lunes, 17 de marzo de 2025

¡Esa foto!

 

Desde que el papa Francisco ingresó en el hospital Gemelli, hemos recibido casi cada día un escueto parte médico informando sobre su estado de salud. Lo que empezó siendo una fuerte bronquitis se transformó luego en neumonía bipolar con diversas complicaciones. Hacia finales de febrero, se temía lo peor. Los últimos partes, sin embargo, hablan de una lenta evolución positiva. Durante un mes no se publicó ninguna foto del Papa en el hospital. Ayer distribuyeron la primera los servicios informativos del Vaticano. 

Es una foto singular. Me llama la atención que se haya difundido en el segundo domingo de Cuaresma. Precisamente el día en que la liturgia nos presenta el relato de la transfiguración, que narra que a Jesús se le iluminó el rostro, contemplamos una foto del anciano Francisco en la que apenas se le ve el rostro. Vemos con claridad el cuerpo de Jesús crucificado sobre una cruz iluminada, pero de Francisco solo vemos la parte lateral derecha de su cabeza encanecida y una especie de esbozo de su párpado y del extremo de la nariz.

La foto nos hurta el rostro de Francisco y, sobre todo, la fuerza de su mirada. En realidad, se podría decir que es una foto sin identidad. La claraboya de nuestro misterio personal es el rostro y, dentro de él, los ojos. Cuando no vemos el rostro de una persona o cuando sus ojos permanecen tapados, no sabemos en realidad quién es. Más que ver a Francisco, vemos a un anciano sentado en una silla y revestido con alba blanca y estola morada. El mensaje que la foto transmite es más bien triste. Es como si hubiera desaparecido el sujeto (enfermo sí, pero sujeto lleno de dignidad, al fin y al cabo) y solo conociéramos de él su edad avanzada y su condición ministerial.

Cabe una interpretación más benévola. No vemos el rostro de Francisco porque su verdadera identidad es seguir a Jesús, aunque en la foto no parece que en ese momento esté dirigiendo la mirada hacia la cruz que pende de la pared frontal. Imagino que el fotógrafo vaticano ha querido ahorrarnos la contemplación de un Papa quizá muy débil y demacrado, pero eso me parece un grave error. Si somos capaces de contemplar al Cristo crucificado y deshecho, ¿por qué no podríamos contemplar con parecido respeto a un Papa desmejorado tras un mes en el hospital? 

Todavía somos prisioneros de la cultura de la imagen. Todavía nos gusta maquillar la realidad en vez de proponerla como es. Una foto podría ser una hermosa lección de teología encarnada, pero me temo que se ha contentado con ser una respuesta mediocre a la curiosidad general.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo contigo, Gonzalo… Ya también, cuando hay un parte médico, creo que la información que dan está “muy protegida”, tendremos que aprender a leer “entre líneas”. Oremos para que se haga la voluntad de Dios en Él y que lo sepamos acompañar con nuestras sencillas oraciones, agradeciendo todo el testimonio recibido a lo largo de su Papado.

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