Delante del nuevo mosaico que acoge
a quienes nos visitan, que está expuesto al relente de la noche y a los rayos
del sol de mediodía, le pido a esta Madre de la unidad que nos acompañe en este
siglo XXI hacia la unidad querida por Jesús cuando le rogaba al Padre que todos
fuésemos uno, que nos ayude a aprovechar las riquezas de todos en una nueva
unidad, que no es la suma de nuestras imperfecciones, sino el don que Dios nos
concede. Al igual que las teselas del mosaico forman una hermosa composición (desde las doradas que refulgen al sol hasta las grises y de otros colores), así la Iglesia puede ser una y diversa en toda su hermosura. Solo una Madre como María, llena del Espíritu Santo, sabe cómo
respetar e integrar las diferencias que existen en la familia cristiana. Madre
de la unidad, ruega por nosotros.
EL RINCÓN DE GUNDISALVUS
miércoles, 20 de enero de 2021
Madre de la unidad
martes, 19 de enero de 2021
La tendencia pornográfica
En
realidad, se trata de una tendencia tan antigua como el ser humano. De hecho,
en el libro del Génesis encontramos la clave que nos permite descifrar este
misterio. Pone en la boca de Dios esta advertencia: “El Señor Dios dio este
mandato al hombre: «Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del
árbol del conocimiento del bien y el mal no comerás, porque el día en que comas
de él, tendrás que morir»” (Gn 2,16-17). Esta advertencia sigue siendo válida
para los seres humanos de todos los tiempos. Pero, como sabemos por experiencia,
dentro de nosotros hay una “serpiente” (el propio yo envalentonado) que nos instiga
a no escuchar la voz de Dios. Lo que sucede como consecuencia se expresa muy
bien en el lenguaje mítico-simbólico del Génesis: “Entonces la mujer se dio
cuenta de que el árbol era bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable para
lograr inteligencia; así que tomó de su fruto y comió. Luego se lo dio a su
marido, que también comió. Se les abrieron los ojos a los dos y descubrieron
que estaban desnudos; y entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron” (Gn
3,6-7).
lunes, 18 de enero de 2021
Un mundo con dos caras
domingo, 17 de enero de 2021
Juego de miradas
sábado, 16 de enero de 2021
Elogio de la rutina
En fin,
que nunca llueve a gusto de todos. Pero, por una vez, sin que sirva de
precedente, desearía más vivir en la plácida Suiza, rodeado de nieve y de vacas,
con una taza de chocolate caliente en la mano, que en la emocionante Italia,
rodeado de belleza por todas partes, pero sometido a un sinvivir permanente. Aunque, en honor a la verdad, no es que la situación actual de Suiza en relación con el coronavirus sea tan idílica. No están los tiempos para muchos idealismos.
[Por cierto, ayer y anteayer estuve tan ocupado que no tuve tiempo de escribir las entradas correspondientes. Mi dispiace].

miércoles, 13 de enero de 2021
La tercera ola
Todos
estos vaivenes aumentan la ansiedad y, casi sin darnos cuenta, van minando una
capacidad esencial del ser humano: la de hacer proyectos a medio y largo plazo.
Hoy casi nadie se atreve a pensar en el horizonte del 2030, por más que la ONU
siga manteniendo para esa fecha sus objetivos
de desarrollo sostenible. Hemos pasado de un optimismo prometeico (todo
es posible con ingenio y medios) a un pesimismo casi enfermizo (no se puede
jugar con la naturaleza). Por si fuera poco, las copiosas nevadas y la ola de
frío que han congelado mi país en los últimos días no han hecho sino reforzar
este sentimiento de pequeñez e impotencia ante una naturaleza sorprendente e incontrolable.

martes, 12 de enero de 2021
Acólitas y lectoras
En la misma Carta se da la razón de fondo: “Se ha llegado en los últimos años a una elaboración doctrinal que ha puesto de relieve cómo determinados ministerios instituidos por la Iglesia tengan como fundamento la condición común de ser bautizados y el sacerdocio real recibido en el sacramento del Bautismo; éstos son esencialmente distintos del ministerio ordenado recibido en el sacramento del Orden”. La Carta ha causado cierta sorpresa, aunque, en realidad, no ha hecho sino convertir en derecho algo que ya se estaba dando en la práctica. O, dicho de manera más técnica, convertir un “de facto” en un “de iure”. Como sabemos, está también en marcha una comisión que estudia la posibilidad de instituir el diaconado femenino. Este será un asunto mucho más delicado.
Intuyo que la mayoría se sitúa en una posición intermedia. Aceptan de buen grado la decisión del Papa porque comprenden que los ministerios instituidos del lectorado y acolitado se fundamentan en el sacerdocio real que todos los cristianos recibimos en el Bautismo, no en el sacramento del Orden. Por otra parte, desde hace muchos años era práctica común que las mujeres leyeran la Palabra de Dios en las celebraciones litúrgicas y que algunas colaboraran en el servicio del altar y la distribución de la comunión, si bien ambas tareas no tenían el rango de “ministerios instituidos”, sino, más bien, de prácticas litúrgicas informales o encomendadas.
Personalmente, pienso que la decisión del Papa da carta de naturaleza
a unos servicios que dimanan de nuestra vocación bautismal y que visibilizan el hecho de que en la comunidad cristiana “ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni
libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”
(Gal 3,28). Es obvio que, por diversas razones, la mujer no tiene en la Iglesia el reconocimiento oficial que haga justicia a su participación real. Por otra parte, desearía que la forma de ejercer estos ministerios por parte de las mujeres no fuera una fotocopia del modo masculino (y a menudo un poco clerical), sino que pudieran enriquecerlos con su genio femenino. Todos saldríamos ganando.
Para ello, habría que distinguir qué entendemos por la gran Tradición
(estable, pero en desarrollo) y por las pequeñas tradiciones (contingentes y
revisables) y, sobre todo, tendríamos que hacer un esfuerzo por ver qué ministerios
necesita la Iglesia de hoy en los diversos contextos para madurar como comunidad de seguidores de Jesús y
evangelizar un mundo en constante cambio. Obviamente, esto no significa que todos los ministerios que ya
existen (desde la enseñanza de la Teología a la catequesis, la música, la atención a los enfermos o la
ayuda social) deban ser “instituidos”, pero quizás algunos, por su especial
densidad y significado, podrían entrar en esta categoría. No se me escapa la última parte del
canon modificado: “Tal atribución no les da derecho al sustento ni a la
remuneración por parte de la Iglesia”. La cuestión económica sigue pesando
mucho en la articulación de los ministerios. También aquí debemos encontrar
nuevas formas. Sin desdeñar la importancia y necesidad del voluntariado, es
verdad que “el obrero es digno de su salario” (1 Tim 5,18).