Dicen que muchos
niños de hoy tienen problemas de atención. Son tantos los estímulos visuales y
auditivos que reciben que no pueden concentrarse durante mucho tiempo en una
sola cosa. Internet nos está haciendo a todos un poco dispersos y perezosos. Si un post como éste, en vez de unas 500 palabras, tuviera 2.000, estoy seguro de que lo leerían poquísimas personas. Un
vídeo que dure más de cinco minutos nos resulta largo. Nos hemos acostumbrado a
los cambios constantes y rápidos. Nos cuesta prestar atención. Esto hace que nuestros
diálogos sean cada vez más cortos y dispersos, incluso banales. Y, por supuesto, la falta de atención impide profundizar en algún asunto: todos los despachamos como despacha cafés un camarero en un bar atestado de gente. Admiro a las personas que saben
concentrarse en lo que hacen, que “están a lo que están”. Cuando hablan contigo
son todo oídos. Ni por asomo se les ocurre consultar el teléfono móvil o pensar en lo que tienen que hacer después. Saben
escuchar con atención y hablar con orden. No saltan de una cosa a otra. Por desgracia, estar a
lo que estamos se está convirtiendo en una empresa ardua y rara.
Desde hace unos
días estoy siguiendo un curso de Mindfulness
(atención plena) en internet. Se trata de diez minutos cada día. No exige mucho
esfuerzo. Es un complemento de la meditación de la mañana. Su objetivo es
claro: ayudar a vivir atento, a aprovechar al máximo las posibilidades que nos
brinda cada jornada.
Todo esto conecta con el espíritu del Adviento. De diversas manera la liturgia nos repite durante este tiempo el mismo mensaje: “Atención, estad vigilantes, no durmáis, el Señor llega”. No es una amenaza sino una llamada a “estar en lo que estamos”, a no dispersarnos en nimiedades, a vivir desde el centro. Por eso, el Adviento es también un tiempo mariano: porque nos ayuda a “guardar todo en el corazón”, como María. Y, desde el corazón, dar sentido y unidad a los fragmentos de vida que forman parte de nuestra jornada.
Todo esto conecta con el espíritu del Adviento. De diversas manera la liturgia nos repite durante este tiempo el mismo mensaje: “Atención, estad vigilantes, no durmáis, el Señor llega”. No es una amenaza sino una llamada a “estar en lo que estamos”, a no dispersarnos en nimiedades, a vivir desde el centro. Por eso, el Adviento es también un tiempo mariano: porque nos ayuda a “guardar todo en el corazón”, como María. Y, desde el corazón, dar sentido y unidad a los fragmentos de vida que forman parte de nuestra jornada.
Hoy están de moda
los ejercicios de Mindfulness, pero,
en realidad, no son sino modalidades de algo que las personas equilibradas
siempre han practicado: atención al propio cuerpo (comenzando por la respiración),
atención a las ideas y sentimientos que nos bullen dentro, atención a la
naturaleza que nos circunda y, sobre todo, atención exquisita a las personas
con quienes nos encontramos y atención al Misterio de Dios que nos habita. Creo que uno de los rasgos que hacía atractivo a
Jesús en su tiempo es que sabía tratar a cada persona con atención, como si no
tuviera otra cosa que hacer, deteniendo el reloj, sorbiendo sus palabras. Quizá
este tiempo previo a la Navidad, a
menudo acelerado por los compromisos que nos hemos ido creando (compras, citas,
arreglos, etc.), podría ser una oportunidad extraordinaria para hacer nuestro curso
personal de “atención plena”. Se trataría de algo tan simple como “estar a lo
que estamos” sin querer demasiadas cosas a la vez. Basta con que de vez en cuando nos preguntemos: ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué lo estoy haciendo? ¿Cómo lo estoy haciendo? Si te ha picado la curiosidad, puedes practicar un poco con este vídeo:
En esto del mindfulness hay especialmente mucha paja y mucho mercachifle. Conviene beber de fuentes autorizadas para progresar adecuadamente
ResponderEliminarLlevas razón. Por otra parte, se vende como una novedad algo que está presente en la meditación cristiana desde siempre. En fin,otros reciclan lo que tiramos a la basura.
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