
Estamos a un tiro de piedra del Triduo Pascual. Millones de personas se ponen en camino hacia los lugares donde van a pasar estos días santos. El periódico El País publica hoy un interesante debate entre Jorge Marirrodriga y Jordi Gracia titulado ¿Es necesario conocer la tradición cultural cristiana? El primero cree que sí y el segundo piensa que no es imprescindible. La literatura se come las razones, pero merece la pena acercarse al debate. Creo que, para muchas personas, la Semana Santa es una “puesta en escena” de los últimos días de la vida de Jesús, una enorme representación teatral que en algunos casos resulta sublime y en otros casi ridícula.
En muchas regiones de España los cofrades sueñan con que lleguen estos días para procesionar. Puede faltar la fe, pero nunca la pasión. Estas tradiciones tienen tal arraigo que atraviesan el muro de la secularización y enganchan con muchos jóvenes. Estremecimiento ante lo desconocido, sentido de pertenencia a un cuerpo, fascinación por la belleza que produce una historia de traición y muerte, compensación por las culpas cometidas… El cóctel es tan variado e inexplicable que puede producir una borrachera espiritual y estética.

Mientras la “puesta en escena” registra altas cotas de popularidad en la sociedad del espectáculo y el entretenimiento, la liturgia pugna por reivindicar su carácter de “memorial”, de actualización de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, no solo de recuerdo hermoso y emotivo. No son dimensiones incompatibles, pero tampoco fáciles de combinar.
Entre la sobriedad de la celebración litúrgica del Viernes Santo y la emotividad de una procesión en el silencio de la noche, la mayoría se inclina por la segunda. Mucho tienen que cambiar las cosas para que la religiosidad popular y la liturgia se hermanen y se fecunden mutuamente. Además de una catequesis clara y atrevida, se requiere paciencia y creatividad. Ambas actitudes escasean en nuestras comunidades.

Quienes hacen de estos días una corta vacación de primavera no se rompen la cabeza con estas disquisiciones. Su preocupación principal es la meteorología, el precio de la gasolina y la subida en hoteles y restaurantes. Si hay tiempo entre excursión al monte o baño en la playa y cena con los amigos, tal vez se incluya la contemplación furtiva de alguna procesión o la asistencia a algún espectáculo como las representaciones populares de la Pasión. También Dios puede hablar a través de estos lenguajes, pero sin un mínimo de silencio contemplativo es casi imposible percibir su voz.
Una minoría se retira a monasterios, organiza pascuas juveniles o participa en las celebraciones litúrgicas de las iglesias. Un año más nos preguntaremos si hemos entendido algo de una historia que parece de otros tiempos, cuando, en realidad, se repite a diario en el nuestro. Un año más tendremos que preguntarnos si nosotros nos situamos entre la masa de gente que pasa sin problemas del hosanna al crucifícalo o pertenecemos al pequeño grupo que acompaña a Jesús hasta el pie de la cruz y espera contra toda esperanza. Tenemos tiempo para ello. Solo nos falta una buena actitud.
Gracias Gonzalo, por ayudarnos a descubrir que: “También Dios puede hablar a través de diferentes lenguajes” y advertirnos de que “sin un mínimo de silencio contemplativo es casi imposible percibir su voz.”
ResponderEliminarEn la distancia unidos en este camino…