jueves, 23 de mayo de 2024

Sacerdotes para siempre


No creo que muchos lectores sepan que hoy en España (y en otros países como Chile, Colombia, Perú, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela) se celebra la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. A un amigo mío no le gusta mucho esta fiesta porque dice que la liturgia ha privilegiado los títulos de rey y sacerdote aplicados a Jesús, y ha silenciado el de profeta. No le falta algo de razón. De hecho, el último domingo del año litúrgico celebramos la solemnidad de Cristo Rey y el jueves después de Pentecostés la fiesta de Cristo Sacerdote, pero no hay un día especial para celebrar su condición de profeta, aunque esté disuelta en todo el año litúrgico. 

Ya sé que este asunto no se puede despachar a la ligera, pero si es verdad que “lex orandi, lex credendi” (lo que se ora es lo que se cree), entonces este “olvido” litúrgico indica quizás que nuestra fe ha acentuado mucho la dimensión sacerdotal y real de Jesucristo y ha dejado en penumbra la dimensión profética, lo cual tiene muchas repercusiones en nuestra manera de vivir su seguimiento y en la forma de ejercer el ministerio presbiteral. 

Dicho lo cual, es bueno aprovechar al máximo lo que tenemos. El sacerdocio de Cristo no es una prolongación del sacerdocio del Antiguo Testamento, sino una superación. A diferencia de lo que sucedía en el antiguo templo, Jesús, con su entrega total al Padre, es al mismo tiempo y “de una vez para siempre” (Hb 10,10) sacerdote, víctima y altar. Ha inaugurado un sacerdocio existencial que hace de la propia vida la verdadera ofrenda. 


Todos los bautizados participamos de la condición sacerdotal de Cristo; por lo tanto, podemos ofrecernos a Dios con todo lo que somos y ser también un lugar de encuentro con él para otras personas. Es importante subrayar este sacerdocio universal o sacerdocio común como se suele denominar. La constitución conciliar Lumen Gentium afirma que “el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque diferentes esencialmente y no sólo en grado, se ordenan, sin embargo, el uno al otro, pues ambos participan a su manera del único sacerdocio de Cristo” (n. 10).

Para refrescar nuestros conocimientos sobre esta materia, no estaría mal en un día como hoy leer lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica respecto del sacerdocio de Cristo, el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio de quienes han recibido el sacramento del Orden. Cada vez me convenzo más de que muchos de los problemas que hoy tenemos en la Iglesia se deben a un exceso de buena voluntad acompañado por un déficit de formación.


Más allá de la fiesta, el mes de mayo enfila ya su recta final. No sé si en las parroquias y comunidades se sigue cultivando el “mes de María” como antaño, pero creo que la espiritualidad mariana nos ayuda a “guardar en el corazón” las muchas cosas que hoy vivimos y no siempre comprendemos. En momentos de confusión es necesario tener un “centro” desde el que podamos organizar nuestra vida para no ser víctimas de la dispersión que nos destruye. María nos enseña a ser personas con corazón (compasión), que viven desde el corazón (interioridad). Ambas dimensiones (compasión e interioridad) son necesarias para hacer frente a la indiferencia y la superficialidad que nos circundan. 

Hace unos días vi en la calle a un grupo de niños del colegio de las Concepcionistas de Princesa con sus ramitos de flores. Los traían de casa para regalárselos a la Virgen. Es posible que más de un viandante adulto esbozara una sonrisa de sorpresa y escepticismo, como si esos niños vestidos con su chándal azul fueran el residuo de una época superada. A mí me pareció una preciosa imagen que simboliza a todos aquellos que en nuestra adultez no quisiéramos perder la inocencia infantil y, sobre todo, la capacidad de ver a María como madre que nos acoge, enseña y guía en el camino de la vida.

2 comentarios:

  1. Sí, la Iglesia ha silenciado el título de “profeta” para Jesús, pero creo que es muy evidente a lo largo de su vida y se puede ir descubriendo. Puede ser que, en general, no se dé por sobreentendido, porque no se celebra de una manera explícita, pero como escribes; “está disuelta en todo el año litúrgico.”
    Estoy de acuerdo en el déficit de formación para todos los que hemos recibido el Bautismo… En general, no somos conscientes, no asumimos la responsabilidad del sacerdocio común de los fieles.
    Gracias por ayudarnos a descubrir el sacerdocio de Jesús y gracias por tu testimonio sacerdotal y misionero.

    ResponderEliminar
  2. Preciosa la foto de las niñas "con flores a María" y tu comentario. Lo de la fiesta de Cristo Sumo Sacerdote es una fiesta también para los que no estamos ordenados ministerialmente. Al menos, yo así lo quiero vivir.

    ResponderEliminar

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.