
Mientras en la mayor parte de las iglesias del mundo se celebra hoy la fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán, en Madrid estamos en otra onda. Estoy viendo en directo la retransmisión de la misa que preside el arzobispo de Madrid con motivo de la solemnidad de Nuestra Señora la Real de la Almudena. Se celebra al aire libre, en la plaza de la Armería, entre la catedral y el palacio real. El día es luminoso, pero frío. He podido comprobarlo cuando me he acercado por allí un poco antes de las 10 de la mañana para ver el ambiente popular.
Me sorprende el coro de jóvenes de la Obra de san Juan de Ávila que acompaña el canto de la asamblea. Se ve que no son profesionales, pero lo hacen bien y con entusiasmo juvenil. Tras las lecturas, el alcalde de la villa, en nombre del pueblo de Madrid, renueva el voto a la Virgen de la Almudena (palabra de origen árabe que parece significar “ciudadela”), una tradición que se remonta a 1640.

El cardenal Cobo está leyendo ahora su homilía con mucha energía. “¿Dónde radica tu seguridad, tu fortaleza y tu alegría?”, se pregunta. “María nos ayuda a entender que la vida, si se vive en verdad, se comparte… María nos convoca a compartir la vida al pie de la cruz”. Suenan las campanas. En Madrid hay muchas cruces.
Habla del informe Foessa 2025, que ofrece una radiografía completa de las cruces que reclaman nuestra presencia. Aumentan las nuevas formas de pobreza y, sobre todo, la pobreza infantil. Al cardenal se le enciende la voz cuando habla de esta realidad: “Hay que mirar a las cruces de los crucificados”.

Pienso en esa imagen de la Virgen que, según la tradición, fue descubierta en la muralla de la “ciudadela” madrileña a finales del siglo XI. La muralla es un símbolo de protección, pero también de separación. La Virgen rompe las murallas. Si es verdad que estamos viviendo en los últimos tiempos un “giro católico” en nuestra sociedad, ojalá ese giro signifique la demolición de las murallas ideológicas y afectivas que tanto daño nos siguen haciendo. La polarización social es seguramente la muralla más separadora, la que más está envenenando el clima social en los últimos años.

La Virgen rompe murallas, se aparece en ellas. De esta forma, manifestándose como madre, reúne a los hijos dispersos, recrea los vínculos, crea comunidad. Año tras año, compruebo cómo la fiesta de la Almudena va convocando a más madrileños, se va haciendo verdaderamente popular en esta metrópolis moderna que se parece poco a la ciudadela medieval. No llega todavía al fervor que suscita la Virgen del Pilar en Zaragoza o la Virgen de Guadalupe en México, pero se está recorriendo un buen camino.
María es la madre de todos, es siempre la misma aunque se la conozca por las diferentes advocaciones…
ResponderEliminarElla, se hace presente en nuestras vidas de una forma diferente, pero está, aunque a veces nos cueste reconocerla… Está en los momentos de dolor y en los de gloria.
Gracias Gonzalo por recordarnos que María “es madre”.