miércoles, 9 de julio de 2025

Escucha a tu corazón


Tras un paso fugaz por Valencia y otro algo más prolongado por León, me encuentro desde el lunes en San Lorenzo de El Escorial acompañando a 22 religiosas concepcionistas en una semana de ejercicios espirituales. No me queda mucho tiempo libre para reabrir el Rincón. Lo hago hoy miércoles, una vez que los ejercicios han alcanzado su velocidad de crucero. 

En los medios digitales católicos se multiplican las reflexiones sobre Matteo Balzano, el joven sacerdote italiano que se suicidó hace unos días. Casi todas parecen cortadas con el mismo patrón. Se insiste en que los sacerdotes somos seres humanos, expuestos como todos a debilidades y tentaciones. Algunos acentúan la sobrecarga de trabajo de muchos sacerdotes diocesanos y la soledad que a menudo los acompaña. Otros van más lejos y se preguntan qué esperamos de un sacerdote

Comprendo el interés que se ha suscitado por la vida de los sacerdotes a raíz del suicidio del joven don Matteo, pero no me parece oportuno ahora proseguir esta línea. El suicidio es una experiencia demasiado seria que exige respeto, silencio y oración. Solo en otras circunstancias se puede abordar con serenidad.


Hace años leí Donde el corazón te lleve, una novela de la italiana Susanna Tamaro que tuvo mucho éxito a finales del siglo pasado. Anoté unas palabras que la anciana Olga, protagonista del libro, dirige a su nieta ausente: “Cuando ante ti se abran muchos caminos y no sepas cuál recorrer, no te metas en uno cualquiera al azar: siéntate y aguarda. Respira con la confiada profundidad con que respiraste el día en que viniste al mundo, sin permitir que nada te distraiga: aguarda y aguarda más aún. Quédate quieta, en silencio, y escucha a tu corazón. Y cuando te hable, levántate y ve donde él te lleve”. 

Estas palabras me parecen muy luminosas en la actual coyuntura. Corremos el riesgo de meternos en caminos cortados o que llevan a destinos indeseados. Lo mejor es respirar, aguardar con calma y escuchar a nuestro corazón. Es un GPS que, tarde o temprano, nos orienta en la dirección correcta.


El corazón humano, incluso el más endurecido, acaba siempre redirigiéndonos a Dios porque está programado para ello: “Nos hiciste para Ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti” (san Agustín). No se trata, pues, de algo opcional. Estamos hechos por y para Dios. Podemos despistarnos, caminar en dirección contraria, maldecir nuestra suerte, hacer oídos sordos, entretenernos por el camino, poner obstáculos a otros caminantes, enzarzarnos en peleas varias… Todo es posible, pero eso no altera la “programación” de nuestro corazón. 

Por eso, no es nada extraño que estemos inquietos, que nos sintamos desajustados, dubitativos, vacíos e infelices. Si el corazón humano solo encuentra su descanso en Dios, todo lo que nos aleje de Él se volverá contra nosotros. Me parece que este es el drama de nuestro mundo y de nuestro tiempo. En el silencio de unos ejercicios espirituales me parece todavía más diáfano que en el tráfago de la vida cotidiana. ¿Quién tiene interés en que no escuchemos a nuestro corazón?

1 comentario:

  1. Muchas gracias por tan rica reflexión. Todo lo que nos aleja de Él… se vuelve contra nosotros. Feliz y provechosos días de Ejercicios

    ResponderEliminar

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.