lunes, 24 de marzo de 2025

Solo trece palabras


El papa Francisco ya está en su apartamento de Santa Marta desde ayer a primera hora de la tarde. Su antigua cama ha sido sustituida por una cama articulada para facilitar su cuidado. Le aguardan dos meses de paciente convalecencia. 

A muchas personas les ha llamado la atención que ayer, cuando se asomó al balcón de una de las habitaciones de la quinta planta del policlínico Gemelli (no de la suya, que está situada en la décima), las únicas palabras que dijo, con voz débil y entrecortada, fueron: “Grazie a tutti. E vedo questa signora con i fiori gialli! È brava!” (Gracias a todos. Y veo a esta señora con las flores amarillas. Es buena). La tal señora es una mujer calabresa de 78 años llamada Carmela que, poco después, declaró: “Se suponía que iba a dar la bendición y en su lugar vio mi manojo de rosas. Le deseo una pronta recuperación y que vuelva a estar entre nosotros”. 

Después de casi 40 días recluido en una habitación de hospital, uno hubiera imaginado que sus primeras palabras iban a ser solemnes o por lo menos piadosas. Ese tipo de discurso más formal lo dejó para el texto que acompañaba la recitación del Ángelus. Él prefirió pronunciar solo trece palabras (quizá doce) y fijarse en un detalle de amor, como cuando Jesús, rodeado por una multitud que lo aplastaba, dijo: “Alguien me ha tocado” (Lc 8,46). O como cuando, en la cena de Betania, poco antes de su muerte, Jesús dejó que su amiga María le ungiera los pies con “una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso” (Jn 12,3). El gesto de Carmela, la señora de las flores, va en esa línea de un amor gratuito. El saludo del papa Francisco deja a un lado el protocolo y agradece ese gesto espontáneo. Tenemos mucho que aprender.


No olvido que hoy, 24 de marzo, se cumplen 45 años del asesinato de san Oscar Arnulfo Romero en la Capilla del Hospital de la Divina Providencia de San Salvador que he tenido la oportunidad de visitar en un par de ocasiones. Monseñor Romero pertenece a esa categoría de santos contemporáneos que hacen creíble el Evangelio. Pasó de ser un obispo piadoso y responsable a ser un pastor comprometido y valiente. Esta “segunda conversión” tiene mucho que decirnos a quienes tal vez vivimos una fe demasiado contemporizadora, a quienes fácilmente casamos el Evangelio con la injusticia, la fe con la comodidad. 

En las últimas décadas, las iglesias latinoamericanas nos están ayudando a despertarnos de un letargo que puede sumir a Europa en la noche de la indiferencia. Creo que, en vez de poner el acento en lo que no nos gusta de ellas (sencillamente porque no coincide con nuestras tradiciones y costumbres), deberíamos acoger el “perfume de Evangelio” que exhala el testimonio de tantos cristianos (la mayoría desconocidos) que viven su fe en Dios y en Jesús con sencillez, sin el agobio de quienes nos estamos debatiendo siempre entre la fe y la duda porque vivimos alejados del mundo de los pobres, que es el “lugar teológico” en el que uno aprende a creer. Tanto el papa Francisco como san Oscar Romero nos lo han dicho por activa y por pasiva.

2 comentarios:

  1. Gracias por recordarnos hoy, el testimonio de un santo de nuestros tiempos: Oscar Arnulfo Romero. Un ejemplo de vida entregada a Dios y a los hermanos.

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  2. La fe, nuestra fe, me parece un regalo con valor infinito. Apoyados en ella, orientados por ella, caminamos confiados hacia un "espacio" donde esperamos que tendrán respuesta muchos o todos nuestros interrogantes. El misterio de la Anunciación arroja un torrente de luz sobre tanta oscuridad. Vivimos rodeados de misterio. Por ejemplo: ¿quién les dijo a nuestras plantas que es el momento de florecer? Y sin embargo en ambos hemisferios la primavera y la floración no fallan. Existan o no otros mundos ¿quién les dio estas normas de comportarse? Y las preguntas serían interminables.

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