Hoy, durante el
desayuno, la conversación ha girado en torno al verdadero significado del Boxing Day (fiesta tradicional
en el Reino Unido) y a las razones por las cuales hoy se celebra la fiesta de san Esteban,
el primer mártir de la Iglesia cristiana. Respecto de la primera cuestión, hay
varias teorías. Dejemos que los británicos escojan la más convincente. Mientras,
no estaría mal escuchar el mensaje
de Navidad que la Reina Isabel II dirigió ayer a sus conciudadanos, aunque en el Reino Unido creo que siguen hablando de súbditos (“subjects”) de Su Graciosa Majestad. En
menos de un día supera ya el medio millón de visualizaciones en YouTube. Pocos minutos fueron suficientes para hablar del sentido cristiano de la Navidad (presentó a Jesús como “light
of the world”, luz del mundo) en estos tiempos de oscuridad. Al mismo tiempo, la anciana reina reconoció la presencia de otras religiones en el Reino Unido. Animó a todos a contribuir desde sus respectivas creencias al bien común. Tenemos que
aprender mucho acerca de cómo combinar en las sociedades pluralistas la identidad histórica con la apertura a lo diferente. En otros países todavía no sabemos bien cómo hacerlo. Se nos va el tiempo en batallas inútiles y desgastantes. ¡Paciencia!
Me interesa más detenerme
en la segunda cuestión, la que se refiere a san Esteban. Hace cuatro años
cité, en un día como hoy, la homilía
que el arzobispo de Canterbury, santo Tomás Becket, pronuncia el día de
Navidad en la famosa obra Asesinato en la catedral, de Thomas S. Eliot.
De ella traduzco el párrafo que se refiere al hecho de que la liturgia de la
Iglesia empareje el día de Navidad (25 de diciembre) y el martirio de san Esteban
(26 de diciembre), en una especie de provocativo anacronismo:
“Considerad también una cosa que probablemente nunca habéis pensado. No sólo celebramos en la fiesta de Navidad el nacimiento y la muerte de nuestro Señor, sino que al día siguiente celebramos el martirio de su primer mártir, el bendito Esteban. ¿Creéis que es un accidente que la fiesta del primer mártir siga inmediatamente a la fiesta del nacimiento de Cristo? De ninguna manera. Así como nos regocijamos y lloramos a la vez, en el Nacimiento y la Pasión de Nuestro Señor, también, en una figura más pequeña, nos regocijamos y lloramos en la muerte de los mártires. Lloramos por los pecados del mundo que los ha martirizado; nos alegramos de que otra alma sea contada entre los santos del cielo, para gloria de Dios y salvación de los hombres”.
Es una manera de
decir que la vida humana, desde el primer momento está llena de contrastes. En
el “rosario
de la vida” no solo hay misterios gozosos. Hay también misterios
luminosos, dolorosos y gloriosos. Ayer celebrábamos el gozo del nacimiento de
Jesús y, con él, de todo nacimiento. Hoy celebramos la muerte del primer
testigo. En realidad, sería mejor decir del “segundo” porque el primero que
rubricó el Evangelio con su sangre fue Jesús mismo. Este realismo cristiano
libera la Navidad de cualquier interpretación dulzona. La alegría no solo se da
en los momentos de gozo, sino también en la prueba, la persecución y la muerte.
El que nace en Belén es el mismo que muere en el Calvario. Por eso, la fe
cristiana puede iluminar todo el arco de la vida humana. No deja fuera nada. A
Dios lo encontramos en el gozo y en el dolor, en la paz y en la guerra, en la
soledad del corazón y en el encuentro con los demás, en la naturaleza y en los sacramentos,
en las preguntas y en las respuestas. Me dan miedo las personas que viven en un
permanente tono optimista porque muy probablemente no se hacen cargo del dolor
del mundo, pasan como gato sobre ascuas sobre las experiencias de sufrimiento que
todos los seres humanos experimentamos en algún momento de nuestra vida.
No sé cómo ha
sido vuestra Navidad este año. Imagino que las reuniones familiares se habrán
restringido. Espero que, a pesar de las medidas impuestas en muchos países,
hayáis tenido la oportunidad de participar en la Eucaristía y tal vez de tener
un momento de oración frente al nacimiento. Imagino también que, como me ha
sucedido a mí, hayáis dedicado mucho tiempo a comunicaros por teléfono con los familiares
y amigos ausentes. ¿Qué sentimientos os acompañan en este sábado? ¿Experimentamos la “resaca”
que sigue a todo exceso o, más bien, una alegría suave como fruto de los
diversos encuentros vividos? La fiesta de san Esteban nos recuerda que “pronto
llegó la guerra”, que a toda consolación le sigue una desolación y que la
alegría está siempre amenazada por la tristeza, pero eso no significa que
debamos perder la esperanza.
Al contrario, nuestra alegría es siempre una tristeza
superada; la fe es una duda vencida; el amor es un odio perforado; la esperanza
es un amanecer que ha superado la noche del escepticismo. La sabiduría de la liturgia
de la Iglesia nos ayuda a sumergirnos en el realismo de la vida humana sin
perder nunca de vista el horizonte. No todo es perfecto en nuestro camino
diario, pero sabemos bien a dónde vamos. Esta certeza nos basta para vivir una
jornada más. Creo que nos hará bien leer con calma el mensaje de Navidad que ayer nos dirigió el papa Francisco.
Gonzalo, tu comentario de hoy me sugiere: Desde que nacemos caminamos hacia la muerte, palabra que quizás nos cuesta pronunciar porque le damos un sentido de “final”.
ResponderEliminarTodos nacemos con “fecha de caducidad”, caducidad para esta vida terrena e inicio para una vida “eterna”… para vivir plenamente el ser hijos de un mismo Padre y la fraternidad entre todos.
Esta Navidad ha producido una mezcla de sentimientos, nos ha roto todos los esquemas. Desde asistir a la celebración a las ocho de la tarde, hasta vivir la cercanía con nuestras familias de muy diversas maneras, echando de menos este calor humano que no lo puede sustituir nada.
Situándome ante el pesebre e imaginando como seria la primera Navidad, en aquel momento, no nos habríamos sentado alrededor de una mesa con exquisiteces, encerrados en nosotros mismos y los nuestros… Al escuchar el mensaje, inmediatamente nos habríamos puesto en camino, dejando nuestras comodidades… Desde varios caminos que convergen, todos nos habríamos encontrado en Belén, llevando lo mejor de nosotros mismos, desde nuestras pobrezas hasta nuestras riquezas…
Felices fiestas a todos… de camino hacia el año nuevo.