Aquí en Italia
hoy no se habla de otra cosa que del referéndum que el primer ministro Matteo Renzi ha convocado para aprobar cambios en 44 de los 139 artículos de la Constitución. Se vota
desde las 7 de la mañana hasta las 11 de la noche. Los partidarios del sí y del
no están muy divididos. Todo puede suceder. Siguiendo la tendencia antisistema
de los últimos meses (Brexit, Colombia, Trump), es probable que gane el no. Sería un duro golpe para el primer ministro florentino, digno heredero de
su paisano Nicolás Maquiavelo. Pero Renzi es un tipo con suerte. Siempre se las
arregla para salir airoso a base de labia y desparpajo, así que también es
probable que esta vez gane. Mañana saldremos de dudas. La incertidumbre forma parte de la aventura política.
Supongo que a los que no
vivís en Italia no os interesa mucho este referéndum, pero sí el mensaje del II Domingo de Adviento. En el camino de preparación a la Navidad, hoy sobresale la figura de Juan el Bautista. Durante años tuvo mala fama. Se lo
presentaba como el intransigente, como un hombre veterotestamentario en
contraste con Jesús, el mensajero de las buenas noticias. Parecía que había que denostar un poco al Bautista para ensalzar al Maestro de Nazaret. Hoy vemos las cosas
de otro modo. Juan fue una figura de primer orden en la iglesia de los primeros
siglos. En los iconostasios ortodoxos siempre aparece, junto con María, lo cual
da a entender su importancia. Solo de Jesús, María y de Juan se celebra la fiesta del nacimiento. De todos los demás se celebra el día de la muerte, el verdadero dies natalis. Jesús admiraba a Juan. Llegó a decir: “Os digo que entre los nacidos de mujer, no
hay nadie mayor que Juan” (Lc 7,28). A lo largo de dos milenios de historia cristiana, Juan ha entrado en el corazón del pueblo. Hay centenares de pueblos y ciudades que llevan su nombre. El 24 de junio es una fiesta grande en muchos lugares.
Hay dos actitudes
de Juan el Bautista que me resultan proféticas para hoy: su fortaleza y su humildad. En una
sociedad injusta y corrompida, tiene el coraje de denunciar con claridad los
males y de no echarse atrás ante los poderosos, ni siquiera ante Herodes que,
finalmente, acaba con su vida. Se atreve a llamar raza de víboras a los fariseos y saduceos que viven una religiosidad de fachada más que de corazón. Su mensaje puede sonar duro, pero nace de la fe y del celo.
Hoy vivimos tiempos blandos. Para no molestar, todo tiene que ser soft y light, desde las
bebidas refrescantes hasta el tabaco, la leche y otros muchos productos. La suavidad se extiende al pensamiento débil (Gianni
Vattimo dixit), lo políticamente correcto y, por supuesto, la llamada espiritualidad
light. Parece que no soportamos las verdades fuertes, tenemos miedo
a que nos digan las cosas de frente, buscamos siempre matices, recelamos de
los “grandes relatos” porque nos parecen amenazadores. Pero esto mismo
nos va debilitando hasta volvernos personas sin convicciones que pueden ser
fácilmente manipulables por los medios de comunicación, por quien sepa gritar
una mentira más veces y con más volumen. Frente a esta tendencia imparable,
Juan el Bautista representa al hombre íntegro, de una pieza, que no se casa con la impostura.
La segunda
actitud que admiro es su humildad. La fortaleza de Juan no lo encierra en sí
mismo, no lo convierte en arrogante y autosuficiente. Él es un buscador. Cuando comprende que “el que había de venir” es Jesús
de Nazaret lo declara sin miedo: “He aquí al Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo” (Jn 1,29). Sabe ser voz para que resuene la Palabra. Su
misión consiste en preparar el camino, en llevar las gentes a Jesús. En una sociedad en la que somos educados para
tener éxito, ser los protagonistas, llegar a ser un number one, Juan el Bautista representa la victoria de la verdad.
Si humildad significa “andar en verdad” –como decía la Santa de Ávila– entonces
Juan es humilde por la misma razón por la que es fuerte: porque busca la verdad y se
abre a ella. Esta pasión de verdad es
una bocanada de aire fresco en los ambientes contaminados que vivimos. Quien
busca la verdad sabe dar un paso adelante cuando es necesario (como lo hizo
Juan con respecto a Herodes) y un paso atrás cuando la verdad se impone (como
lo hizo con respecto a Jesús). Es evidente que
en los primeros años del cristianismo hubo pugnas entre los discípulos de Juan
(que siguieron su camino) y los discípulos de Jesús. Los textos de los
evangelios reflejan también estas tensiones, pero esto mismo nos ayuda a valorar más
la figura del Bautista. La iglesia primitiva nunca lo excluyó para que “brillara”
Jesús sino que supo integrarlo en una dinámica de revelación progresiva.
Hoy os dejo con
dos vídeos: el habitual de Fernando Armellini, que siempre apunta a detalles
interesantes:
Y otro de mis amigos de Brotes de Olivo que recrea la invitación
de Juan el Bautista a allanar los caminos del Señor. Es impresionante cómo cantaban
estos niños en el ya lejano año 1974.
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