sábado, 13 de agosto de 2016

Murieron cantando

Hoy no puedo escribir de otra cosa que del asesinato de mis hermanos claretianos: los 51 mártires de Barbastro, sacrificados en el verano de 1936 y beatificados por san Juan Pablo II el 25 de octubre de 1992. Hoy, 13 de agosto, celebramos su memoria litúrgica. Son 51: 8 sacerdotes, 38 jóvenes estudiantes y 5 hermanos. Casi todos ellos en la flor de la vida. La película Un Dios prohibido ha recreado con bastante acierto esta historia de odio, venganza, perdón y reconciliación. No es necesario decir muchas más cosas. Los diversos enlaces os pueden ayudar a comprender mejor una historia que sorprende por su crueldad, pero también por la fuerza de su testimonio. Estos jóvenes vivieron en apenas dos o tres semanas todos los armónicos de la vocación misionera: el amor apasionado a Jesucristo y a la Virgen María, la fuerza de la oración y la comunidad, la preocupación por los obreros y el país, el sueño misionero, el perdón y la misericordia, el valor y la alegría. En realidad, el final fue la coronación de toda una trayetoria vivida con autenticidad. Por eso, murieron cantando. Os dejo con la carta de despedida y un vídeo musical.



















La carta de despedida, redactada por Faustino Pérez en nombre de todos, estremece incluso hoy. Es una verdadera meditación sobre el sentido de la vida humana.
«Querida Congregación:
Anteayer, día 11, murieron, con la generosidad con que mueren los mártires, seis de nuestros hermanos; hoy, trece, han alcanzado la palma de la victoria 20, y mañana, catorce, esperamos morir los 21 restantes. ¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios! ¡Y qué nobles y heroicos se están portando tus hijos! 
Pasamos el día animándonos para el martirio y rezando por nuestros enemigos y por nuestro querido Instituto. Cuando llega el momento de designar las víctimas hay en todos serenidad santa y ansia de oír el nombre para adelantar y ponernos en las filas de los elegidos; esperamos el momento con generosa impaciencia, y cuando ha llegado, hemos visto a unos besar los cordeles con que los ataban, y a otros dirigir palabras de perdón a la turba armada: cuando van en el camión hacia el cementerio, les oímos gritar ¡Viva Cristo Rey! 
Mañana iremos los restantes y ya tenemos la consigna de aclamar, aunque suenen los disparos, al Corazón de nuestra Madre, a Cristo Rey, a la Iglesia Católica, y a ti, Madre común de todos nosotros. Me dicen mis compañeros que yo inicie los ¡vivas! y que ellos ya responderán. Yo gritaré con todas la fuerza de mis pulmones, y en nuestros clamores entusiastas adivina tú, Congregación querida, el amor que te tenemos, pues te llevamos en nuestros recuerdos hasta estas regiones de dolor y muerte.  
Morimos todos contentos sin que nadie sienta desmayo ni pesares: morimos todos rogando a Dios que la sangre que caiga de nuestras heridas no sea sangre vengadora, sino sangre que entrando roja y viva por tus venas, estimule tu desarrollo y expansión por todo el mundo. ¡Adiós, querida Congregación! Tus hijos, Mártires de Barbastro, te saludan desde la prisión y te ofrecen sus dolores y angustias en holocausto expiatorio por nuestras deficiencias y en testimonio de nuestro amor fiel, generoso y perpetuo. 
Los Mártires de mañana, catorce, recuerdan que mueren en vísperas de la Asunción. ¡Y qué recuerdo éste! Morimos por llevar la sotana y moriremos precisamente el mismo día en que nos impusieron.
Los Mártires de Barbastro, y en nombre de todos, el último y más indigno Faustino Pérez. C. M. F.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Corazón de María! ¡Viva la Congregación! Adiós, querido Instituto. Vamos al cielo a rogar por ti. ¡Adiós, adiós!
El vídeo es el tema musical de la película Un Dios Prohibido. Se titula “Un lugar desde el que caer”. Me gusta el texto poético y, sobre todo, la música envolvente y repetitiva, una especie de Bolero de Ravel al servicio del testimonio. Lo interpretan dos de los actores de la película. Uno de ellos es también el compositor.


1 comentario:

  1. Muy interpelador y aleccionador de cómo deberiamos comportarnos ante acontecimientos que nos duelen o perturban. Rezaré por ellos y porque se cumpla algo de lo que pidieron y por lo que murieron. Un abrazo a todos los claretianos

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