Durante meses,
debajo del título de este blog, escribí esta frase: “Quien busca problemas, encuentra problemas. Quien busca signos, debe
abrir los ojos del corazón”. Para ver los problemas de la vida no hace
falta ser un lince. Muchos son evidentes. El lado oscuro parece imponerse. A
los literatos y cineastas, a los artistas en general, les encanta. Dicen que da
más juego el mal que el bien. La literatura canalla o maldita goza siempre de buena aceptación. Por desgracia, no todo el mundo tiene la capacidad de ver “el
lado brillante de la vida”. Pero existe. El periodista y escritor John Carlin
acaba de publicar un artículo que se titula así: Siempre mira el lado brillante de la vida. En él intenta
mostrar que, a pesar de todos los problemas que hoy vivimos, son más los
elementos positivos que los negativos; en otras palabras, que la humanidad, vista en su conjunto, está
progresando. Quizá no todos compartan este punto de vista optimista, pero creo
que, en el fondo, lleva razón. Celebramos hoy la fiesta de san
Juan Evangelista, a
quien la tradición considera autor del evangelio que lleva su nombre. En él
habla de siete grandes signos que muestran la divinidad de Jesús. El evangelio
de Juan es como un manual de instrucciones que nos ayuda a descubrir el “lado profundo” de la
vida, a leer desde la clave de Jesucristo el complejo pentagrama de la
existencia humana.
Admiro a las
personas que, en medio de los problemas, tienen la capacidad de ver lo que
otros no ven: las semillas de verdad, bondad y belleza enterradas en el suelo
de nuestra vida cotidiana. No son personas distintas de nosotros. Tienen sus
limitaciones y fragilidades. No siempre son coherentes a la hora de llevar a la
práctica lo que creen. Pero tienen algo que no se puede comprar: la capacidad
de interpretar la realidad desde su clave más profunda. No se trata de
porcentajes. No es cuestión de botellas medio llenas o medio vacías. No afirman
que vivimos rodeados por un 49% de mal y un 51% de bien. Incluso en lo que
llamamos mal son capaces de ver siempre un rayo de luz. Toda experiencia humana
–desde las más luminosas hasta las más oscuras– siempre posee algo que nos ayuda
a crecer si sabemos interpretarlo y acogerlo correctamente. ¿Por qué, por
ejemplo, ante una enfermedad grave algunas personas se hunden y otras son
capaces de crecer en humanidad? Ver “el
lado brillante de la vida” no significa abandonarse a espejismos o vanas
ilusiones, sino ser capaces de descubrir que Dios todo lo hizo bien y que, por
tanto, debemos esforzarnos en descubrirlo.
La Navidad es un
tiempo lleno de signos. Se habla de ángeles, estrellas, luces, cantos… Pero el
signo más radical es el niño “envuelto en pañales”. Según el relato de Lucas,
solo los pastores –convocados por los ángeles– fueron capaces de reconocer en
este niño al Mesías y, por tanto, se postraron para adorarlo. Mateo, por su
parte, nos hablará de unos magos de Oriente. Solo ellos interpretaron el
significado de la estrella y reconocieron también en el niño de Belén al Mesías
esperado, a quien adoraron y homenajearon con sus regalos. Para un hombre o una
mujer de fe, el verdadero “lado brillante de la vida” es cualquier experiencia
en la que veamos el rostro de Jesús. Él está en las grandes realizaciones humanas
producidas por la ciencia y el arte, pero también en los rostros desfigurados
de las personas descartadas, allí donde nadie se imagina que Dios puede estar
celado. Si la Navidad agudiza en nosotros este sexto sentido, habrá merecido la
pena celebrarla un año más. Si no, tenemos que seguir buscando.
P. Gonzalo: Gracias por sus reflexiones, serenas y alentadoras. Aprovecho para desearle felices y santas fiestas de Navidad y de Año Nuevo junto a sus familia y sus amigos, también junto a los claretianos que visita. Me encomiendo a sus oraciones y le aseguro que lo hago presente siempre en las mías cuando oro diariamente por la querida Congregación.
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