viernes, 10 de febrero de 2017

Lo grande y lo pequeño

Algunos se sorprenden de que un día hable del problema de los refugiados sirios y otro de mi fórmula para el desayuno, de la escritura con bolígrafo o del placer de tomar una taza de café. Esta alternancia de temas puede desorientar, pero no es por frivolidad sino por convicción. La vida se juega en las distancias largas y en las cortas, en los problemas globales y en los compromisos locales, en las grandes reflexiones y en las pequeñas historias de cada día. No soportaría estar todos los días hablando del nuevo orden mundial, del tráfico de personas, de las economías emergentes, de la crisis de la Unión Europea, de la ultramodernidad o del posthumanismo. Ya tenemos a lo largo del año suficientes días internacionales y mundiales sobre los más diversos temas como para seguir cargando la agenda. Tampoco me gusta ser monotemático o enfocar los asuntos siempre por el mismo costado. Prefiero explorar puntos de vista o enfoques distintos. 


Me encuentro más a gusto en las distancias cortas, en los microrrelatos de la vida cotidiana. En ellos se puede encontrar más sabiduría que en los grandes temas. Creo que Jesús procedía así. Es verdad que el cuarto evangelio el evangelio según san Juan– pone en sus labios discursos muy elaborados sobre el pan de vida (Jn 6) o la resurrección (Jn 11), pero yo creo que donde percibimos con más inmediatez al Jesús que anduvo por Galilea y Judea es en sus dichos breves y, sobre todo, en sus parábolas. A través de ellas conecta con las historias que todo el mundo entiende (una mujer que barre la casa, un banquete, un padre que tiene dos hijos, un sembrador que lanza la semilla a la tierra, etc.) porque en buena medida parten de experiencias sencillas de la vida cotidiana. Aprender a descifrar el fondo de las experiencias comunes, descubrir la presencia de Dios en la trama de la vida cotidiana: ¡he aquí la sabiduría de Jesús!

Entre los ecologistas es común referirse al adagio: Piensa globalmente, actúa localmente. Necesitamos tener una visión amplia de lo que nos está pasando. Cuantas más claves, mejor. Pero necesitamos al mismo tiempo comprometernos en el lugar donde vivimos, ser personas concretas. Una de las cosas que más me desmoralizan es comprobar que algunos grandes hombres vistos de cerca son unos perfectos inútiles. No hay correspondencia entre su capacidad especulativa (que es mucha), sus habilidades prácticas (que son pocas) y su integridad moral (que, a menudo, deja mucho que desear). Esto se puede aplicar a grandes figuras del mundo de la política, la ciencia, el cine, la economía, el deporte... y también por desgracia– de la Iglesia. Por eso admiro tanto a las personas pequeñas que no están todo el día cambiando el mundo sino que se comprometen con responsabilidad y constancia en el ambiente en el que viven. Hablan poco y hacen mucho. Esas son como diría Bertolt Brechtlas imprescindibles.

Me llegan noticias de que en Nueva York y en otras partes de la costa este de los Estados Unidos está haciendo un frío que pela. Lo mismo está sucediendo también en algunas partes de España, así que os dejo con el vídeo Calentito de mi admirado Nacho Lozano. Es una simpática parodia del Despacito de Daddy Yankee. Se pasa un poco, pero es divertido. 


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