viernes, 5 de agosto de 2016

Hay dos lobos que andan sueltos

Estos días, en el contexto andino en el que me muevo, he recordado el cuento cherokee de los dos lobos. Es una historia conocida. Una mañana el viejo cherokee le habló a su nieto acerca de la batalla que se da en el interior de las personas. “Hijo mío –dijo el abuelo– dentro de cada uno de nosotros se libra una terrible batalla entre dos lobos. Uno es malvado: es ira, envidia, celos, tristeza, pesar, avaricia, arrogancia, autocompasión, culpa, resentimiento, soberbia, inferioridad, mentiras, falso orgullo, superioridad y ego. El otro es bueno: es alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, benevolencia, amistad, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe”. El nieto, lleno de curiosidad, le preguntó a su abuelo: “Abuelo, ¿y qué lobo gana?”. El viejo cherokee, exhalando con parsimonia el humo de su pipa, respondió: “Aquél al que tú alimentes”.

Estos dos lobos interiores andan sueltos hoy día. A nuestro alrededor vemos algunas personas tóxicas, llenas de envidia y resentimiento. Contaminan todo cuanto tocan. Crean ambientes irrespirables. A su lado, la vida se vuelve triste, oscura, pesada.

Pero vemos también hombres y mujeres luminosos que, sin decir nada, inundan de luz los ambientes. Son personas alegres, pacíficas, compasivas, esperanzadas, serenas, humildes, auténticas, empáticas. A su lado nos sentimos bien. Potencian lo mejor que hay en nosotros, nos contagian su positividad.

¿Por qué esta diferencia? Por el diverso tipo de alimentación. Somos lo que comemos. Si nos alimentamos cada día a base de cotilleos televisivos, comparaciones publicitarias, recuerdos de experiencias negativas, rencillas… acabaremos conformando una vida superficial, insegura y agresiva. Si, por el contrario, nos alimentamos con la meditación, el ejercicio físico, el recuerdo de las cosas buenas que nos han sucedido, la conversación con amigos… construiremos una vida saludable, positiva y encantadora.

Esta es la razón por la cual muchas personas no pueden prescindir de la Eucaristía diaria: necesitan alimentar su “lobo bueno” para que el “lobo malo” no tome la iniciativa. Necesitan –necesitamos– que la Palabra de Dios vaya aclarando nuestro complejo mundo interior. Necesitan –necesitamos– que el cuerpo y la sangre de Cristo nutran nuestra vida. La Eucaristía va transformando nuestro lobo malo en lobo bueno sin que nosotros nos demos cuenta. Las personas eucarísticas acaban siendo comida para el mundo. Reproducen en su vida diaria lo que celebran: la entrega sin límites. Por eso son imprescindibles. La muerte reciente del P. Jacques Hamel mientras celebraba la Eucaristía se ha convertido en símbolo de lo que significa entregar la vida.

1 comentario:

  1. Me ha gustado el simbolismo de los lobos.
    A veces reflexionando me digo a mi mismaque cada eucaristía debería ser motivo de transformacion en mi vida. Pero no siempre es asi.

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