jueves, 21 de junio de 2018

De arena y de roca

Ya he dicho en varias ocasiones que, desde primeros de junio, no para de llover. Son las lluvias monzónicas que van subiendo de sur a norte. Ayer llegué a Kunnoth, una población cercana a Iritti. Aquí tenemos nuestra casa de formación para los quince estudiantes de teología. La casa está rodeada de verde por todas partes. Uno tiene la sensación de encontrarse en un invernadero. El clima es suave y –para más deleite– no hay mosquitos. El único inconveniente serio es que se requiere Dios y ayuda para que la ropa se seque. En realidad, este es un problema menor. El verdadero problema son los derrumbes de algunas laderas a causa de las intensas lluvias. Afectan a las carreteras y, a menudo, ponen en riesgo algunas casas. Viendo las consecuencias de estas lluvias monzónicas, se entienden mejor algunas palabras de Jesús cuando usa dos símbolos: la roca y la arena. Quien construye sobre arena gasta menos y avanza más, pero se expone a que su casa se venga abajo cuando soplen los vientos y vengan las riadas. Quien construye sobre roca tiene que invertir más tiempo y dinero en la construcción de unos buenos cimientos. A cambio, su casa resistirá bien los embates de los elementos. 

La parábola está dirigida a la gente. Todos podemos entenderla. No se necesita un doctorado para aplicarla a la propia vida. Construir sobre arena se ha convertido en el deporte de moda. Abundan las historias de personas que han querido hacerse ricas a toda velocidad a base de corrupción y malas prácticas. Durante un tiempo parecen gozar del aplauso generalizado.Da la impresión de que la vida les sonríe. Pueden mirar por encima del hombro a los pobres desgraciados que tienen que vivir de su salario y no pueden permitirse muchas alegrías. Ellos presumen de una buena casa, un buen coche, vacaciones paradisíacas y muchos contactos sociales. No son conscientes de que la vida da muchas vueltas. Y, tarde o temprano, la verdad sale a la luz. Una vida construida sobre la arena de la mentira y la apariencia no se sostiene durante mucho tiempo. No hace falta recordar que en las últimas semanas varios de los imputados por corrupción en España han dado con sus huesos en la cárcel. Algunos parecían intocables, pero la justicia es igual para todos. No se trata de alegrarse en el mal ajeno, sino de extraer algunas lecciones que nos permitan afrontar la vida de otro modo. 

Hay personas que nunca escalan puestos en la vida social. Parecen estar satisfechas con lo que tienen. A algunas les oído decir esto: “No tengo muchas cosas, pero me acuesto todas las noches con la conciencia tranquila”. Son personas responsables en su trabajo, incapaces de venderse por dinero, leales a sus compañeros, dispuestas a hacer un favor, humildes en su porte y en sus actitudes. No tienen una gran apariencia porque no viven de cara a la galería. Han decidido construir su vida sobre la roca de la verdad y la justicia. No están exentas de los reveses de la vida, pero no se vienen abajo por ello. No necesitan aparentar nada ante nadie porque su mayor aspiración es ser fieles a su propia conciencia que es, en el fondo, lo mismo que ser fieles a Dios. De hecho, muchas de estas personas han construido su vida sobre la roca firme de la fe en Dios, no sobre las arenas movedizas del dinero, la fama o el poder. No maldicen el pasado. Disfrutan del presente. Aguardan con serenidad el futuro. Hacen suyas las palabras de Pablo: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”  (Rm 8,31).

Viendo algunas majestuosas casas de Kerala inundadas por el lodo que se desprende de las laderas, comprendo mucho mejor hasta qué punto la belleza es efímera cuando no está construida sobre los cimientos de la verdad y la bondad. Lejos de ser una vía de acceso a Dios, se convierte en simple postureo, como se dice hoy. No necesitamos hombres y mujeres arena, sino personas asentadas sobre la roca fuerte que es Cristo. Este es el mensaje de la palabra de Dios, pero es, ante todo, una experiencia de vida que cada vez se me hace más evidente.

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