viernes, 9 de septiembre de 2016

Violencia a más de 10 kilómetros de altitud

El Airbus 380-800 en el que he cubierto el trayecto Roma-Dubai puede transportar a más de 800 pasajeros. Es un avión impresionante. El de hoy llevaba una tripulación de 28 hombres y mujeres. La compañía Emirates, con la que he viajado, dispone de 83 aparatos de este tipo. Una flota que sola ella puede permitirse. Es la más numerosa. El vuelo ha sido un muestrario de la especie humana. Viajaban personas de muchas nacionalidades, etnias, religiones, edades, sexos… Me gusta detenerme a contemplar cómo reaccionamos en situaciones semejantes. Me ha sorprendido la gran corrección, tanto por parte del pasaje como de la tripulación. Todo ha funcionado con orden. Al fin y al cabo, un avión de este tamaño es una exprfesión del orden que somos capaces de crear los seres humanos. Es también como un pueblo que necesita organizarse para sobrevivir.

Durante el trayecto he visto un par de películas. Una de ellas, London has fallen (Objetivo: Londres), me ha impactado porque anticipa algo que puede suceder en cualquier momento: un ataque terrorista de grandes proporciones. La película está protagonizada por Gerard Butler, Aaron Eckhart y Morgan Freeman. Sigue los cánones del cine norteamericano de acción. Y, por supuesto, los protagonistas (el presidente de los Estados Unidos y su fiel y valiente guardaespaldas) sobreviven al ataque sobre Londres y sobre los líderes mundiales congregados en la capital británica para asistir al funeral del primer ministro, que –como se descubre al final– ha sido envenenado. Quizá lo de menos es la factura técnica del filme. 

Lo que a mí me interesa es que coloca en el punto de mira asuntos de gran alcance, cuyos hilos se nos escapan, pero que acaban afectándonos más de lo que imaginamos. Me refiero al tráfico internacional de armas, a los servicios de inteligencia, a los actos terroristas, a los acuerdos secretos entre países y organizaciones criminales, etc. Es como un viaje a la sima del odio, de los intereses y de la violencia. Cuesta imaginar que los seres humanos seamos capaces de tanta vileza, pero esta es la “cara oscura” de nuestra condición. El espectador tiende a identificarse con los buenos sin darse cuenta de que el trigo y la cizaña crecen juntos y de que a menudo los supuestos buenos han creado las condiciones para la proliferación de los supuestos malos. Naturalmente, la película no entra en estas sutilezas. Interesa hacer una obra espectacular, llena de suspense y de acción. Pero, quizá sin pretenderlo, nos abre los ojos sobre los riesgos de un mundo que ha hecho de la violencia su comercio más boyante.

A estas horas de la madrugada, en pleno aeropuerto de Dubai, no estoy para reflexiones de más altura. Espero que mañana, desde la serenidad de Kandy, en Sri Lanka, pueda compartir otro tipo de experiencias.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.