La página Religión Digital comienza este día con una inocentada
que dejará a más de un lector perplejo: Martínez
Camino sustituirá a Sarah como prefecto para el Culto Divino. Es
probable que a muchos lectores de este Rincón, que tal vez no saben
quiénes son Martínez Camino o Sarah, la pretendida exclusiva los deje fríos. Por mi parte, no voy a
castigaros con una inocentada como la de hace
cuatro años. Este 2020 no está para muchas bromas, aunque el comienzo
de la campaña de vacunación contra el Covid-19 en la Unión Europea parece que está levantando
un poco el ánimo. Esperemos que sea −como les gusta decir a políticos y periodistas− “el principio del fin”.
La Iglesia celebra hoy la fiesta
de los Santos Inocentes. Como es sabido, solo el evangelista Mateo (2,
13-18) habla de este episodio. Lucas, el otro evangelista que escribe sobre la
infancia de Jesús, se limita a decir que “cuando cumplieron todo lo que
prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret” (2,39).
No menciona en absoluto la huida a Egipto o la matanza de los niños menores de
dos años en Belén por orden del rey Herodes. Tampoco el historiador judío, Flavio Josefo, enemigo
declarado de Herodes, hace la más mínima referencia a esa supuesta masacre.
Exégetas e historiadores no saben precisar la verosimilitud de la narración de
Mateo, aunque se han hecho intentos −algunos muy artificiosos− para hacerla
compatible con otros datos probados. Lo que es evidente es que Mateo, que
escribe sobre todo para cristianos provenientes del judaísmo, tiene mucho
interés −como mostré en la tabla
de ayer− en hacer ver que Jesús es
el nuevo Moisés. Como él, pues, “tiene que” venir de Egipto, sobrevivir a la
matanza de sus coetáneos y hacer un verdadero éxodo de la esclavitud a la
libertad. En otras palabras, Mateo, sobre la falsilla de la historia de Moisés,
quiere poner en evidencia que solo Jesús es el verdadero salvador y que no hay poder
ni “faraón” (en este caso Herodes) que pueda contra él.
La Iglesia ha reinterpretado
este relato de muchas maneras a lo largo de la historia. Hoy se habla de la “matanza
de los inocentes” como de un paradigma que nos recuerda las continuas matanzas
de inocentes a manos de los poderes del mal. En muchos casos, estos inocentes
reciben un verdadero bautismo de sangre, por más que no puedan confesar con sus
labios a Jesús. La categoría “inocentes” se aplica hoy a muchas clases de personas:
niños abortados, menores explotados y prostituidos, niños soldados, personas
extorsionadas y chantajeadas por motivos diversos, etc. ¿Cómo creer que la
salvación de Jesús alcanza también a estos “inocentes” que nunca obtendrán la
compensación humana que necesitan? Para ellos no hay juicios válidos ni
sentencias absolutorias. Parece que, desde que nacen, están condenados a ser moneda
de cambio de los muchos Herodes que no tienen escrúpulos en matar con tal de
conseguir sus intereses.
La página bíblica es solo un espejo en el que vemos
reflejadas las innumerables vejaciones a que son sometidos muchos niños en todo
el mundo. El mensaje que el Evangelio de Mateo nos transmite es nítido: el “indefenso”
niño Jesús es más fuerte que el poder del mal, igual que la luz acaba
derrotando siempre a las tinieblas. Es, pues, un mensaje de confianza en la
victoria final de quienes son víctimas inocentes. Alentados por esta “buena
nueva”, quienes nos decimos seguidores de Jesús hacemos todo lo posible por “adelantar”
esta victoria final a las dolorosas situaciones actuales. Hay muchísimos cristianos
involucrados en la lucha contra la explotación infantil y en la defensa y
promoción de los derechos de los niños.
Quizá en un día como hoy
podemos pensar también en las “víctimas” inocentes que nosotros hemos ido dejando
en las cunetas de la vida. A veces de manera consciente y muchas de forma inconsciente,
hemos herido a algunas personas y no hemos tenido la oportunidad (o no hemos
querido) de restañar las heridas. En ocasiones, hemos ignorado a algunos,
castigándolos con el látigo de nuestra indiferencia, hemos pronunciado juicios
injustos, puede que hasta hayamos calumniado sin desdecirnos… En otras
palabras, es muy probable que también nosotros hayamos sido en ocasiones
pequeños Herodes que han robado la inocencia de los más débiles o que han aprovechado
su superioridad física, moral, intelectual o económica para humillar, denostar
o preterir. Hoy, fiesta de los Santos Inocentes, más que ser un día para
multiplicar inocentadas originales, es una oportunidad única para orar
por todas esas personas a las que hemos herido a lo largo del camino de la vida
y, si es posible, pedirles perdón y poner el bálsamo del cariño y la misericordia
en las heridas no curadas. De esta manera, la liturgia se hace viva, no se
reduce a una conmemoración sin consecuencias.
Gracias Gonzalo porque nos llevas a una revisión profunda, resaltando que: “es muy probable que también nosotros hayamos sido en ocasiones pequeños Herodes que han robado la inocencia de los más débiles o que han aprovechado su superioridad física, moral, intelectual o económica para humillar, denostar o preterir”…
ResponderEliminarMe lleva a pensar que muchas veces no profundizamos y cuando leemos “inocentes”, automáticamente nos viene la imagen de los niños… Y hay muchas personas “inocentes” . Hay quien al pasar de la madurez a la vejez, adquiere esta sencillez, se vuelven como niños… Muchos enfermos que también, por su debilidad, pasan a ser de este grupo y tantas otras situaciones… La fiesta de hoy nos puede llevar a analizar nuestras actitudes en este aspecto.
Me sorprende que de un hecho de tanta magnitud, sea como sea interpretado, se haya derivado a un día en el que se juega a quien hace la broma más importante e inverosímil.