Hoy debería
escribir algo sobre santa Lucía, al
menos por tres razones: porque es una santa de rancio abolengo; porque una de
las iglesias que los claretianos llevamos en Roma está dedicada a santa
Lucia del Gonfalone y last but not
least porque tengo una preciosa sobrina que se llama Lucía (que es, por cierto, el nombre más común entre las niñas españolas de los últimos años). Pero hoy
quiero dar un pequeño toque de humor al post. Al fin y al cabo, es martes 13. Ya se sabe
que en países como España, Grecia, Argentina, Colombia, Uruguay, Chile, Perú,
etc. el martes 13 se considera el día de la mala suerte. En los países
anglosajones es el viernes 13 y en Italia el viernes 17. El refranero lo ha
sancionado: “En martes, ni te cases, ni te embarques”. Hay una fobia específica
que recibe el asequible y utilizadísimo nombre de “triscaidecafobia”.
En fin, lo mejor es no dejarse llevar por las supersticiones e irse preparando
para las próximas fiestas navideñas en esta jornada de santa Lucía en la que –como asevera
también el refranero– “la noche gana al día”. En primer lugar, conviene tomar algunas
medidas contra el terror
en la cena de empresa. Varios de los lectores sabéis a qué me refiero. Estos días se multiplican las comidas y cenas institucionales. Lo
que al principio gusta acaba siendo casi aborrecible. Algunos “antinavideños”
también se aprestan a sugerir varias “estrategias
para la cena de Nochebuena”. En fin, nada está de más si se toma con
una buena dosis de humor.
Vamos ahora con algunos mensajes que he recibido a través de Facebook. Reconozco que hay amigos expertos en pescar cosas curiosas en la red. El primer mensaje se refiere a esas personas originales que de vez en cuando se cruzan en nuestra vida y que nos dejan ojopláticos. Vivimos una cultura de masas. Parecemos hormigas anónimas que corretean de un lado para otro con su pequeño fardo a las espaldas. En medio de esa masa, todos queremos ser reconocidos en nuestra singularidad. Bueno, quizá no todos. Hay gente gris que prefiere pasar desapercibida. Y hay personas tan únicas que es mejor que no se repitan mucho. La lista podría ser interminable: embusteros, tramposos, hipócritas, fuleros, chulos, engreídos, petulantes, fatuos, jactanciosos, pedantes, amargados, resentidos, aguafiestas, quejicas, soplones, chivatos, delatores, corruptos, obscenos, maleducados, consentidos, sabihondos, hipersensibles, sabidillos, bocazas, impertinentes, pesados, cargantes, cenizos, gafes, horteras, presumidos, aburridos... ¿Qué? ¿Seguimos?
La imagen de la izquierda puede parecer machista. Tal vez lo sea, pero una señal de que uno ha superado esta etapa es la capacidad de reírse hasta de sus propias convicciones. Se aplica a las mujeres, pero podría haber también versiones masculinas y mediopensionistas. Es un canto a los melindrosos. O sea, a los tiquismiquis. O a los cargantes. O a los que siempre encuentran un pero en todo: “Sí, este mantel es hermoso, pero hay una cagadita de mosca africana en el ángulo izquierdo según se mira a La Meca”. A veces, los peros tienen una mayor entidad: “Es un tipo encantador, pero tiene la mala costumbre de hurgarse la nariz”. En ocasiones, se llega a la hipocresía monda y lironda: “Me gustaría mucho echarte una mano, pero resulta que tengo un compromiso inaplazable que hace sencillamente inviable mi deseo de serte útil en esta deplorable circunstancia que espero puedas superar fácilmente con esa fuerza de voluntad que siempre te ha caracterizado y que ahora más que nunca necesitas para afrontar con garantías de éxito este trance”. Uf, creía que la frase no acababa nunca.
Como esto es un blog, es lógico que haya una preocupación especial por la ortografía. Aunque procuro cuidarla, no dudo de que en ocasiones se me haya escapado algún gazapo; sobre todo, cuando he escrito a toda prisa y no he tenido tiempo para revisar los textos. Reconozco que esta ETT (Enfermedad de Transmisión Textual) está a la orden del día en textos académicos, notariales, periodísticos, escolares... Y no digamos nada en muchos carteles y pintadas que aparecen por las calles. El uso de móviles y dispositivos electrónicos no ayuda mucho a cuidar la ortografía, así que acabaremos por inventar una nueva lengua. En fin, todo sea en pos de la libertad de expresión y de las ganas de fastidiar. Al fin y al cabo, ¡qué más da escribir “Tráeme un helado” que “Traime un elao” o “El viernes se precederá ha realizar las reparaciones” que “El viernes se procederá a realizar las reparaciones”. Lo de “abrido, bendo varato" (sic), visto en la puerta de una pequeña tienda de barrio, puede pasar a la antología de disparates. Cada una de las tres palabras tiene sus correspondientes faltas. ¡Bingo!
No puedo terminar este post sin hacer referencia al conocidísimo dúo Martes y Trece que tanto nos hizo reír en las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado. Como muchos lectores, sobre todo de Latinoamérica, no lo conocerán, no me resisto a poner el famoso sketch de las empanadillas. Lo dicho, ¡que santa Lucía nos conserve la vista!
No puedo terminar este post sin hacer referencia al conocidísimo dúo Martes y Trece que tanto nos hizo reír en las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado. Como muchos lectores, sobre todo de Latinoamérica, no lo conocerán, no me resisto a poner el famoso sketch de las empanadillas. Lo dicho, ¡que santa Lucía nos conserve la vista!
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