miércoles, 9 de mayo de 2018

De la euro-visión a la euro-misión

Hoy, 9 de mayo, se celebra el Día de Europa. El próximo sábado se celebrará en Lisboa el festival de Eurovisión. Este último, tras años de desinterés, parece que ha recobrado fuerza. El primero puede pasar sin pena ni gloria. Y, sin embargo, me parece que es ahora, en estas primeras décadas del siglo XXI, cuando más necesario es repensar el proyecto de la Europa unida. Se necesita una nueva “euro-visión” que permita comprometerse en una nueva “euro-misión”. Es probable que a los amigos americanos que siguen este blog no les interese demasiado este discurso, pero prometo no cansarles mucho. No sueño con un planeta eurocéntrico. Creo en el mundo como una “aldea global” policéntrica. Me doy cuenta de que dos de las potencias del siglo XX (Estados Unidos y Rusia) quieren recuperar su prestigio perdido, pero será difícil. Ni Trump ni Putin irán demasiado lejos en sus sueños de grandeza. China sigue haciendo caja como gran fábrica del mundo e India cada vez se está ensimismando más. Me parece que las grandes novedades del siglo XXI vendrán de África, aunque tardarán en llegar.

Mientras todos estos movimientos se solapan, oponen y colaboran, ¿qué está pasando con Europa? Varias veces he abordado en este blog el presente y el futuro del continente. Frente al burocratismo imperante, creo que Europa se hace desde abajo. Frente a las tendencias disgregadoras (pensemos en el Brexit), me he preguntado si vamos hacia la disolución o hacia la refundación de la Unión Europea. He prestado atención a la creciente islamización del continente y he pedido un discernimiento más a fondo de lo que esto significa porque mañana será tarde. ¡Hasta me he atrevido a suplicar Un poco de alma, por favor!

Si hoy vuelvo sobre este asunto, aprovechando la celebración del Día de Europa, es porque me parece que no acabamos de percibir los riesgos que se ciernen sobre un continente olvidadizo de sus raíces, demasiado fragmentado y sin un proyecto entusiasmante de futuro. Paseando por las plazas y calles de Vic, he sentido una  tristeza pegajosa, un sentimiento de fracaso colectivo. La proliferación de banderas independentistas, lazos amarillos y carteles reivindicativos me ha hecho retrotraer a otras épocas que creía superadas. Percibo una sintonía entre este fenómeno y otros semejantes en algunas regiones francesas, belgas y alemanas, en Escocia, etc. Algunos consideran que ha pasado la hora de los estados-nación y que deben emerger con fuerza los estados-región. Este movimiento centrípeto es recurrente en la historia europea y tiene claras explicaciones. La última vez que se vivió con fuerza fue en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. No sabemos adónde nos conducirá ahora. 

Sea como fuere (las formas políticas no son dogmas de fe y, por lo tanto, son mudables), es preciso tener una clara “euro-visión” que permita desarrollar una nueva “euro-misión”. Me parece claro que hay que idear nuevos modos de articular la unidad y la diversidad de este pequeño continente. En el pasado casi siempre se ha hecho a través de guerras y acuerdos posteriores. La creación de la Unión Europea supuso un cambio significativo de paradigma. Desprestigiarla o romperla no va a conducir a nada mejor. Me parece que la única salida razonable es la mejora del estado actual mediante una mayor participación de los ciudadanos en la gobernanza de la Unión y un avance significativo en la unión fiscal, judicial, militar, digital, etc. Este proceso no es incompatible con la tutela y promoción de la enorme pluralidad lingüística y cultural que caracteriza al viejo continente. Esta diverisdad constituye una de sus señas de identidad y, por lo tanto, un capital humano y simbólico impagable.

En cualquier caso, el esfuerzo mayor tiene que concentrarse en el cultivo de los valores que están ligados a la historia e identidad del continente y en la construcción solidaria de lo que nos une y no tanto en la agitación reivindicativa de lo que nos separa. ¿Encontraremos políticos con una “euro-visión” clara y de largo alcance, de manera que puedan liderar la nueva “euro-misión” en los próximos años? Tengo mis dudas. No porque no existan, sino porque los intereses regionales y nacionales no les permiten emerger y actuar. Los partidos tradicionales no parecen ser los órganos más adecuados para canalizar la participación ciudadana. Quizás se necesitan partidos netamente europeos que se nutran con ciudadanos de varios países y que no actúen pensando solo en los intereses particulares, sino en los valores y necesidades de la Unión.

1 comentario:

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.