
“Ni por un millón de dólares haría el tipo de trabajo que usted hace”, le dijo una vez un periodista a Madre Teresa de Calcuta. Ella respondió: “Yo tampoco. Pero lo hago porque veo al Cristo sufriente en cada uno de ellos”. Cuando somos capaces de ver el rostro de Dios en los pobres, en los que sufren, ellos también ven el rostro de Dios en nosotros.
Es la experiencia del encuentro de Cristo con Cristo, la experiencia del encuentro del Cristo sufriente con el Cristo compasivo. Moisés volvió con el rostro radiante después de su encuentro con Dios (cf. Ex 34,29-35). En el evangelio de este II Domingo de Cuaresma leemos que en Jesús se produjo un fenómeno semejante, pero mayor: “el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos” (Lc 9,29).

Los cristianos hablamos de transfiguración. Es una experiencia que Jesús tuvo en lo alto de la montaña, mientras oraba, y que, de alguna manera, todos tenemos cuando entramos en relación con Dios a través de la oración. En ella, también nosotros nos transfiguramos, recuperamos el brillo de nuestra verdadera identidad. Todos hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios. Ese rostro ha sido manchado y desfigurado por un uso errado de la libertad. Necesitamos ser pulidos en el “monte de la oración” para ver el rostro de Dios reflejado en los pobres que viven en el “valle de la vida cotidiana”.
En el momento en que empezamos a ver el rostro de Dios en los pobres, ellos son capaces de ver también el rostro de Dios en el nuestro. Este es el hermoso “efecto espejo” de una vida cristiana auténtica. Quizá esa falta de reflejo de una realidad en otra explica nuestra mediocridad.
Me ha llevado a una reflexión personal… Resulta relativamente fácil ver el rostro de Dios en los pobres, pero veo muy difícil, casi imposible, que ellos puedan ver el rostro de Dios en el mío… ¡Cuánto falta para llegar a ello!
ResponderEliminarGracias Gonzalo por interpelarnos con una frase, aparentemente inocente.
Siento que todos nosotros debemos tener una transfiguración en nuestro modo de vivir .
ResponderEliminarDebemos salir más al encuentro con el prójimo y ser valientes en nuestro testimonio.
Ojalá los demás puedan ver en nosotros el efecto espejo.