
No sé qué pensaría la chica mexicana que tenía a mi lado ayer en el avión que me llevaba de Madrid a Roma. Tampoco me importó mucho. Sentado en la butaca 38-F, el último asiento del Airbus 330 de Iberia, terminé de leer la versión digital de El loco de Dios en el fin del mundo derramando lágrimas. No una lagrimilla furtiva, sino lagrimones como naranjas por ambos ojos. Tuve que limpiarme con mi pañuelo blanco para no dar el cante. Pero es que el final de libro -en cierto modo previsible- me emocionó más de lo que hubiera imaginado. Me gustaría contarlo con pelos y señales, pero eso rompería la expectación de quienes os animéis a leerlo.
Aunque he ido aludiendo a este libro en las últimas enteradas, hoy quiero centrarme en él. Está escrito por el escritor Javier Cercas Mena, nacido en Ibahernando (Cáceres) en 1962. Acaba de cumplir 63 años. A los cuatro años su familia se trasladó a Gerona. Desde entonces ha vivido en Cataluña. Para los lectores que no lo conozcan, está considerado uno de los mejores escritores actuales en castellano. Políticamente se considera de izquierda, aunque es muy crítico con las izquierdas actuales. Sueña con una Europa unida y confederada. Desdeña de los nacionalismos excluyentes. Religiosamente, hace gala de su ateísmo. De hecho, comienza su libro con la siguiente declaración: “Soy ateo. Soy anticlerical. Soy un laicista militante, un racionalista contumaz, un impío riguroso”. Este estribillo lo repite, con ligeras variantes y de forma cansina, a lo largo de todo el libro, como si quisiera hacerse perdonar por parte de sus conmilitones de izquierda su opinión positiva sobre Jesús y los misioneros católicos. Es quizás la única cosa -por innecesaria y repetitiva- que me ha disgustado de su novela.

En septiembre de 2023, en respuesta a una invitación que le hizo el Dicasterio para la Comunicación del Vaticano, acompañó al papa Francisco en su viaje a Mongolia. Aunque dudó al principio, al final aceptó la invitación porque él (un loco sin Dios) quería preguntarle personalmente al papa Francisco (el loco de Dios) si su anciana madre vería a su padre más allá de la muerte. En otras palabras, quería saber de sus propios labios si el Papa, más allá de su preocupación por la justicia social, la ecología y la sinodalidad, seguía creyendo en “la resurrección de la carne y la vida eterna”, como afirma el Credo.
El libro es una miscelánea de investigación histórica, retratos literarios, entrevistas a diversos personajes, descripción de paisajes y ambientes y muchas, muchas confesiones personales. Creo que en esa mezcla reside su riesgo y su atractivo. Quien busque un libro lineal, de tesis anticatólica o de apología papal, acabará decepcionado. Quien busque simplemente acercarse a un fenómeno histórico imponente como es el cristianismo y a la figura del papa Francisco para tratar de comprender lo que significan en el mundo actual encontrará en el libro una exploración honesta y sugestiva.

Javier Cercas es un maestro en la combinación de realidad y ficción. Se siente atraído por el personaje Bergoglio/Francisco porque le parece que es una persona que ha sabido explorar y trabajar sus contradicciones. Partiendo de un temperamento melancólico y autoritario, ha llegado a descubrir el significado liberador de la humildad y la alegría. Tras años conflictivos como líder jesuita, la famosa “crisis de Córdoba” lo purificó a fondo para la misión a la que estaba destinado. Adiestrado en el arte del discernimiento, sabe que el cristianismo solo tendrá futuro si es fiel a sus raíces evangélicas, si emigra del centro del poder a las periferias del sufrimiento, del clericalismo a la sinodalidad, de sus alianzas con la política y la economía a la opción por los pobres.
Quienes ya están encarnando de modo fehaciente esta forma de vivir la fe son los misioneros de vanguardia, de los que Javier Cercas hace un elogio que no he visto en ninguna pastoral de los obispos. Naturalmente, una entrega sin retorno a los desheredados de este mundo no se hace por pura filantropía. La Iglesia no es una ONG recubierta con un barniz espiritual. La fe cristiana solo se sostiene porque está henchida de resurrección, porque el triunfo de Jesús ha dado un nuevo sentido a la vida sobre esta tierra y la ha abierto a una dimensión de eternidad.
El papa Francisco no es solo un líder político más o menos astuto y popular. O un enemigo del clericalismo y un enamorado de la sinodalidad. Él cree en la resurrección de la carne y en la vida eterna “con toda seguridad”. Estas tres palabras tienen una fuerza extraordinaria en el último capítulo del libro y en el epílogo. Estoy seguro de que los lectores también se van a emocionar cuando las lean.
La madre de Javier Cercas murió el 1 de diciembre de 2024, poco más de un año después de que su hijo viajara con el papa Francisco a Mongolia y le formulara su preocupación a bordo del avión. Pudo morir tranquila y confortada porque el Papa la confirmó en su fe sencilla y profunda.