jueves, 27 de marzo de 2025

Las cloacas del poder


Me la he leído en un par de días robando tiempo al descanso nocturno. Salió hace cuatro años, pero la tenía almacenada en el Reader. Espoleado por el reportaje del dominical de El País del pasado domingo sobre la última producción de Javier Cercas -El loco de Dios en el fin del mundo- la rescaté de los estantes de mi biblioteca electrónica. Confieso que me ha enganchado. Me refiero a la novela Independencia. Su título puede prestarse a engaño. No trata sobre la independencia de Cataluña -tema que Cercas ha abordado en numerosas ocasiones- ni tampoco sobre el famoso procès, sino sobre las cloacas del poder y del dinero. O del dinero y del poder, que tanto da. 

Toma como asunto principal la extorsión que un misterioso personaje le hace a la alcaldesa de Barcelona (no se refiere a Ada Colau, sino a una mujer que supuestamente ejerce el cargo en 2025, el año en curso) exigiéndole primero su dinero y luego su dimisión para evitar difundir un vídeo de alto voltaje sexual que recoge algunas experiencias juveniles de la política. El policía Melchor Marín -hijo de una prostituta asesinada, expresidiario, lector impenitente de novelas y famoso por haber sido uno de los héroes cuando los atentados islamistas de 2027 en Barcelona- colabora en la resolución del caso y comprueba que está misteriosamente conectado con un asunto personal de suma trascendencia. No revelo más detalles.


Javier Cercas construye de tal manera el relato que se hace difícil abandonarlo. Domina el lenguaje, el tempo y, sobre todo, la arquitectura de la novela. Aunque he disfrutado mucho con su desarrollo, lo que más me ha afectado es la reflexión implícita y explícita sobre la conexión entre dinero y poder, tan de moda hoy con el tándem Trump-Musk. En realidad, la verdadera independencia en Cataluña la tienen quienes desde hace mucho tiempo detentan (uso deliberadamente este verbo) el poder en la sombra. 

En un momento determinado de la novela, uno de los personajes dice algo parecido a esto: “Los intelectuales tienen ideas, los pobres tienen ideales, pero solo los ricos tenemos el poder”. Y así es en la mayor parte de los casos. Lo que sucede es que incluso los que se sienten intocables, arropados por la seguridad que les da su pedigrí económico y su manejo del poder, pueden acabar mal. La historia tiene muchos meandros, no es un río que fluye siempre en línea recta hacia un mar de independencia absoluta y de exenciones eternas.


Leyendo la novela, he comprobado que a veces me hervía la sangre. Es como si brotara dentro de mí una repulsa visceral, no evangelizada, hacia quienes no tienen inconveniente en pisar a los demás con tal de mantener sus privilegios. Su descaro llega a tal nivel que consideran que es poco menos que voluntad divina que haya explotadores y explotados, privilegiados y descastados. Quizá lo que la novela pone más de relieve es esa conciencia de impunidad que tienen quienes por herencia familiar siempre han estado arriba. Naturalmente, su exquisita educación les impide hacer ostentación de ese dominio. Procuran envolverlo en el papel celofán de la cortesía, las buenas maneras y hasta una cierta camaradería con los de abajo, que no es más que una sutil arma de dominación. 

Llegando a las últimas páginas de la novela, resultaba imposible no recordar las palabras del Magnificat de María: “Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos”. También esta es una lección cuaresmal que podemos aprender, aunque resulte incómoda para unos y liberadora para otros.

1 comentario:

  1. Gracias por toda la información que nos das que ayuda a comprender más la realidad que estamos viviendo y como “digerirla”.
    Gracias Gonzalo porque en medio de toda la complicación nos sorprendes con las palabras del ‘Magníficat’… Realmente, como escribes, “una lección cuaresmal que podemos aprender”, y con ganas de saber encontrar la parte liberadora.

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