra vida.



2 comentarios:

  1. Has tomado una sabia decisión. Después de que he conocido tu pueblo, a través de facebook mediante alguien que ha ido compartiendo muchas imágenes, entiendo todo lo que dices… Un buen lugar para digerir esta transición tuya y dar comienzo a una nueva etapa…
    Disfruta mucho de tu estancia en Vinuesa y con los tuyos. Ir a tu pueblo natal es ir a tus raíces… Que estos días te ayuden a desconectar y conectar a la vez.
    Gracias Gonzalo por introducirnos en el camino sinodal.
    Un abrazo.

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  2. Felicidades Gonzalo. Que hermoso que camine con ese fresquito, que si se despeja lamente. Muchas gracias por tus reflexiones y el compartir. Ha disfrutar se ha dicho.

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